I

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Poco a poco comencé a ser consciente.

Los párpados me pesaban demasiado como para abrirlos, no sabía dónde me encontraba ni lo que me ocurría, pero me sentía demasiado aturdida, por lo que tan solo me concentré en la oscuridad en la que me encontraba.
Un dolor continuo, tenue a decir verdad, pero doloroso, me penetraba en algún punto concreto del brazo. 
Sí, cada vez era más consciente de lo que ocurría a mi alrededor.
Un pitido electrónico y regular envolvía la habitación. Poco a poco, a través de la fina piel de mis párpados, se coló un débil rastro de luz.

¿Dónde estoy?- pensé intentando abrir los ojos -¿Qué pasa?- sentí como una mano estrechaba la mía, permitiéndome así percatarme de que sus dedos estaban entrelazados con los míos.

-Mueve las pupilas- dijo una voz grave a mi lado derecho.

Noté como la suave superficie bajo mi pierna izquierda, ascendía. Supuse que estaba tumbada en un colchón y que alguien había estado apoyado a mis pies hasta que en ese momento se había levantado.

-Parece que intenta despertar- dijo una voz más débil y dulce que la anterior.

"Vamos pequeña"- pensó el dueño de aquella misma voz. 

¿Philip?- pensé. Entonces lo recordé todo.

Abrí los ojos de golpe, sintiendo dolor al tener la luz enfocada directamente sobre mi cabeza y por tanto sobre mis ojos. Parpadeé varias veces.
Un chico tan hermoso como bello se hizo paso ante el dueño de la voz grave y se inclinó hacia mí para rozar sus labios con los míos, un gesto que se me hizo angustiosamente corto. Se apartó y con la mano que antes había estado sosteniendo la mía, peinó delicadamente hacia un lado los varios cabellos que me cruzaban el rostro.

-Bienvenida pequeña- dijo en un hilo de voz y con la expresión tanto de tristeza como de preocupación.

-¿Qué le ha ocurrido?- logré decir con esfuerzo, ya que mi garganta estaba seca y se resintió. Para mi sorpresa, la línea de sus labios se curvó levemente hacia arriba.

-Está bien- suspiré casi en un resoplo, sin poder evitar que se me nublara la vista por las lágrimas que amenazaron con caer. Acarició mi mejilla con cuidado.

-Ni que fuera de porcelana- pensé en voz alta. Tanto él como su padre rieron apenas sin ganas. Aproveché el momento para acariciar mi vientre, pudiendo así notar con más claridad la punzada de dolor que había sentido mientras había estado con los ojos cerrados, provocado por la vía por la que me administraban suero. 

-Oye, ¿vas a acapararla durante mucho más tiempo o puedo abrazarla ya?- refunfuñó una voz femenina e infantil. Philip sonrió antes de apartarse dejando a la vista a la pequeñaja de ocho años que me sonreía con alegría.

-Papi, necesito que hagas de ascensor- dijo mirando a su padre, que la miró atentamente mientras pensaba:

"Ya te vale jovencita, con lo viejo que está ya tu padre."

-Ten, utiliza la silla- dijo Philip pasándole una silla que la pequeña arrimó a la cama para luego subirse en ella y abordarme con un abrazo.

-Hola Alice- dije correspondiéndola en el abrazo con un solo brazo.

-Como me des otro susto así, te la cargas- dijo apuntándome con el índice y frunciendo los labios. Reí.

-Prometo utilizar las escaleras la próxima vez- me sonrió tristemente antes de bajarse de la silla y correr hacia el otro lado de la habitación. Me quedé observando aquella mirada achocolatada que me observaba tan tiernamente como estaba permitido, sonrió con una mezcla de dulzura, diversión y alegría. Cuando estuvo a punto de dar un paso al frente, la pequeñaja se cruzó por medio. Reí al ver como miraba a su hermana entrecerrando los ojos con fastidio.

DIECISÉIS PRIMAVERAS (en proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora