Niña o niño

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Capitulo 38:

Él apoyó las manos con fuerza sobre la mesa. Se le estaba agotando el tiempo, tenía que obtener el dinero de la forma que fuera.
Maldita era su suerte. Hasta hacía poco estaba muy seguro de que no tendría más problemas, ya que el maldito viejo estaba a punto de morir. Entonces ella hederaría todo y él podría manejarlo. Pero nada de eso había pasado. La maldita mocosa había arruinado todo. Embarazada. ¡Ella estaba embarazada! La noticia le había caído como un balde de agua fría. Con aquel pequeño bastardo en camino todos sus planes se habían ido a la basura. Ahora solo podía esperar a que Anthony reaccionara y lo nombrará a él como heredero de todo. El maldito viejo simplemente no había dicho nada con respecto al embarazo de su nieta. Solo le dijo: hazte cargo, es tu hija.
Y ahora él tenía que andar rogando por su vida. Si el gordo Tonny (sí, muy los simpsons) no lo mataba por las deudas de juego, lo mataría el maldito dolor de cabeza que tenía. Pero pronto iba a encontrar una solución para todo.
Soltó un suspiro y tomó la copa de wishky que estaba frente a él. A veces el alcohol lo ayudaba a pensar mejor. Algo tenía que ocurrírsele...
La puerta de su despacho sonó con dos suaves golpes.
—¡No estoy para nadie! —exclamó él. La puerta se abrió de todos modos y ella se asomó con cuidado.
—Robert... —dijo en un susurro.
—¿Qué quieres, Michelle? ¿Qué quieres? —le preguntó irritado. Tenía demasiados problemas como para tener que soportar a su esposa también.
—Quiero... quiero saber en donde está mi hija. La he llamado a su departamento, pero nadie me contesta, y su celular está apagado.
—¡No lo sé! —dijo exasperado —Y tampoco me importa. Para mí, Vanessa, está muerta...
—¡No digas eso! —le gritó ella. Era la primera vez que Michelle le elevaba la voz a su marido. Tantas años viviendo como una persona sumisa... tantos. Estaba cansada.
—Escucha bien lo que te voy a decir, mujer —le dijo mientras se ponía de pie. Michelle se agitó y retrocedió algunos pasos —Olvídate de Vanessa, no vas a verla, ni a buscarla, ¿entendiste?
Michelle dejó que las lágrimas llenaran sus ojos. Ella era su hija, ¿Cómo podía pedirle algo así? Vanessa la necesitaba, y ella lo sabía. Su instinto de madre se lo decía todos los días.
—¿Por qué odias a nuestra hija, Robert? —le preguntó. Era una pregunta que ella misma se hacía todos los días cuando despertaba —Ella... es el regalo de nuestro amor.
—Jamás te amé, Michelle. Ella solo fue un deseo de mi padre... un deseo que salió realmente mal —aseguró y se volvió a sentar. Le dio un trago a su bebida.
Michelle sintió una presión insoportable en medio del pecho. Aquel era su límite, claro que sí. Ya no podía seguir así. Tanto daño, tanto dolor... No tenía por qué seguir así. Se paró erguidamente y levantó la barbilla.
—Quiero el divorcio —le dijo.
Robert la miró al instante. Entonces se echó a reír. Michelle no se achicó, solo levantó más la barbilla, demostrándole que no bromeaba. Robert comenzó a calmar su risa lentamente. Se restregó los ojos y la miró de nuevo.
—La verdad, cielo, no esperaba reírme el día de hoy...
—Sigue riéndote, Robert, todo lo que quieras —le sonrió con cierto dolor en la mirada. Pero no iba a echarse atrás, no —Pero espera tranquilo el llamado de mi abogado.
Salió de allí dando un portazo. Robert Hudgens iba a conocer quien era ella realmente. Ya no más miedo, ya no más maltratos. Iba a asumir el control de su vida, e iba a ocuparse de su rol de madre. Era algo que tuvo que haber hecho hacía mucho tiempo. Solo que no había tenido el suficiente valor.


