DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)

IV

Aquella terminó siendo una tarde festiva.

Al principio la fiesta comenzó en el blanco salón, pero terminamos por trasladarla a la amplia terraza.
Alice se convirtió en la anfitriona, ya que comenzó a dar órdenes a los chicos que tuvieron que hacer caso sin rechistar.
La primera orden fue ayudar a las mujeres a subir la comida, bebidas, vasos, cubiertos y los pasteles, el de Lupe, digno del catálogo de las pastelerías más lujosas y el de la pastelería, digno de un desfile de Agatha Ruiz. La siguiente y una vez estábamos todos arriba, fue bajar a por el equipo de música. Creo que agradecieron que la tecnología fuera cada vez más moderna y los aparatos electrónicos menos pesados.
La última fue que colocaran ambos sillones colgantes en el centro de la terraza, para que ambas niñas, tanto la pequeña dictadora como Rosa, pudieran sentarse y balancearse a su antojo, aunque utilizar la frase "balancearse a su antojo" es exagerar la capacidad de movilidad de los sillones, ya que más de una vez estuvieron a punto de volcar. Por suerte todo quedaba en sustos y en risas al ver las caras de terror que se les quedaba a las niñas, que aún asustándose, no se quedaban quietas.
Sin duda las que más disfrutaron fueron ellas. Cuando se aburrían de los sillones, jugaban a las peluquerías. Lilian fue la primera "clienta", la compadecí. Le hicieron dos colas altas asimétricas, haciendo que éstas al tener el pelo corto quedaran puntiagudas. La segunda fue Lola, a la que le trenzaron la larga melena en una sola trenza, diría que estaba bien hecha pero supongo que no quieres que te mienta. La siguiente fue Lupe y no le hizo ninguna gracia que me riera cuando le hicieron una cola alta a medio lado, haciéndole parecer una colegiala de trece, irónico en una mujer ya más que madurita. Cuando llegó mi turno, Lupe esperó tener motivos de risa pero para su mala fortuna, las chicas no me hicieron ningún desastre.

-Que suave- dijo Alice mientras deshacía mi trenza. Una vez suelto, Rosalinda tocó mi cabello con cuidado.

-Que largo- dijo acariciándolo con la misma delicadeza con la que se acaricia la mejilla de un bebé mientras duerme -Y suave.

-¿Se lo dejamos suelto?- preguntó Alice jugando con un mechón entre sus dedos. Ambas estuvieron de acuerdo, por lo que salí intacta. Al levantarme, miré a Lupe con burla, que entrecerró los ojos y frunció los labios aún con su cola de medio lado, provocando tanto mi risa como la suya propia.

En el moderno y ligero equipo de música, se escuchaban todo tipo de canciones. La tarjeta de memoria era de mi joven cuñada; tangos, hip hop, jazz... la que más disfrutaron las pequeñas fue Cheers de Rihanna y Avril Lavigne. Al comenzar a sonar, Alice se bajó de un salto del sillón y tras ayudar a Rosa a bajar también, comenzaron a bailar sin ritmo alguno mientras la única que cantaba era Alice con su voz aguda y angelical más parecida a la de Avril, ambas en compañía de Draco, que saltaba y correteaba entre sus piernas provocando nuestras risas.

Me acerqué a la mesa en la que habíamos colocado todo, bebidas, comida... Me serví un vaso de limonada.
Conocía aquella canción, por lo que la cantaba sin subir demasiado el volumen para que no me escucharan y sin poder evitar mover el cuerpo al ritmo de la música de modo casi imperceptible, mientras cogía dos hielos de la cubitera para añadírselos a mi vaso.

-Cantas muy bien- me sobresalté antes de volverme hacia la derecha, justo en el momento en el que Carlos se inclinó dejando el vaso sobre la mesa, para luego prepararse un vodka con seven up. Me miró de reojo mientras le daba el primer trago a la bebida.

-Eeh... Gracias- me había quedado embobada y sin saber qué decir. Me había sobresaltado y su comportamiento distante cada vez me noqueaba con mayor fiereza. No había sido así en nuestros encuentros anteriores al pasear a los perros. Las únicas veces que mostró un poquito del Carlos simpático que yo poco conocía, había sido en la cocina, cuando alguien llamó por teléfono a Philip, y cuando me abrazó.