El bisabuelo y la bisnieta

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Capitulo 89:

Se detuvo frente aquella puerta, sintiendo un nudo en la garganta. Zayn estaba detrás de ella, podía sentir el calor de su cuerpo cerca. Él llevaba a la pequeña Amara contra su pecho, dentro de una mochila para bebés. Amara dormía profundamente contra los latidos del corazón de su padre, sin entender absolutamente nada de lo que su madre estaba pensando o sintiendo. Giró un poco y lo miró. Zayn levantó la mano para acariciar su rostro.
—¿Quieres que entremos contigo? —le preguntó. Ella se apoyó en aquella mano fuerte y protectora y la había cuidado tanto.
—No —murmuró y lo miró fijo a los ojos —Creo que necesito un poco de tiempo, nada más.
—Bien —asintió él —Te esperaremos aquí... cualquier cosa me avisas.
Ella asintió y tomó el picaporte de la puerta, empujándola suavemente para entrar. Los sonidos llegaron hasta ella, el suave olor a suero. Observó al hombre acostado en la cama del medio de la habitación. Ese de ahí no era su temerario abuelo. No era el hombre al que mucha gente temía y respetaba. Ese de ahí era un humano, una persona que estaba llegando a su fin. Jamás pensó que vería de esa manera a Anthony. Tan débil, tan solo.
Se acercó lentamente a la cama, observando mejor su rostro. Pálido, bolsas residían debajo de sus ojos. Se veía más viejo de lo que realmente era.
Se quedó quieta, sin hacer nada. Él parecía estar dormido, el único ruido que llenaba la habitación era aquel aparato que marcaba los latidos lentos de su corazón.
Entonces sus ojos grises se abrieron y se encontraron con los de ella. Ella vio la desesperación en sus ojos. Recordó sus palabras cuando la había ido a ver al campo. Estaba asustado de morir. Con cuidado estiró la mano, hasta encontrar la de él. Estaba algo fría.
—Hola —le dijo. Ella sintió el movimiento de la mano de él debajo de la suya —Mamá me avisó que estabas aquí... y yo quería verte.
—Gracias —dijo él apenas audible.
—¿Cómo te sientes? —que pregunta más estúpida, pensó.
—Como si me estuviera a punto de llevar el diablo...
Vanessa rió por lo bajo y la angustia de ella creció.
—A... abuelo, yo... yo venía a decirte que...
—¿Dónde está ella? —la interrumpió.
—¿Qué? —preguntó algo sorprendida. Él apuntó con un suave movimiento de cabeza hacia su panza. Vanessa se congeló.
—Ya nació, ¿Cómo se llama?
Ella le entregó una pequeña sonrisa.
—Amara Kathleen Malik Hudgens...
Sus ojos brillaron con una emoción que la morena jamás le había visto. Pudo ver la soledad en él, los años de soledad que había pasado desde la muerte de su abuela.
—Debe ser hermosa.
—Está aquí —dijo ella —Está con su padre afuera...
—Quiero verla —le pidió. La morena asintió y se acercó a la puerta. La abrió y Zayn estaba allí sentado, acariciando un bracito de Amara. Zayn levantó la mirada al escuchar el sonido de la puerta.
—Él quiere verla —le dijo en voz baja. Zayn se puso de pie y sacó a la pequeña del refugio de su mochilita. Con cuidado se la tendió a su madre. Vanessa la abrazó a sí misma y volvió la vista a él.
—Yo no debo entrar —le dijo él como si leyera lo que ella estaba pensando —Es un momento solo de ustedes, lo necesitas. Ella asintió. Zayn se inclinó y besó sus labios suavemente, haciendo que su corazón se acelerara y calmara a la vez —Todo va a estar bien...
—Gracias.
—Te espero aquí. Te amo.
—Y yo a ti.
Volvió a la habitación. De alguna manera Anthony había logrado sentarse en la cama, contra las almohadas. Ella pudo ver el cansancio más instalado en su rostro. Cerró la puerta y se acercó a él.
Sin decir nada colocó a Amara en sus brazos. La pequeña tenía los ojos abiertos y lo miró con suspicacia.
Anthony estaba quieto, parecía que no respiraba. Miraba a la niña con la misma suspicacia que ella lo miraba a él. Entonces levanto una mano, temblorosa, para tocar su rostro. Amara levantó una manito y tomó uno de sus dedos, apretándolo. Siguió mirándolo fijo, pero la desconfianza había desaparecido de su mirada miel.
—Es hermosa —murmuró sin quitar la vista de ella. Vanessa tragó saliva, tenía la garganta seca. Un nudo de lágrimas amenazaba con salir de ella —Tómala, niña, no dejes que se llene de lo malo de este viejo.
La morena se acercó y la alzó. Ellos se miraron en silencio. ¿Por qué le era tan difícil decir las malditas palabras? Porque la verdad era que no quería que él muriera. No aun.
—Abuelo.
—¿Si?
—No te mueras —le dijo.
Él alzó ambas cejas, sorprendido. Una sonrisa tiró de las comisuras de sus labios. Alzó la mano y tocó uno de los brazos de la morena.
—Esa decisión no está en mis manos, Vanessa.
—Lucha un poco más, abuelo...
—Estoy cansado, niña, tu abuela está esperándome.
Los ojos de ella acumularon las lágrimas. Se acercó un poco más a él, tomó su mano y la apretó. La primera lágrima resbaló.
—Te perdono...
Por primera vez en la vida, ella veía como los ojos grises e impenetrables de su abuelo se llenaban de lágrimas.
—¿Si? ¿Me perdonas?
Un sollozo escapó de sus labios y levantó una mano para acariciar su viejo rostro. A pesar de todo tenía lindos recuerdos de cuando era una niña y su abuelo la llevaba al campo y jugaba con ella.
—Sí, te perdono.
Las lágrimas que caían ahora por su rostro, no eran lágrimas de dolor, no eran lágrimas de angustia. Sabía que había hecho bien, sabía que aquello era lo correcto. Porque en sí todos podemos cometer errores en la vida, algunas personas merecen ser perdonadas, otras no. Y ella podía ver el arrepentimiento de su abuelo. Él merecía una segunda oportunidad.


Camila.

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