☽ | Chapter 4.

11.7K 975 135
                                    

VIAJE DE REGRESO A LA MANSIÓN ENCANTADA

¿Debía pasarme ya directamente a las súplicas por mi vida, haciendo que el enorme ego de aquel vampiro alcanzara cuotas críticas? Los ojos azules de Derek me contemplaban con el mismo desagrado que cuando nos habíamos conocido, y eso que aún no había tratado de patearlo de nuevo.

Alcé ambas manos, indicándole que no iba a hacer nada que pudiera perjudicarme. Mi visita al sótano había conseguido convencerme parcialmente sobre cómo tratar a ese capullo con aires de grandeza.

-Creí que tenía una auténtica oportunidad de huir –reconocí, procurando parecer humilde-. Es evidente que no ha funcionado... pero tienes que darme la razón en algo: me has secuestrado sin ningún motivo.

Derek esbozó una sonrisa sarcástica.

-Motivos tengo para poder retenerte, Galatea –me corrigió-. Empezando porque no tuviste ningún reparo en intentar darme una paliza... a mí. Al líder del aquelarre Vanczák.

Puse una mueca y supuse que «Vanczák» sería su apellido.

-No lo sabía –me defendí-. ¡Joder, ni siquiera sabía si existían los aquelarres y todas esas historias sobre comunidades de vampiros!

Derek me miró como si no me hubiera creído. Aquel capullo arrogante aún seguía sospechando que alguien, seguramente mi creador, me había dejado a propósito vagabundeando por Londres para que pudiera toparme, precisamente, con aquel aquelarre; tenía ganas de golpear algo, quizá destrozarlo.

Y ante mí se encontraba un objetivo bastante apetecible.

Me lancé contra él, pillándolo con la guardia baja. Decidí utilizar las pulseras que habían formado parte de las cadenas antes de que las hubiera arrancado para poder moverme con más facilidad; le pateé en la espinilla con saña para luego golpearlo con las pulseras de metal que todavía llevaba en las muñecas. Logré acertarle en el pómulo antes de que sus manos me aferraran por el brazo y el cuello, haciéndome girar sobre mí misma y dejándole a la vista la curva de mi cuello.

-Sabía que no podía fiarme de ti –siseó-. ¿Necesitas que te enseñe respeto?

Me quedé inmóvil, pues sospechaba que aquella incómoda postura podría traerme muchos problemas si decidía golpearlo de nuevo, por mucho que lo estuviera deseando; Derek no me soltó, así que yo tampoco hice ningún movimiento arriesgado.

Me limité a resoplar.

-Vete al jodido infierno –le espeté.

El cuerpo del vampiro se sacudió, presa de un ataque de risa silencioso.

-Cómo odio a los neófitos –masculló entre dientes-. Solamente dais problemas. En especial los que se creen superiores al resto de vampiros por una circunstancia que pronto se desvanecerá... Tu sangre humana no estará siempre fluyendo por tus venas, Galatea: acabará por evaporarse y serás una maldita vampira común y sin nada de especial.

Puse los ojos en blanco.

-Oh, no sigas, por favor –le supliqué con un fingido tono de dolor-. Tus palabras me hacen daño...

Se me escapó un quejido cuando los dedos de Derek se me clavaron en el brazo con rabia. Había conseguido enfadarlo... de nuevo.

-Ya me gustaría hacerte daño –me amenazó en voz baja.

-Entonces mátame –resolví en un siseo molesto-. Es evidente que no eres santo de mi devoción y que tú estás deseando arrancarme la cabeza de cuajo; además, estoy indefensa y este sitio está lo suficientemente escondido para que nadie descubra mi cadáver. Siempre puedes decir que logré huir.

MidnightWhere stories live. Discover now