III

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De camino a casa, dejé que el aire que entraba por la ventanilla peinara los pocos mechones que quedaban sueltos alrededor de mi rostro, o más bien los despeinara, mientras apoyaba el brazo en la puerta y más tarde mi cabeza sobre éste. En la radio sonaba I was here de Beyoncé, dándole un toque dramático al relajante momento. 
Cerré los ojos, escuchando y sintiendo el viento en mi rostro. 
Sentía de vez en cuando la mirada de mi chico en la nuca y no me hizo falta mirarlo para saber que no me equivocaba. Me veía en sus pensamientos, proyectada y el hecho de que pensara en mí con aquel cariño aterciopelado, que parecía acariciarme con ternura, hacía que una sensación de vértigo recorriera cada rincón de mi cuerpo.
Abrí los ojos y lo primero que pude ver, fue el espejo retrovisor en el que me veía reflejada, también se podía ver parte de aquel lado del coche, en un plateado oscuro y un poco más a la derecha, el Volvo negro que nos venía siguiendo de cerca. 
Le dediqué unos segundos de mis pensamientos a Carlos, pero lo deseché de mi mente tan pronto como me incorporé, para luego dejarme caer contra el cómodo asiento sin dejar de mirar el verde paisaje que pasaba a toda prisa por nuestro lado y aquel inmóvil frente a nosotros. Faltaba poco para llegar a casa. En los dos únicos en los que me quería permitir pensar, eran Philip y mi hijo.
Suspiré agradecida mientras acariciaba mi vientre ahora tapado con la tela beige del short. 
Era increíble, con todo lo que me había contado el doctor, debería haberlo perdido, no debería de haber sobrevivido, siquiera yo debería haberlo hecho. Pero en mí no fue raro, ya de por sí, yo no soy normal... 
Mis cavilaciones se vieron bruscamente interrumpidas.

¿Y si él tampoco es normal?- pensé realmente preocupada. 

Entiéndeme, al principio dije que mi vida comenzó a ser realmente perfecta cuando descubrí que tenía poderes, pero no es del todo cierto, tan sólo añadí más felicidad a mi vida cuando logré controlarlos. Aún me es difícil en ocasiones, imagina siendo una completa novata.

Recuerdo haber escuchado secretos que nadie quería contar, ¿sabes lo triste que es eso? Y a secretos no me refiero a secretos simples de: ayer besé a... Sino a secretos demasiado serios y que por respeto no pienso contar. Escuchaba todos los pensamientos de todo aquel que me rodeara, buenos, malos, regulares... Que más da, el caso es que ni en mi casa estaba tranquila, siquiera podía dormir, mi madre tenía problemas de insomnio y pasaba noches enteras pensando en los problemas de la casa, que si el agua, que si la luz... Mi cerebro nunca descansaba y aunque la odiase, sentía su tristeza y preocupación como la mía propia. Y qué decir del dominio del fuego... ¿Recuerdas cuando comenté durante el pequeño altercado con Furia, que no sería la primera vez que terminara ardiendo en llamas? Pues te explico. 
El don de controlar el fuego es mucho más sencillo de contener que el de leer mentes, pero como dijo mi suegro, los nervios juegan malas pasadas. 

En una pelea con Anaís, por el tema de la custodia, me encerré en el cuarto de baño y me metí en la bañera aún estando vacía, tan solo quería resguardarme. Mientras las lágrimas comenzaban la carrera cuesta abajo por mis mejillas, el ardor dominaba cada músculo de mi cuerpo, pensé que sería del enfado, miento, del enfado que tenía, tan siquiera pensaba, el caso es que en cuestión de segundos me vi ardiendo. Recuerdo quedarme mirando atentamente mis manos envueltas en llamas, solo hasta el momento en que el olor a chamuscado inundó la estancia haciendo que arrugara la nariz. Al ver que las cortinas de la bañera se estaban fundiendo, en un acto reflejo abrí el grifo haciendo que lloviera sobre mi cabeza. Una vez dejé de parecer una cerilla, que fue justo en el momento en que el agua tocó mi cuerpo, cogí la ducha y apagué el fuego que había destrozado casi por completo las, antes blancas, cortinas de plástico. La habitación estaba completamente llena de humo y olía dañinamente mal. La boba de mi madre pensaba que había estado fumando y que por eso había pasado aquello, pero no hice nada por desmentirlo.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora