¿Una chica caminando sola por la ciudad a altas horas de la madrugada? Listo.
¿Un callejón oscuro? Cerca de donde se encuentra ella.
¿Un tipo con una pinta sospechosa? Más que preparado para entrar en escena.
El día en...
GALATEA RILEY ES COMO EL AVE FÉNIX: RENACE DE SUS CENIZAS
«Por favor, que todo esto se trate de una broma muy, muy pesada...»
Sin embargo, la sonrisa del abogado de Wolfgang Herz no parecía augurar que lo que acababa de decir se tratara de una broma. El resto de presentes se habían quedado mudos de la impresión, como yo.
-Tengo aquí los documentos necesarios para poder el trámite –añadió, palmeando un pequeño montoncito de folios que tenía a su izquierda-. Por si lo tiene claro, por supuesto.
La piel empezó a cosquillearme al sentir las miradas de todos sobre mí. El ambiente de dentro del despacho parecía haber bajado un par de grados tras la declaración del abogado; Tiberius y Lyle parecían encontrarse un poco más animados ante la posible salida que les había brindado el señor Ferguson con la disposición que había dejado mi padre.
El señor Ferguson debió ver la inquietud en mi rostro, ya que esbozó una sonrisa comprensiva. Les pidió amablemente al resto de vampiros que abandonaran el despacho para poder tratar el asunto con mayor privacidad y reducir la presión que parecía haberse colocado sobre mis hombros; observé a Lyle ayudando a Jana a ponerse en pie, acompañándola hacia la puerta. Antes de marcharse Tiberius, el último que quedaba, el señor Ferguson le advirtió que no necesitaríamos más de quince minutos, a lo sumo; mi hermano me dirigió una interesada mirada antes de abandonar el despacho.
-Señorita Riley –me dijo entonces el señor Ferguson-. No tiene por qué sentirse presionada al respecto, tiene tiempo suficiente para valorar la decisión. Es algo importante.
Me retorcí las manos con algo de nerviosismo.
-¿Qué será de mi parte de la herencia hasta que tome una decisión? –quise saber.
Ferguson me sonrió con amabilidad.
-El señor Herz me nombró administrador de su patrimonio –desveló-. Yo cuidaría y velaría de su herencia hasta que tomara una decisión al respecto –abrí la boca para hacer mi siguiente cuestión, pero el hombre se me adelantó-. En caso de negarse a recibir la herencia, ésta pasaría a las manos de sus dos hermanos mayores.
Me froté las sienes. Wolfgang Herz me había provisto de un poder que no merecía, del que no sabría hacer uso; había intentado atarme a su familia mediante el cebo que suponían las riquezas que me había legado. Tenía la extraña sensación de que, hasta muerto, Wolfgang estaba moviendo lentamente sus hilos.
-Y bien, señorita Riley, ¿qué va a hacer?
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Apreté el pesado sobre que llevaba bajo el brazo. La reunión había terminado apenas unos minutos antes y yo había aprovechado que todos se hubieran congregado alrededor del hombrecillo para colarme por la puerta y salir huyendo; había pasado como una exhalación por delante de la recepción sin tan siquiera despedirme de la chica, pues lo único que quería era regresar a la seguridad de la calle. En vez de tomar el ascensor, bajé directamente por las escaleras, sin importarme lo más mínimo que algún humano pudiera verme utilizar semejante velocidad.
