Nachos con queso, chocolates, gaseosas y todo lo demás.

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Capitulo 62:

Vanessa tomó asiento frente a Jesse, en aquel pequeño bar al que había decidido entrar. En todo el trayecto que les llevó llegar hasta allí, ella había evitado hablarle. No sabía como podía estar tan tranquila teniéndolo allí. Desde que él la había dejado, ella se había imaginado cientos de formas distintas de matarlo y hacerle pagar todo su dolor.
Pero ahora, enfrentada a su cínico rostro, no sentía ninguna necesidad de venganza. Era extraño... estaba sorprendida de verlo, claro que sí, incluso estaba algo enojada, pero en cierto modo sabía que podría manejarlo.
—¿Cómo fue que terminaste embarazada, mi amor? —le habló al fin. Vanessa soltó un cansado suspiro.
—No es asunto tuyo, Jesse —le aseguró —Solo dime lo que realmente quieres, así puedo irme a dormir... estoy cansada.
Jesse llamó a uno de los mozos, pidió un café y un licuado de frutillas para ella. Vanessa lo odió por eso. Él sabía que el licuado de frutillas era una de sus debilidades. El mozo se marchó con la orden.
—Sé que estás dolida conmigo —continuó hablando —Y sé que merezco tu rechazo, tu frialdad... pero de algún modo puedo repararlo, y tú lo sabes. Sino no estarías aquí conmigo. Yo he cometido un gran error, Vanessa...
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó interrumpiéndolo —¿Te explotó la silicona en la cara?
—Jennifer conoció a un francés, dueño de una fabrica de perfumes —le contó y sin mirarla jugó con la pequeña servilletero que estaba sobre la mesa —Le gustaron los perfumes...
—Le gustó el dinero —lo corrigió ella.
Él sonrió divertido, Vanessa sintió un retortijón en la boca del estomago. Siempre le había gustado el modo en que Jesse sonreía con los labios sellados. Era un hombre del tipo galán de cine... no se veía grotesco, ni temperamental. Era más bien de los delicados, que no levantaban la voz y todo lo arreglaban con una simple sonrisa. Y era ahora cuando lo estaba intentando hacer, con ella.
Por así decirlo empezó a recordar, a recordar como era todo cuando ellos estaban juntos, cuando ella creía que él la amaba. Era feliz. Sí, así de engañada y todo, ella era feliz. Iban a cenas, a reuniones, eran la pareja perfecta en cada acontecimiento importante. Estando con él sus problemas no eran visibles e incluso la relación con su padre era más soportable.
—Sí, tienes razón —asintió —Le gustó la billetera de aquel francés... era un poco más abultada que la mía —Vanessa intentó reprimir una risa —Y aunque no lo creas me sirvió mucho, entendí muchas cosas en este viaje.
—Es un poco tarde para eso, ¿no crees? —inquirió ella. El mozo se acercó y colocó los respectivos pedidos en el centro de la mesa.
—No, no es tarde —bebió un poco de café —Podemos hacerlo, mi amor, aun estamos a tiempo.
—Estoy embarazada de otro —le recordó ella.
—Lo sé, y aun me cuesta creerlo —reconoció —Pero sé que en cierto modo es mi culpa. Estabas despechada y te metiste con el primer infeliz aprovechador que se cruzó en tu camino...
—Zayn no es ningún aprovechador y mucho menos un infeliz.
—Sí es un infeliz, cielo... ¿Qué puede darte él?
—En primer lugar, no es mi pareja, solo es el padre de mi bebé. Y en segundo lugar, él podría darme mucho más de lo que tú me diste...
—Pero no te lo está dando —agregó rápidamente —Veo la infelicidad en tus ojos, Vanessa. Él te hace daño.
—No tanto como el que me has hecho tú —le aseguró.
—Bien, ya dejo de hablar de tu tan magnifico Zayn...
—Solo dime de una vez lo que quieres —le pidió ella.
—Tu abuelo me llamó —le informó. Ella lo miró algo sorprendida —Sabes que no anda bien de salud, ¿verdad?
—Algo —dijo simplemente.
—Cuando volví, él lo supo. Entonces me llamó, fui a verlo a su casa y me habló de ti, de lo que habías pasado, de lo que Robert le hizo a tu madre. Es increíble que fuera capaz. Y por lo que sé anda con problemas financieros.
—No tengo ni idea, y tampoco me importa —fue cortante con respecto a eso. La verdad no le interesaba ni en lo más mínimo.
—Bueno, Anthony me pidió que te buscara, que me acercara a ti... que te cuidara. Yo no puedo reprocharte nada de lo que pasó, Vanessa, pero puedo ayudarte a repararlo.
—No entiendo —dijo ella confundida.
—Cásate conmigo, mi amor, así como lo habíamos hablado la navidad pasada, sentados esperando a que fueran las doce. Podríamos hacerlo en el campo, con una enorme y linda carpa blanca, como siempre quisiste —empezó a acercar su silla hacia la de ella. Vanessa no movió ni un pelo, su mirada fija en la verde de él —Compraremos enormes ramos de lirios y rosas blancas —por alguna razón los ojos de ella volvieron a llenarse de lágrimas. Jesse estuvo lo suficientemente cerca como para tocar el vientre de la morena. Vanessa se tensó al instante —Podemos darle una verdadera familia, que nazca en paz y llena de amor. Una McCartney Hudgens, el mundo va a estar a sus pies.

