Visita inesperada

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Capitulo 74:

Zayn estaba sorprendido, realmente sorprendido. Simplemente no lo creía. Dejó que la información se filtrara una y otra vez por su mente.
'Se ha ido'
Ella se había ido. Sin decirle por qué, sin decirle adiós... sin un abrazo, sin un beso. Dos días habían pasado desde que Hilary había sido internada. Aun seguía en observación, y él hoy había podido escapar del hospital para ver a Vanessa. El mismo día en que Vanessa supo lo de Hilary y estaba en el hospital esperando a que despertara, la había llamado por teléfono. Vanessa había sonado un poco extraña, pero le había dicho que lo quería. Entonces, ¿Por qué se había ido así sin decírselo en la cara?
—¿A dónde se fue? —le preguntó a Brittany mientras ambos se sentaban en el sillón de su casa. En el sillón que Vanessa había traído allí. Cuando salió del hospital fue a buscarla a casa de su madre y John, pero nadie había contestado. Entonces llamó a la rubia y ella le dijo que tenía que hablar con él, que iría a su casa.
—Al campo de su abuelo —contestó ella —Cuando era niña iba bastante seguido. Es un buen lugar... estará bien.
—¿Por qué? —quiso saber —¿Por qué así, por qué no me lo dijo? —quiso saber.
—Zayn, las cosas están complicadas, y lo sabes —le dijo —Vanessa necesita paz, y tú tienes que encargarte de Hilary hasta que se recupere, ¿no es así? —él asintió levemente —Sé como te sientes, sé que te duele, pero es lo mejor para ambos.
Sí, en cierto modo lo sabía, porque ahora tenía que continuar con Hilary. Ella seguía sin recordar nada, y según el médico que la atendía, no iba a recordarlo. La maldita boda seguía en pie. Pero a pesar de todo eso, le hubiese gustado que ella le dijera lo que quería hacer. No iba a detenerla, pero si iba a dejarle muchas cosas en claro.
—¿Queda muy lejos el lugar? —quiso saber.
—Son tres horas en auto —dijo ella —Aquí está el mapa de las rutas y como llegar. Vanessa dice que puedes ir cuando quieras. Ella no está huyendo de ti, Zayn... solo está asustada y se siente culpable por lo que pasó. Necesita tiempo.
—Comprendo la decisión que tomó, Britt —le aseguró —Iré a verla cuando todo esto se calme un poco.
Ella le entregó una sonrisa de consuelo, y apretó su mano. Él le devolvió el gesto y suspiró. Esperaba que todo se calmara pronto, porque cada día sin ella, sería como vivir sin vivir.

Semana 24 (Seis meses)

