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El verano estaba siendo caluroso.

Marcello me había llamado para avisar de que las grabaciones empezarían en pocos días y pareció realmente desilusionado cuando le dije que no seguiría con la película, no lo supe con exactitud puesto que los pensamientos no viajan por ondas electromagnéticas. Cuando le expliqué el motivo, se alegró mucho por nosotros y nos felicitó, pero no sin olvidarse de preguntar si estábamos seguros de dónde nos metíamos.

Fuimos varias veces a visitar al pequeño potro, que parecía crecer por días. También íbamos a visitar a Furia y a Paloma, por lo que aprovechábamos y dábamos un paseo hasta la casita del árbol.

Alexandro y Alice ya no venían a visitarnos, al igual que nosotros no volvimos a visitarlos a ellos, directamente quedábamos en la casa de campo, donde disfrutábamos de tardes impresionantes. Para pasar el tiempo hacíamos de todo, ver películas, inflarnos a helados, hacer carreras de caballos, de esto último lo que más me gustaba eran mis premios, un beso o un abrazo de mi niño preferido.

-Él también quiere un besito- le dije a Philip una de las veces que gané señalándome el vientre, el cual ya se veía un poquito abultado, en comparación con la llanura que lo caracterizaba. Se había reído antes de acuclillarse para darme un breve y cariñoso beso en el vientre.

-Ya lo estáis malcriando antes de que nazca- dijo mi suegro bromeando al pasar a nuestro lado aún sobre el caballo, mientras Philip se incorporaba y me tomaba de la cintura con las dos manos y una de sus hermosas sonrisas en los labios.

-Lógico que malcríe a los dos bichillos estos, papá- dijo antes de besarme.

También pasábamos tardes enteras metidos en la piscina, solo que con esto era muy precavida. Habíamos ido al médico para hacerme un análisis rutinario del embarazo y entre dudas, me había dicho que cuando el embarazo estuviese más avanzado, no podía nadar en zonas profundas ya fuera en la piscina o en el mar, el caso es que aún habiéndome dicho que por el momento no pasaba nada, yo no nadaba más allá de la mitad de la piscina. Tal vez exagerada, pero sobre todo cuidadosa. 

Uno de los días que fuimos a comer con mi cuñada y mi suegro, la pequeña me sorprendió en la puerta de la casa con una caja de regalo blanca, decorada con un lazo azul. La caja tenía agujeros hechos a los costados y pesaba, pero había algo que no podía pasar por desapercibido, fuera lo fuese que había dentro, se movía.

-¿Qué es?

-Si te lo digo no sería una sorpresa- me respondió ella alegremente antes de dedicarle una mirada cómplice a su padre.

-Ábrelo- insistió extendiendo las manos aún más -Yo lo sujeto, no te preocupes- dijo al ver que iba dispuesta a coger la caja. Hice caso y deshice el lazo. 

-Oohh-fue lo único que pude decir al destapar la caja y encontrarme con unos ojitos observándome entre aquella bola de pelo color negro que los rodeaba. Tenía un gran lazo azul alrededor del cuello.

-Dios que bonito eres- dije tras darle la tapa a Philip y extender las manos hacia el pequeño animal. Al sacarlo de la caja y colocarlo junto a mi pecho, se removió un poco antes de comenzar a darme pequeños lametazos con su lengua diminuta y rosada. Movía la cola de lado a lado con alegría.

-Es un Shiba Inu black y tan o negro y fuego, una raza japonesa muy antigua y de la que se dice que es descendiente de los perros salvajes de China- dijo Alice como si leyera la información en una enciclopedia.

Sonreí mientras acariciaba el suave pelaje del hermoso cachorro.

-Gracias hermanita- dijo Philip con sarcasmo, por lo que lo miré -Ahora entre el pequeño y el perro me tendrá abandonado- no pude evitar reír. 

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Where stories live. Discover now