IV

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-Qué te apetece, que bajemos al bar o que pidamos a recepción?-me preguntó Philip sin dejar de acariciar mi brazo resbaladizo, por el que paseaba sus dedos húmedos de arriba a abajo provocándome leves cosquillas.

-Lo que tu quieras-dije casi con un suspiro intentando no moverme más de lo necesario. Estar allí, sobre sus piernas y apoyando la cabeza en su hombro... Demasiada perfección para romper el momento. Rio suavemente.

-Por tus ganas de moverte, me quedaré con la opción de pedir que nos traigan algo.

-Oye qué quieres? Ahora mismo estoy en la gloria-me excusé mientras buscaba su rostro. Sin embargo antes topé con sus labios.

-Pues ya somos dos-el rastro de espuma que dejó en mi mejilla al acariciarla, nuevamente me provocó ese leve y casi molesto cosquilleo. Me daba la sensación de estar sintiendo las patitas de una escurridiza hormiga correteando por mi piel.

-Habrán más noches como esta en nuestra casa, no?-pregunté provocando su risa divertida.

-Todas las noches del resto de nuestras vidas si quieres-sonreí al imaginarnos ya ancianos. Finalmente la sonrisa se transformó en una risita entre divertida y traviesa.

-De qué te ríes ya, tonta?-me preguntó mi pequeñajo mordisqueando mi cuello y provocando mis carcajadas.

Tras otra media hora, rifándonos el terminar arrugados como pasas, salimos de la bañera. Finalmente decidimos bajar y cenar algo.

-Me ayudas?-le pedí a mi chico, quien acababa de meter las manos por las cortas mangas de su camisa. No podía cerrarme la cremallera del vestido.

-Sí, un momentito-me dijo antes de que sus dedos de una temperatura agradable toparan con mi espalda, para con un ágil movimiento cerrar la cremallera. Dejé caer el pelo nuevamente sobre mi espalda antes de girarme hacia él.

-Estás preciosa-el casi inocente brillo de sus ojos provocó el revoloteo de las mariposas en mi vientre, aunque cada vez era mayor la duda de si serían ellas o el renacuajo junior.

-Pero si ni siquiera he empezado-dije llevando las manos a su camisa.

-Puff, pues no sigas, no quiero tener que compartirte con el resto de chicos que hayan por aquí-bromeó.

-Tú calla que no eres el más indicado para tener esa preocupación-dije cerrando los últimos botones de su camisa de un blanco roto.

-Como te gusta mandarme a callar-dijo riendo nuevamente con suavidad.

-Sí que me gusta, pero a ser posible así-dije enganchándome a su cuello. No me hizo falta ponerme de puntillas, se inclinó rápidamente convirtiéndose una vez más en mi cómplice en el robo de sus propios besos.

Nos terminamos de vestir. Él con su camisa blanca, unas bermudas vaqueras, unos zapatos de tela también blancos, su reloj negro con pequeños detalles plateados y como no, el collar del colmillo decorando su cuello. Yo por otro lado llevaba puesto un vestido de estampados asimétricos en blanco y distintas tonalidades de verde. Era largo, de tela ligera semitransparente disimulado por la mezcla de colores. El cuello visto desde enfrente era un grueso listón de tela negra curvado, de modo que creara un escote casi cerrado y dejando los hombros y brazos completamente al descubierto. Imitaba el estilo egipcio y los detalles pequeños pero alargados de un dorado desgastado, liberándome de llevar collar, acentuaban el estilo aún más. En el pelo tan solo me hice una fina corona trenzada y el resto lo deje suelto. Me maquillé lo más sencillo posible, es decir, un poco de rímel y remarcar los labios con gloss. Pretendía ir cómoda, así que me puse unas sandalias bajas, sencillas y en color negro.

-Si es niña disfrutaré como un crío viéndoos a las dos mientras os arregláis-dijo mi pequeño sentado en la tapa del váter. Reí dándome frente al espejo el último repaso a los labios. Siempre me daba dos.

-Cualquier otro se pondría histérico-dije acercándome a él. Las toallas aún seguían ahí.

-Por?-preguntó poniéndose en pie y comenzando a andar en mi dirección.

-Tener tiempo de mirar como me maquillo es sinónimo de que tú hayas terminado y por lo tanto, de esperar-le di el pequeño cilindro relleno de aquella mezcla semitransparente con la que me encantaba repasar mis labios y el cual guardó en su bolsillo. Ya estaba acostumbrado a tener que hacerlo cada vez que yo no tuviera dónde llevarlo.

-Pues me gusta y me encantará aún más ser raro y los motivos de mi rareza-dijo consiguiendo sacarme una sonrisa antes de robarme un fugaz beso.

-Mmm... fresa-dijo haciéndome reír.

-Tonto-rio conmigo.

Una vez abajo, ya no se veía a nadie en biquini. Parecían haberse puesto de acuerdo.

-Qué brisa más agradable-dije al sentir la suave bocanada de aire templado que se había levantado agitando mis cabellos y el vestido.

-Pues sí-dijo Philip dándome la razón mientras me quitaba varios mechones de pelo del rostro.

-Eh...-comencé a decir cuando otra bocanada repentina volvió a agitar los mechones tapándome una vez más la cara-Gracias igualmente-dije riendo acompañada por él.

Nos acercamos a uno de los pequeños bares repartidos por la piscina, que consistían en una especie de quioscos blancos con una barra de madera oscura. En realidad todo a excepción de servilletas, botellas, vasos, etc., era de madera. Eran quioscos de un estilo moderno.

Los distintos tipos de música que habían estado ambientando el lugar al nosotros llegar, ahora habían pasado a ser una sola. Era como un blus o un jazz.

-Buenas noches señor. Señorita-el camarero parecía estar preparando un cóctel-Qué se les ofrece?

-Para pedir algo de cena?-preguntó Philip señalando hacia las mesas. Me acababa de dar cuenta de que podríamos habernos sentado directamente.

-Pero que ven mis ojos?-aquella voz presagiaba tensiones en el ambiente-Pensé que mis ojos no se deleitarían nuevamente hasta mañana-dijo Joseph acercándose a mí antes de tomar mi barbilla entre sus dedos con toda la confianza del mundo-Tan bella como cabía esperar-arqueé las cejas incrédula por su atrevimiento.

-Joseph, deja de molestar y lleva las bebidas a la mesa-le ordenó el hombre al otro lado de la barra.

-Con su permiso-se disculpó rodeándome para poder coger la bandeja que le ofrecía el hombre de edad madura, delatado por las franjas cenizas que decoraban su cabeza a cada lado.

"Veamos que tal se te da besar suelos"- la voz de Philip me sonó distante, al igual que su frase sin sentido. Centré la mirada en él nuevamente comprendiendo por su mirada fija en Joseph que lo que yo había escuchado eran sus pensamientos, no palabras dichas.

-Philip nada de zancadillas-le regañé entre dientes y prácticamente susurrando, pretendiendo que los otros dos presentes no escucharan. Philip me miró sorprendido antes de sonreír con malicia.

-Tan transparente soy?

-Para mi sí-no mentí. Rio otro poco levantando las manos como si lo estuvieran apuntando con un arma.

-Vale, seré bueno-dijo haciéndome reír.

-Hasta luego princesa-se despidió Joseph al pasar por nuestro lado ya con la bandeja en manos. Reí por lo bajo cuando Philip lo miró entrecerrando los ojos y replanteándose su idea inicial de verlo besando suelos.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now