☽ | Chapter 91.

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LOS (NO TAN SECRETOS) VICIOS DE GARRETT KOZMA

Me quedé en aquella habitación unos instantes más sola. La cabeza no me molestaba en absoluto tras el golpe que había recibido a traición por la vampira, pero decidí palpar por mí misma la zona donde la culata había impactado para poder asegurarme de que estaba en lo cierto.

Respiré de alivio al sentir mi piel tersa, sin ningún tipo de marca. Como si mi capacidad de curación hubiera vuelto a su estado original, sin interferencias por parte de la plata que aún estaba dentro de mi cuerpo; eso me dio esperanza, haciéndome valorar la posibilidad de que la plata hubiera sido definitivamente eliminada de mi organismo.

Entonces volví a pensar en la situación de Anna dentro del aquelarre. Podíamos perder mucho si Ferenc decidía expulsarla, obligándole a abandonar la mansión; el odio y resentimiento de la vampira serían aliciente suficiente para que quisiera unirse a las huestes enemigas.

Salí del salón en estampida, rezando para que aquellos segundos de dudas que había permanecido allí dentro no me hubieran alejado demasiado de Derek. El vestíbulo estaba completamente vacío, así que me dirigí a toda prisa hacia el pasillo que conducía al antiguo despacho de Derek, y que ahora ocupaba su padre.

Por suerte para mí, Derek estaba con ambas manos en los picaportes.

Di un grito que lo sobresaltó, impidiendo que se me escapara. Aceleré hasta situarme a su lado, mirándolo con severidad; su rostro se había convertido en una máscara imperturbable y su mirada resplandecía con decisión.

-No puedes hacerlo –le dije.

Derek entornó los ojos, como si no me hubiera escuchado bien.

-No puedes pedirle a tu padre que expulse a Anna –repetí.

Su máscara imperturbable cambió drásticamente a un gesto estupefacto. Casi era capaz de escuchar el hilo de sus pensamientos, preguntándose si el golpe con la culata no habría tenido algún efecto secundario; las ganas que tenía Derek de perder de vista a Anna, de librarse de ella de una vez por todas, le impedían ver las consecuencias de ese deseo.

-¿Estás pidiéndome que no hable con mi padre? –quiso asegurarse, frunciendo el ceño-. ¿Quieres que Anna siga aquí, intentando hacernos la vida imposible?

Dicho de ese modo, lo cierto es que mi petición parecía propia de alguien masoquista, como si fuera una niña pequeña a la que se le estuviera moviendo un diente y, a pesar del dolor que le causaba la pieza dental casi suelta, era incapaz de parar de darle con la lengua.

Así era como debía imaginarme Derek en aquellos instantes: como la niña del diente a punto de caérsele.

-Es peligroso –le dije.

El rostro de Derek se mantuvo en la misma expresión de desconcierto que antes, sin entender cómo era posible que estuviera pidiéndole que Anna, mi reconocida archienemiga, siguiera bajo nuestro mismo techo; mi parte vengativa y oscura estaba deseando presenciar cómo Derek le daba la patada, pero aún no había llegado el momento.

Al menos, no hasta que hubiéramos conseguido salir victoriosos de lo que se nos venía encima de la mano de Calígula Lara y Eneas Wendt.

-Es mucho más peligroso que se quede aquí, tan cerca de ti –me contradijo entre dientes.

-Puedo lidiar con Anna –intenté sonar casi bromista-. Pero no podemos permitir que Anna se marche de aquí... al menos de momento.

Derek retiró las manos de los picaportes, girándose para que quedáramos frente a frente. Estaba dispuesto a escucharme.

MidnightWhere stories live. Discover now