Entonces aprovechó ese momento para acercarse más a ella. Sus labios se aproximaron a los femeninos. Pero entonces Vanessa reaccionó, poniéndose de pie.
—No, Jesse, ya nada queda de lo que yo sentía por ti, nada. Jamás voy a perdonarte, no voy a rebajarme a eso. Y mi hija ya tiene un padre. Un padre que va a darle y enseñarle lo que es el amor de familia —se iba a ir pero lo miró una vez más —Ah, y ella es una Malik, y el mundo ya está a sus pies...
Salió de allí, sin siquiera haber tocado el licuado de frutillas que él había pedido.
—Vanessa... —la llamó Jesse, pero no se detuvo.
Respiró aliviada cuando se encontró fuera del bar, y sin dudarlo comenzó a caminar. No supo bien por cuantos minutos estuvo caminando, sin saber a donde ir. Solo sabía que estaba cansada y quería dormir. Pero no quería ir a la casa de John y su madre, tampoco a lo de Brittany, y mucho menos a lo de Zayn. Ese idiota, pensó mientras apretaba los dientes.
¿Cómo se atrevía a acusarla de hacer algo tan bajo como permitir que otro se hiciera cargo de su bebé? Era un necio, cabrón e impulsivo. Jamás podía razonar cuando lo invadía la rabia.
Sin darse cuenta, acababa de llegar a la gran manzana. Las luces y sonidos de la noche la sacaron completamente de sus pensamientos. Preguntó la hora a una pareja de ancianos que caminaban por allí y se informó que eran un poco más de las diez treinta.
(...)palomitas de maíz dulces, por favor... Ah, y no te olvides de añadirles un poco de mantequilla.
—Por supuesto —contestó la chica.
Vanessa, que lo había escuchado, y que su voz le resultó raramente familiar, giró la cabeza. Sus ojos se abrieron asombrados. ¿De qué iba todo aquello? ¿Podía ser posible que siempre se lo fuera a cruzar cuando menos se lo esperaba?
—¿Alex? —lo llamó.
Él la miró al instante y sus cejas se elevaron levemente, pero luego una pequeña sonrisa curvó sus labios.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó divertido.
Se acercó a ella y besó rápidamente su mejilla. Vanessa pudo oler el suave aroma a cabello limpio y colonia importada.
—Esa pregunta iba a hacerla yo —sonrió ella —¿Acaso me sigues o algo así? No puede ser posible que te encuentre en todos lados.
—Ya quisieras —bromeó —Yo vengo al cine todos los sábados después de una agitada semana de trabajo. Me ayuda a despejarme.
—Por eso mismo he venido yo... Necesito reírme un poco.
—¿Vas a ver Bad Teacher? —inquirió él.
—Exactamente —dijo contenta —¿Tú también?
—Sí, quisiera haber tenido una maestra como Cameron Díaz en mis días de estudiante... hubiese sido tan feliz.
Vanessa soltó una pequeña carcajada.
—Ya lo creo —calmó un poco su risa.
—¿Viniste sola? —quiso saber.
—Sí —suspiró encogiéndose de hombros —¿Tú?
—También —asintió —Antonieta no podía acompañarme, como siempre lo hace. Y traer a mi madre sería como no poder ver nada.
—Eres malo con tu madre —dijo divertida.
—Amo a mi madre... pero es insoportable.
—Está bien —asintió soltando un suspiro.
Dirigió sus pasos hacia el pequeño baño y las ganas de ir la invadieron. Se sorprendió, él tenía razón. Se apresuró a hacerlo rápido, luego se lavó las manos y se acomodó un poco en el espejo. Entonces se puso a pensar un poco.
¿Estaba teniendo una cita con su obstetra?
Frunció el ceño sin dejar de mirarse. No recordaba bien cuando había sido la última vez que había tenido una verdadera cita. Su vida se había vuelto tan rígida que no se sentía una mujer de apenas veintitrés años.
Sacudió la cabeza. No estaba teniendo ninguna cita, solo iba a distraerse un poco y llegó la casualidad de que su obstetra se encontrara allí.
Sí, era hora de despreocuparse de todo y de dejar de pensar que estaba haciendo las cosas mal. Salió de allí, decidida a divertirse y disfrutar de una buena compañía

Camila.

Es ComplicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora