☽ | Chapter 95. [03]

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LA NOCHE MÁS OSCURA 

Me abalancé hacia el cuerpo, sin importarme lo más mínimo convertirme en un blanco fácil. Tiré los cuchillos a un lado mientras me dejaba caer de rodillas frente a Derek, con todo el cuerpo sufriendo convulsiones debido a la tormenta que se había desatado en mi interior al tener grabada a fuego la imagen que tenía ante mí; mis manos temblaban de manera descontrolada, pero me forcé por guiarlas hacia el pecho de Derek, intentando despertarlo.

Sus ojos azules estaban vacíos, casi como si fueran dos canicas. Su mirada estaba perdida en algún punto de aquel claro, sin poder verme; un nuevo grito de dolor me sacudió de pies a cabeza mientras me afanaba en su cuerpo, desesperada por despertarlo. Por hacer que su mirada vacía cobrara de nuevo vida y que sus ojos azules volvieran a mirarme.

-Derek –jadeé, sacudiéndolo.

La idea de que estuviera muerto hizo que se me formara un fuerte nudo en la garganta, impidiéndome respirar. Todo mi cuerpo había sucumbido a los temblores del desgarrador llanto que se abría paso desde lo más profundo de mi ser; mi mirada se había nublado a causa de las lágrimas y notaba las mejillas calientes debido a las que se me escapaban sin control.

-Por favor, Derek –le supliqué, sacudiéndolo por el pecho.

El silencio de aquel lugar era roto por mis súplicas y sollozos.

Derek me había prometido que tendríamos un futuro juntos, que nuestra recién retomada relación saldría adelante y trabajaríamos ambos para sortear los obstáculos que en el pasado nos habían impedido ser felices; Derek no podía haber muerto. Simplemente aquella idea era inconcebible.

Le había visto enfrentarse a Rátz y estar a su misma altura.

Derek no estaba muerto.

Él no me había abandonado...

Al bajar la mirada hacia mis manos, vi que las tenía cubiertas de sangre. Se me agitó el estómago de manera violenta al comprender que la sustancia no era del todo mía, sino también el propio Derek. Ahogué un nuevo aullido mientras veía por primera vez el torso del vampiro, con su uniforme destrozado allá donde algo había impactado en mitad de su pecho...

Como un doloroso recordatorio del aspecto de Axel, Derek también había muerto del mismo modo que su hermano mayor.

La fina línea de control que mantenía mi cordura se rompió cuando en mi mente se interpusieron las imágenes de los dos vampiros, entremezclándose y revolviéndome aún más el estómago; abriendo aún más la herida interna de mi propio pecho.

Eché la cabeza hacia atrás para gritar con toda la fuerza de mis pulmones, dejándome la voz mientras el dolor por la muerte de Derek me tragaba en su profunda oscuridad y estrechaba su cuerpo contra mí.

Recordé la promesa que le había hecho en la sala de seguridad, cuando había accedido a usar aquel pasadizo escondido en aquella habitación para salir huyendo en caso de que las cosas no salieran tal y como habíamos creído en un principio; le había prometido que seguiría adelante...

Pero no había podido llegar a imaginar el lacerante dolor de la pérdida a la hora de tomar esa decisión. Cuando le prometí a Derek que, si le sucedía algo, saldría huyendo... jamás me hubiera acercado lo más mínimo a lo que estaba sintiendo en aquellos momentos, al vacío que estaba llenando poco a poco mi corazón.

Sin Derek, ¿qué me quedaba? ¿Una eternidad llena de incertidumbre, con el hueco que había dejado el vampiro como único compañero?

Cerré los ojos mientras hundía mi rostro en el hueco del cuello de Derek, replanteándome seriamente la promesa que le había hecho.

Jamás lo sabría.

Nunca descubriría que no había decidido seguir con nuestro plan y que me había quedado, permitiendo que las cosas siguieran su curso. Sacrificándome.

Me quedaría allí, junto a Derek, hasta que alguien nos descubriera y decidieran que yo también debía morir. No en vano todo el mundo sabía que mi lealtad se debía a los Vanczák y que era una amenaza que tendría que ser eliminada, junto al resto del aquelarre.

-Prometiste que estaríamos juntos –gemí, aún oculta en el hueco de su cuello-. Pero tú lo sabías: sabías que nos masacrarían, que no habría ningún tipo de esperanza para nosotros. Me permitiste creer que todo saldría bien, y que el pasadizo de la sala de seguridad se trataba de algo excepcional... de una remota posibilidad.

»No soy de cristal, Derek, habría podido soportar el saberlo. Pero tú... oh, mierda, tú nunca me habrías permitido quedarme; por eso mismo me viniste con esa historia de que, a la menor señal de peligro, utilizara aquel pasadizo. De haber tenido oportunidad, me habrías empujado tú mismo para asegurarte...

Me estaba afanando a un cadáver. Derek se había ido y yo estaba hablándole a su cuerpo sin vida, como si creyera que eso podría traerlo de nuevo; notaba todo mi rostro húmedo y pegajoso a causa de la sangre. Mis ojos me escocían debido al llanto y el pecho me pesaba como si se hubiera instalado encima de él una tonelada; mis manos se aferraban a los hombros del vampiro.

Mi mente se resistía a creer que todo había acabado de aquella forma.

Y decidí aferrarme al último recuerdo de Derek, en la mansión, cuando había bromeado abiertamente sobre qué haríamos una vez hubiéramos ganado aquella batalla.

Qué retorcido giro en las tornas.

Qué forma de destrozar las ilusiones y esperanzas que habíamos puesto en el futuro, haciéndonos creer que realmente tendríamos una oportunidad. De nada había servido la ayuda de la hermana de Ferenc, como tampoco el haber conseguido un sustancioso número de aliados que iban a luchar junto a nosotros codo con codo.

Derek lo había sabido desde el principio, pero había decidido guardárselo para sí mismo. No había querido compartirlo conmigo porque le destrozaba la idea de que yo supiera que nada de lo que habíamos hablado podría cumplirse en algún momento del futuro; por eso mismo había fingido que teníamos una oportunidad y luego me había colado la historia del pasadizo como último recurso, aunque siempre había sabido que iba a ser necesario.

Por eso mismo había insistido tanto conmigo: no me había negado la posibilidad de estar allí fuera, luchando... pero había jugado con nuestra conversación, anclándome a una promesa en la que yo huiría sin mirar atrás. Sin saber siquiera sobre su destino.

Quizá, luego después de que hubiera conseguido huir y marcharme de Londres, habría podido descubrir todo aquello. Además de que Derek debería estar muerto.

Pero las cosas no habían salido tal y como el vampiro lo había planeado: le había encontrado antes de tiempo y su muerte había hecho estallar en añicos mi determinación, mis ganas de continuar y la promesa que le había hecho.

-Lo siento, Derek –me disculpé en voz baja-. Pero no puedo hacerlo... no puedo hacerlo sin ti. ¿No lo entiendes? Fuera de estos muros no me queda nada. Mi vida, mi familia... y mi corazón estaban aquí.

»Estaban contigo y ya no me queda nada.

»Estaban contigo y ya no me queda nada

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MidnightWhere stories live. Discover now