Vanessa esperó ansiosa a que Zayn terminara de tragar el primer bocado. Habían estado hablando mientras ella cocinaba. En el refrigerador había encontrado un poco de carne y varias verduras. Con eso había improvisado algo. Pero sabía que por la mañana tendría que ir al súper a hacer varias compras.
—Vanessa —la llamó él cuando terminó de tragar. Ella lo miró alzando ambas cejas.
—¿Qué? —preguntó.
—Ya te puedes casar...
Ella frunció el ceño y luego sonrió.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Mi madre siempre dice —dejó de hablar y se limpió la boca con una servilleta. Tomó un poco de jugo y respiró —Que cuando la comida de una mujer sale deliciosa, ya está lista para casarse...
—¿Eso quiere decir que me salió rico? —inquirió.
—Delicioso, es la palabra.
La morena sonrió y se mordió levemente el labio inferior. Se sentó bien en la silla y comenzó a comer con él. El ruido de los cubiertos contra el plato, era el único sonido que vibraba por aquella cocina.
—Mi turno con el obstetra es a las tres...
—Le dejaré todo el taller a Niall —asintió él.
—Pero es tu cumpleaños —dijo.
Él la miró con la boca llena y arqueando una ceja. Terminó de masticar.
—¿Y eso que tiene que ver? —quiso saber.
—Que deberíamos hacer algo por tu cumpleaños.
Él negó con la cabeza mientras tomaba jugo. Apoyó el vaso con cuidado en la mesa y volvió al ataque de su comida.
—Nada de festejos.
—¿Por qué no? —quiso saber.
—Porque no me gustan...
—Mentira —le dijo ella. Él la miró de nuevo —Tú madre me dijo que cuando eras niños amabas festejar tus cumpleaños.
—Sí, lo acabas de decir: cuando era niño. Ahora ya no lo soy.
—Pero...
—No, Vanessa, dije que no. No quiero cumpleaños —la interrumpió. Ella bajó la mirada hacia su plato de comida y pinchó un trozo de carne para luego metérselo en la boca. Zayn la miró atento. Tenía que cambiar de tema – Estoy bastante ansioso para que sea viernes... al fin vamos a conocerlo.
—O conocerla —dijo ella sin mirarlo. Estaba algo concentrada en sus verduras. Él sonrió.
—Va a ser niño —aseguró.
Entonces Vanessa dejó de mirar su comida y lo miró. ¿Por qué demonios los hombres estaban tan obsesionados con tener hijos varones? No eran mejores que las mujeres, para nada. ¿Y qué pasaba si no era niño? ¿Iba a rechazarla por eso, tal como Robert lo había hecho con ella?
De pronto se le cerró la boca del estomago y el hambre la abandonó.
Zayn pudo notar el cambio que se acababa de producir en ella. ¿Había dicho algo malo?
Ella bostezó, o mejor dicho, fingió bostezar. Corrió su plato hacia un costado y se puso de pie.
—Creo que voy a darme un baño, y me iré a dormir... estoy agotada.
Caminó hacia la puerta.
—Vanessa... —ella se detuvo.
—¿Si?
—¿No quieres mirar una película? —preguntó. Ella lo miró bien —El sillón nuevo que pusiste en la sala parece cómodo...
—Lo es... —asintió.
—Y quedó muy bien frente a mi plasma. Tengo una colección de películas... puedes elegir la que quieras y la vemos —el estomago de ella gruñó. Zayn sonrió —Tal vez tú ya no tengas hambre. Pero me parece que peque si lo tiene...
—¿Peque? —inquirió ella.
—Sí, decidí decirle así hasta que tengamos un nombre.
—Estoy empezando a odiarte, ¿sabes? —le dijo ella.
Se sentía indignada con ese hombre. Pero, ¿Quién demonios se creía que era? Estaba frustrada. Él la confundía.
Zayn esbozó una pequeña sonrisa y se llevó un poco de carne a la boca.
—Lástima —se encogió de hombres y apretó los labios. La miró —Tú me caes bien...
Vanessa dejó escapar una sonrisa, pero sacudió la cabeza y volvió a ponerse seria.
—Bien... —dijo ella sin saber que decir.
—Entonces, ¿aceptas ver una película conmigo? —le preguntó.
—Está bien —suspiró. Volvió a sentarse para terminar de comer.
—¿Por qué te enojaste? —quiso saber él.
—Por nada —murmuró.
—Vamos, Vanessa, sé que te enojaste. Necesito saber por qué así no volveré a hacerlo.
—¿Por qué quieres saberlo? —preguntó ella.
—Porque eres la mami de mi peque, y creo que a peque no le gusta cuando te enojas, porque dejas de comer —le sonrió.
—Zayn...
—¿Qué? —le preguntó con ternura.
—No te odio —dijo por lo bajo. Él volvió a sonreír.
—Es bueno saberlo.
Ella se removió algo nerviosa en la silla. No sabía si preguntarle o no. No sabía si quería saber su respuesta o no. Respiró profundamente.
—Si llegara a ser niña... ¿Qué sentirías? —le dijo al fin. Él no contestó al instante, solo se quedó mirándola fijamente. Ella comenzó a sentirse nerviosa.
—La verdad... no sé que sentiría, Vanessa—la decepción se cernió sobre ella y sus estúpidas esperanzas. Sacó su mirada de la suya —Porque no tengo con qué comparar la emoción de ser padre. Pero puedo decirte como me lo imagino... —ella volvió a mirarlo, con interés. Tal vez no iba a desilusionarse —¿Quieres saberlo?
—Sí, sí —asintió tontamente.
—No sé por qué los hombres tenemos esa idea de... el primer hijo tiene que ser un hombre. Más que nada creo que es algo... machista y estúpido. Pero no voy a mentirte. Me asusta mucho más la idea de tener una frágil y pequeña princesa, que un regordete y pequeño campeón... Sí es hombre, va a estar casi siempre debajo de tus polleras y yo voy a tener que pelear con él por un poco de tu atención. Pero si es niña... si es niña va a ser completamente mía. Me voy a enamorar de ella —su mirada estaba fija en la nada, como si se estuviera imaginando ese momento —Mucho más si sale la mitad de linda que su madre... Va a ser mi princesa. Seré el padre más... celoso, posesivo y celoso de nuevo, del mundo. Pobre del que mira a mi hija más de la cuenta. Pobre del que toque a mi hija(...)
(...)Pobre del que se atreva a besar a mi hija. Voy a tener que encerrarla en una torre, para que nadie pueda hacerle daño... jamás.
Vanessa se quedó sin habla. ¿Podía un hombre hacerla pasar del odio, al desconcierto y luego al asombro en menos de cinco minutos? Sí, al parecer sí.
Se tocó el vientre debajo de la mesada y encontró los latiditos. Eran acelerados como un motor sobrecargado.
—Creo que la asustaste —le dijo ella —Y ahora no quiere ser niña...
Él sonrió y se puso de pie. Juntó los platos vacíos de ambos y se dispuso a lavar todo. Vanessa juntó los vasos y se los alcanzó.
—Realmente, no importa lo que sea, morena —le dijo sin dejar de lavar. Ella contemplaba su perfil con interés —Siempre voy a ser su padre y siempre va a tener amor de mi parte...
—¿Lo prometes? —preguntó ella sin darse cuenta.
Por alguna razón necesitaba que él le prometiera aquello. Ella quería una garantía de amor paterno para su bebé. Jamás se perdonaría que pasara lo mismo por lo que pasó ella.
Zayn terminó de lavar y la miró de costado.
—Lo prometo, bonita —dijo él.
Vanessa se sonrojó levemente ante el nombre cariñoso. Él no debería llamarla de aquella forma. Acomodó su garganta y terminó de secar las cosas que él había lavado.
—Bueno, ¿vemos esa película? —le preguntó ella.
—Sí —dijo y se secó las manos —¿Quieres palomitas de maíz?
—Por Dios, claro que sí —sonrió contenta —Bien... yo voy a buscar la película y voy a preparar bien el sillón, mientras tú haces las palomitas.
—Trato hecho.
Vanessa salió de allí y corrió hacia su habitación. Mientras lo miraba lavar los platos se le había ocurrido una gran idea para su cumpleaños. Al diablo si él no quería hacer nada... ella iba a hacerlo de todos modos. Tomó su celular buscó el número de la casa de los Malik. Se puso el teléfono en la oreja y esperó hasta que atendieron.
—¿Hola? —dijo ella.
—¿Trish? —inquirió.
—Oh, Vanessa, querida... ¿Cómo estás, cielo? —preguntó —¿Estás bien? ¿Te pasó algo malo? ¿Necesitas que vayamos para allá?
Vanessa rió por lo bajo.
—No, Trish, tranquila, estoy bien. Solo necesito pedirte un favor. Para mañana necesito todas las fotos y recuerdos que tengas de Zayn y su abuelo Simón...

Camila

Es ComplicadoWhere stories live. Discover now