En casa

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Capitulo 88:

Semana uno (siete días)

Ella estaba sentada en su cómodo sillón. El silencio reinaba a su alrededor, mientras la pequeña bebé estaba realmente prendida de su pecho. Esa niña si que tenía hambre. Era como un reloj. Cada dos horas lloraba por su comida. Era increíble. La observó. Aquella pequeña boquita succionaba con ansias. A veces se detenía, como para respirar, pero al segundo volvía a la carga.

Siete días habían pasado rápidamente, su hija cumplía una semana de vida. Amara había llenado su vida de una forma que no podía explicar. Era perfecta en cualquier sentido de esa palabra. Y lo mejor de todo, era que era suya.
Con su mano acomodó el cabello lacio sobre su cabecita. Había decidido no raparla aun, aunque su madre y Trish le habían recomendado hacerlo. Es que le gustaba ese cabello. Tan suave, tan frágil. Observó su manito izquierda, que se apoyaba sobre el pecho que estaba tomando. Aquellos dedos eran tan minúsculos. Sonrió al ver que ella la estaba mirando atentamente. Sus ojos eran enormes y de un miel tan profundo. Alex le aseguró que con el tiempo se irían aclarando. Eran los ojos de su padre.
—¿Qué pasa, princesa? —le preguntó. Amara sonrió sin soltar la teta. Vanessa rió.
La puerta de la casa se abrió y él ingresó rápidamente. Se detuvo de repente al verla ahí sentada, con la pequeña en brazos. Todavía no podía creer que ambas estuvieran allí con él, viviendo con él. Todo era tan perfecto que no parecía real.
A Vanessa se le iluminó el rostro. Si estaba allí significaba que había terminado de trabajar en el taller. A pesar de estar a solo unos cuantos escalones de distancia, lo extrañaba horrores. Y no se animaba a bajar a visitarlo... en realidad no podía.
—¿Otra vez comiendo? —inquirió él. Vanessa miró a su hija y luego volvió la vista a él.
—Es un pequeño barril sin fondo —le aseguró.
Zayn se acercó hasta ellas y se sentó en frente, sobre la pequeña mesita de café que allí estaba. Levantó la mano y tocó la mejilla de Amara. Vanessa observó que tenía las manos limpias. Siempre que subía del taller las traía así. Le había dicho que no quería tener que esperar a ir al baño de la casa para poder acercarse y tocarla.
Amara soltó el pecho de su madre. Al instante Vanessa se acomodó y la levantó para colocarla sobre su hombro y que hiciera el provechito. Se miraron a los ojos.
Las cosas entre ellos estaban... ¿Cómo explicarlo? Vanessa había creado un pequeño muro, por el cual el intentaba pasar cada día, teniendo un poco de excito pero retrocediendo al día siguiente. Ella le decía que lo amaba, el veía el amor en sus ojos. Pero aun estaba presente ese miedo, esa inseguridad. El fantasma de Hilary no se alejaba. Él le había contado lo que había descubierto gracias a la carta que el cobarde de su primo le había dejado. Vanessa lo había escuchado atónita. Y desde entonces la tensión se había hecho parte de sus encuentros a solas. Por las noches, compartían la nueva cama que él había comprado. Ella dormía entre sus brazos, tensa, y al primer sonido de Amara se levantaba de un salto e huía de la habitación.
—¿Vas a contarme que sucede? —le preguntó. Ella alzó ambas cejas, sin dejar de dar suaves palmadas en la espalda de la bebé.
—Que sucede con qué —le dijo con voz suave.
—Con nosotros...
Él percibió el cambio en ella en ese preciso instante. Amara soltó un eructito. Vanessa la miró y comenzó a mecerla suavemente para que se durmiera.
—No sé a que te refieres —dijo sin mirarlo. Él se inclinó hacia ella y la tomó del mentón para hacerla mirarlo, cuando sus miradas se encontraron habló.
—Sé que algo pasa, mi amor... y necesito saber que es. Porque no quiero que haya barreras entre nosotros, de ningún tipo.
Vanessa se mordió el labio, nerviosa. No sabía como hablar del tema... es que en realidad ni ella sabía lo que pasaba. Tomó aire y lo soltó en un suspiro.
—Tengo miedo —le dijo. Zayn acarició su mejilla.
—¿De qué? —quiso saber.
—De nosotros... yo creo que me había hecho a la idea de que los nuestro no iba a ser, y ahora estamos aquí juntos, con nuestra hija... es... complicado —soltó una risita nerviosa.
Malik suspiró algo aliviado, solo era eso. Ella temía que todo lo perfecto del momento se destruyera en un instante. La comprendía.
—Te amo, ¿lo sabes? —le dijo. Ella asintió levemente, sin apartar la mirada de la suya —Nunca olvides eso...
—Yo también —murmuró ella. Él se acercó un poco más y depositó un suave beso sobre sus labios. Ambos escucharon como Amara suspiraba en sueños. Sonrieron. Ella se puso de pie y Zayn la imitó.
—Dámela un ratito —le pidió.
—Pero está dormida, voy a llevarla a la cuna...
—No, que duerma sobre papá —rogó y se la sacó, colocándola sobre su pecho. En esos siete días que llevaban conviviendo había aprendido lo bueno que había sido tomar un curso de cambios de pañales —Mi amor, te extrañé todo el día... —acercó su nariz a su cuellito y la olió. Amaba hacer eso.
—Entonces yo iré a preparar la cena...
—Me parece estupendo —dijo él mientras se sentaba en el sillón y tomaba el control de la tele. Vanessa sonrió y despareció de su vista, entrando en la cocina. Zayn comenzó a cambiar de canal, sin prestarle atención a nada. Escuchó que el teléfono comenzaba a sonar y unos segundos después escuchó la voz de Vanessa al atender. Trató de escuchar lo que decía.
—¿Qué? —la escuchó preguntar. Luego un largo silencio —Yo... —otro silencio más. Él se sentó mejor en el sillón y se preparó para ponerse de pie —Está bien, mamá... Sí ella está muy bien, muy bien —pudo percibir la angustia en su voz. Decidió pararse e ir a la cocina. Ella seguía con el teléfono pegado a la oreja cuando él ingresó —Sí, gracias por avisarme, te amo, adiós.
Él esperó en silencio a que ella hablara. Pero no lo hacía. Decidió preguntar.
—¿Qué pasó? —los ojos de ella estaban algo vidriosos.
—Era mi madre... —dijo con voz queda —Quería avisarme que... internaron a Anthony y que está muy mal. Dijeron que no pasaría de esta noche.
Zayn se quedó callado, analizando sus palabras. Entonces la primera lágrima escapó de ella. La secó al instante, intentando ocultar su dolor. Él se acercó a ella.
—¿Quieres ir a verlo? —preguntó.
—No... no lo sé.
—Vanessa, amor, sabes que necesitas ir a hablar con él y decirle todo lo que tienes para decirle. Es el momento.
Ella asintió y cerró los ojos. Era hora de perdonar a su viejo y gastado abuelo.

Camila.

Es ComplicadoWhere stories live. Discover now