☽ | Chapter 63.

4.2K 411 40
                                    

                 

ESE INCÓMODO MOMENTO EN EL QUE TIENES QUE TOMAR EL TÉ CON TU PEOR ENEMIGA

Aguanté con elegancia el golpe mientras que noté cómo Derek se tensaba; aunque no sabía si era debido a la noticia de la llegada inminente del Grupo de Cricket con Colmillos de Morticia o por el comentario de mal gusto que había hecho a continuación.

Anna estaba esperando que yo le respondiera o que le saltara encima. El brazo de Derek se enroscó a mi cintura para evitar que tomara la segunda opción y sus ojos azules se volvieron gélidos al contemplar a la vampira; ella siempre sabía dónde golpear, qué sitios debía presionar para poner a las personas al límite.

-Cassie está haciéndose cargo de ella –dijo entonces Derek-. Se quedará en su dormitorio y no será necesario moverla de un lado a otro.

La vampira nos miró a ambos con una expresión de consternación. Derek tiró de mí para que nos pusiéramos en marcha y salimos del cenador, esquivando a una inmóvil Anna; conforme íbamos reduciendo la distancia desde la mansión pude escuchar un cierto nivel de alboroto.

Miré a Derek de manera interrogante, pero él negó con la cabeza, incapaz de poder darme una respuesta sobre lo que estaba pasando.

Ya en el vestíbulo nos encontramos con Morticia haciendo de anfitriona mientras un séquito de doncellas se encargaban de recoger los abrigos de aquellas invitadas y se inclinaban en pequeñas reverencias, como si estuvieran delante de algún miembro de la realeza.

Pero una ola de frío me recorrió de pies a cabeza cuando vi a Bergamota van Tassel acompañada de Helga Sinclair en mitad del grupo, charlando animadamente con la propia Morticia.

-¿Qué hace ella aquí? –pregunté en un susurro, incapaz de apartar la mirada de Helga.

Derek también parecía encontrarse sorprendido de que dos vampiras del aquelarre Herz se encontraran allí. Morticia había pasado ya a saludar al resto de invitadas, mujeres a las que conocía vagamente de vista; nosotros seguíamos paralizados en el pasillo que desembocaba en el vestíbulo, incapaces de dar un paso más.

¿A qué estaba jugando Morticia cuando había permitido entrar aquí a dos mujeres que colaboraban estrechamente con los gemelos Herz?

-Helga no puede hacer nada –me aseguró Derek, estrechándome la mano-. Aquí estás a salvo.

Pero no funcionó. Mi espalda empezó a molestarme, recordándome las marcas que Lyle había dejado en ella cuando me azotó gracias a Helga; las cicatrices habían terminado por desaparecer, pero yo no las había olvidado.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando los ojos de Helga se clavaron en mí a través de la pequeña multitud; sus labios se curvaron en una peligrosa sonrisa y, sin apartar la mirada de mí, se inclinó hacia Bergamota para susurrarle algo al oído.

Tuve que romper el contacto visual cuando Derek hizo avanzar hacia donde se encontraba Morticia, quien todavía se encontraba saludando a algunas de las vampiras.

La madrastra de Derek se giró hacia nosotros cuando nos oyó acercarnos; esbozó una convincente sonrisa y nos hizo señas para que fuéramos hasta donde se encontraba ella. Ya había advertido a la hora del desayuno que iba a invitar a algunas de sus viejas amistades, y todos sospechamos que ese simple gesto era una estrategia para comprobar cómo se encontraban nuestras relaciones con los otros aquelarres.

Era evidente que también debíamos haber tenido en cuenta al aquelarre Herz.

-Ah, Derek, Galatea –nos saludó Morticia efusivamente.

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora