☽ | Chapter 67.

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LAS 50 SOMBRAS DE ANASTACIA

Cuando di media vuelta para marcharme del vestíbulo, una vez Yolanda hubo abandonado finalmente la mansión, me topé con Anastacia al final de las escaleras; la vampira me observaba con el ceño fruncido, evidenciando que había estado escuchándome a escondidas.

Al ver que estaba inmóvil, decidí subir las escaleras y enfrentarme a ella. No sabía qué era lo que estaba pasando entre Anastacia y Derek, el qué podría suceder para que mi novio hubiera decidido convertirse en un fiel protector de aquella completa desconocida; Anastacia me recibió en el primer piso con una sonrisa peligrosa.

-¿Tan rápido quieres deshacerte de mí, Galatea? –me preguntó.

Por algún extraño motivo, la vampira había decidido quitarse la máscara delante de mí. No me pilló por sorpresa encontrarme con una faceta completamente distinta a la que mostraba con otros miembros del aquelarre, incluso con el propio Derek; sin embargo, ver el verdadero rostro de Anastacia me infundió esperanza, pues eso quería decir que no me estaba equivocando con mis intuiciones: que Derek la encontrara entre los escombros y con el cuerpo parcialmente quemado no había sido ninguna casualidad. De igual modo que había sucedido con mi captura, alguien debía haber propiciado ese descubrimiento.

Esbocé una media sonrisa.

-No está bien escuchar conversaciones ajenas, Annie –pronuncié su diminutivo con desprecio; yo tampoco seguiría fingiendo un segundo más que sentía aprecio por aquella maldita mujer-. Pero sí: te quiero fuera de aquí de inmediato.

Anastacia se echó a reír entre dientes, profundamente divertida.

-¿Y eso por qué? –siguió presionándome, disfrutando cada segundo-. ¿Acaso temes que Derek te sustituya tan rápido?

Me abalancé hacia delante para arrinconar a Anastacia contra una pared; puse mi antebrazo sobre su cuello, deseando poder asfixiarla. Ella, en vez de sentirse acobardada por su precaria situación, hizo que su sonrisa se hiciera mucho más amplia y venenosa.

Apreté con más fuerza mi antebrazo.

-¿Quieres sustituirme tú? –le espeté con rabia-. ¿Es por eso por lo que has venido hasta aquí?

Su risa me sacudió de pies a cabeza.

-He venido para quedarme, Galatea –me dijo en tono confidencial-. Derek me ha ofrecido más de lo que yo podría obtener ahí fuera. No pienso renunciar a ello, de igual modo que tú no lo hiciste en tu momento.

-No voy a permitir que te salgas con la tuya, Anastacia –le prometí en tono peligroso-. No voy a permitir que sigas manipulando a Derek a tu antojo.

-¿Quién ha dicho que yo esté manipulándolo? –se carcajeó-. Quizá Derek esté haciéndolo por el mismo motivo que lo hizo contigo en el pasado, Galatea.

La empujé contra la pared y ella se echó a reír de nuevo.

-Deberías tener en cuenta algo, Galatea: no te conviene tenerme de enemiga –me susurró en tono bajo-. Ya has visto a Derek, podría conseguir que se pusiera a mis pies con un simple chasquido de dedos.

Alcé mi puño para golpearla duramente, pero algo me detuvo. Giré el cuello para ver quién había osado detenerme en mis intenciones, topándome con el rostro mortalmente serio de Bala; el vampiro había aparecido de la nada en el momento oportuno y Anastacia sonreía con socarronería, quizá complacida de haberse visto pillada en una situación tan propicia para su constante teatro.

-Basta, Galatea –me advirtió el vampiro.

Apreté los dientes, reacia a querer obedecer a la orden implícita que contenía aquella simple palabra. Algo dentro de mí me exigía que golpeara a esa vampira, que le demostrara que no iba a salirse con la suya; no sabía hasta dónde había podido escuchar Bala, por lo que podría salir bastante perjudicada si decidía contárselo a Derek. Una ínfima parte de mí no le importaba lo más mínimo.

MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora