VIII

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El interior del hotel me provocaba jaqueca de lo estirado que era el lugar. Todos pasaban con arrogancia por el lado del que fuese y miraban al resto preocupándose por si ellos irían menos o más elegantes o por cuánto dinero los hacía destacar ante el resto.

-Buenas noches. ¿Puedo ayudarles en algo?- nos preguntó el recepcionista trajeado al otro lado del mostrador.

-Sí, tenemos reservada una suite a nombre de Philip Hemsworth- dijo mi chico consiguiendo que en cuestión de segundos el hombre se pusiese a teclear y a mirar algo en la pantalla de su ordenador.

-Ah claro, ¡son ustedes!- dijo de repente. Miré a Philip, que me miró riendo al descubrir que le estaba haciendo señas al recepcionista de que se callase.

-¿Qué plan malvado estás tramando?- pregunté divertida.

-Después de cenar te cuento mis planes malvados para la destrucción del mundo- bromeó, rodeando con su brazo mis caderas, para luego acercarme a él y besar mi cabeza. Fuese lo que fuese no pude averiguarlo ni por medio de pensamientos.
El hombre nos entregó las llaves.

El lugar, quitando la gente, lo pijo y estirado, era realmente bonito. Entre las paredes, techos y suelos se repartían colores claros como el hueso, el blanco o el vainilla, aquellas partes del suelo que quedaban escondidas, estaban cubiertas por largas y aterciopeladas alfombras rojas de bordes dorados. Distintos tipos de plantas de interior decoraban los pasillos, hermosas y curiosas esculturas de distintos metales y materiales...

-Espero que se sientan cómodos en todo momento y cualquier cosa, no duden en pedirla- dijo el botones que nos habían asignado.

-Muchas gracias- dijimos Philip y yo, antes de mirarnos sonriendo por la graciosa coordinación.

-Ten- le dijo mi chico al botones, entregándole en mano un billete de cincuenta. El joven y, aún algo inexperto, botones, de nombre Florentino por lo que mostraba su plaquita de identificación, lo miró sorprendido haciéndome reír. Cogí las maletas para arrastrarlas al interior de la habitación sin dejar de escuchar las quejas de Florentino, de que aquello era demasiado por sólo habernos acompañado y empujado un carrito. Claramente era nuevo.
La habitación era incluso más bonita que lo que llevaba visto del hotel.
Las paredes marmoleas en diferentes tonos de marrones y blancos, los suelos cubiertos por gruesas y peludas alfombras blancas, los muebles de telas claras, cristal o metalizados... Por lo amplio, me recordó a mi "habitación-apartamento" en la agencia de modelos.

¿Cómo irá todo por allí?- pensé casi sin darme cuenta.

-Venga ya, si los dos sabemos que luego te arrepentirás de no haberlos cogido- reí al escuchar a Philip. Los miré por encima del hombro sin girarme -¿Tengo razón o no?- sonreí.

-Pues...- el botones dudó -Lo cierto es que tiene razón.

-Pues no se diga más- dijo Philip prácticamente empujándolo hacia el exterior de la habitación -¿Y si te hace sentir mejor, podrías traernos una botella de champán?- el chico rio entre dientes antes de asentir con la cabeza y dar media vuelta.

-Le ha costado- dije ya vuelta hacia él.

-Puff... Es duro de roer- bromeó acercándose a mí antes de rodearme en un abrazo.

-¿Me dices ya qué tramas?- pregunté estrechando su cintura en un fuerte abrazo.

-Nop- reí.

-¿Un bañito?- lo tenté. Rio por lo bajo haciendo temblar su pecho con suavidad.

-Intentas sacarme información... Pues no lo conseguirás- dijo intentando apartarse, pero lo atraje aún más contra mi cuerpo antes de mirarlo con carita de corderito degollado.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now