Ella soltó un suspiro y se pasó el dorso de la mano sobre la frente. Hacía bastante calor o ella se había movido demasiado. Seguro era la segunda opción porque en el campo estaban haciendo apenas unos quince grados. Dejó la pequeña canasta de moras en el pasto. Agarrándose el pesado vientre se sentó en el viejo tronco caído que Tom, el capataz, había construido para ella cuando era una niña. Escuchó que alguien llegaba corriendo a su lado.
—Niña... ¿está usted bien? —preguntó Tina, agitada. La mujer rondaba por los sesenta años. Era bastante alta y delgada. Su cabello, con algunas canas, siempre estaba pulcramente agarrado en un rodete. Poseía unos hermosos ojos verdes. Vanessa la miró divertida.
—Estoy bien, Tina, ¿Por qué?
—Dios —suspiró la mujer —Casi me da un susto de muerte —aseguró con la mano sobre su pecho —Creí que era la bebé, porque usted se sentó tan de repente.
—No, Tina, solo me senté a tomar un poco de aire —le dijo realmente avergonzado por haberla preocupado —Lo siento si te he asustado... es que hace bastante calor.
—No, no hace calor. Usted se ha movido demasiado —dijo con un suave tono de regaño. Tomó la pequeña canasta de moras —Vamos a dentro. Le prepararé un rico licuado de estas moras.
—¡Sí! —exclamó Vanessa parándose de un salto. Tina sonrió y le ofreció el brazo para caminar. Vanessa la tomó encantada, y se dirigieron al refugio de la enorme casa principal.
Dos meses. Dos largos meses llevaba allí. No se estaba quejando, porque tanto Tina como Tom la habían cuidado y mimado. Estaba realmente bien.
Su panza estaba realmente enorme, y estaba segura de que cuando él la viera no iba a poder creerlo. Un escalofrío la recorrió al saber que hoy iba a verlo. Durante los dos mese que pasaron, por alguna razón u otra, Zayn no había podido ir. Hablaban todas las noches por teléfono, pero sus conversaciones eran muy vacías. Él sonaba tan cansado, tan abatido. Se limitaban a hablar de cómo se encontraba ella y la bebé, y de cómo había sido el día. Nada más.
Entraron a la casa por la puerta trasera de la cocina. Tina dejó las moras en la mesada, mientras Vanessa buscaba un poco de agua en el refrigerador. Cuando obtuvo lo que buscaba se dirigió a una silla y se dejó caer pesadamente mientras suspiraba. Tina la miró sobre su hombro.
—Creo que va a tener que bajar esas caminatas diarias, niña —le dijo. Vanessa terminó de tomar el agua.
—Alex dice que mientras ella no se ponga dura como una piedra, puedo hacerlo —se justificó. En esos dos meses también había mantenido la comunicación con su amigo y obstetra.
—En cualquier momento va a hacerlo, porque ha estado molestándola. Ella solo quiere que usted esté todo el día echada...
—Bueno, va a tener que aguantarse. No puedo estar sin hacer nada en todo el santo y largo día —se acarició el vientre sobre el largo vestido que llevaba puesto.
Tina rió y se dispuso a terminar aquel licuado. Ella estaba encantada con que Vanessa estuviera allí. Era una compañía realmente agradable. Miró la hora en el reloj de pared. Eran la una de la tarde.
—¿Hoy viene el padre de Amarita? —preguntó. Vanessa la miró y le entregó una suave sonrisa.
—Así es —contestó —No sé bien a que hora, pero viene.
—Entonces creo que me pondré a preparar mi especial pastel de manzana.
—¡Sí, por favor! —dijo contenta. Rieron. Pero las risas fueron cortadas al escuchar el sonido de un auto deteniéndose en la parte principal. Vanessa frunció el ceño. No esperaba que él estuviera allí tan temprano. Se puso de pie.
—Yo voy, niña —dijo Tina, secándose las manos en el delantal.
—No, Tina, quédate a hacer lo que quieres hacer. Yo iré.
La mujer asintió y la vio salir de la cocina. Vanessa apresuró sus pasos y abrió la puerta. El auto negro importado definitivamente no era el auto de Zayn. Salió del todo, ella conocía ese auto. De solo pensarlo todo su cuerpo se tensó. La puerta de atrás se abrió, ella se quedó muy quieta. Entonces lo divisó. Su abuelo.
Su respiración se aceleró un poco, y se tomó el vientre al instante, como sintiéndose amenazada. Él la miró, y con paso lento pero decidido se acercó hasta ella. Vanessa apenas respiró.
—Es bueno encontrarte en la puerta —le habló —Al parecer me esperabas.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Vanessa, muchacha, estamos en mi campo —sonrió.
—¿Viniste a echarme de aquí también? —quiso saber, mientras levantaba la barbilla para pelear.
—No, niña —respondió —Solo vine a hablar contigo...
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Yo lo sé todo —le aseguró y posó la mirada en su abultado vientre. Ella se lo agarró aun más, y retrocedió a la defensiva.
—¿Hablar de qué? —preguntó. Sentía la garganta realmente seca.
—Solo hablar...
—Si viniste a decirme o exigirme que vuelva con Jesse, desde ya te digo que puedes olvidarlo por completo.
—¿Por qué no entramos? —inquirió —Fue un largo viaje para mi viejo cuerpo. Y quiero una buena copa de vino que Tina sabe elegir.
Ella lo miró con desconfianza, no le creía ni una sola palabra. Sí él estaba allí y le hablaba con tanta amabilidad era porque estaba tramando algo. Lo conocía muy bien.
—¿Y qué hay de tu chofer? —le dijo. Algo tenía que hacer para retenerlo más tiempo allí afuera —¿Vas a dejarlo en tu auto todo el día?
Anthony soltó un suspiro y se giró para hacer una seña con su mano. Al instante, Ben, su chofer desde hacia ya cinco años se bajó y se acercó a ellos. Saludó a Vanessa con un movimiento de cabeza.
—Puedes pasar a la cocina a tomar algo y descansar. Dentro de un rato volveremos a viajar. Esto será corto.
El hombre asintió y se dirigió a la cocina. Vanessa se sintió un poco más tranquila. Sabía que Tina conocía al chofer, y enseguida deduciría que Anthony estaba allí. Miró a su abuelo una vez más, divisó las pequeñas bolsas que decidían debajo de sus ojos. Estaba viejo.
—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó luego de unos segundos de silencio.
—¿Vas a dejarme pasar ahora o prefieres que tu anciano abuelo hablé parado? —dijo. Ella suspiró y le dio el paso. No estaba muy segura de si aquello era una buena idea.

Camila.

Es ComplicadoWhere stories live. Discover now