Capítulo XXI

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Elizabeth

Vayolet

Me despertó el sonido de mi celular, pero sentí que alguien me abrazaba y eso me alteró, no recordaba nada y no sabía porque alguien me abrazaba. Abrí mis ojos de inmediato, y apesar del dolor que me daba con la poca luz que se colaba por las espesas cortinas. Mis espesas cortinas, claro estoy en la casa de mis padres.

El sonido molesto de mi celular volvió a retumbar por toda la habitación. Así que me consentre en encontrarlo con la mirada pero no lo encontraba así que me volteé al hombre que no me dejaba mover por lo fuerte que era su agarre en cintura.

Cuando logre moverme lo vi, tan hermoso como siempre, las ganas de acariciar su rostro me ganaron y lo hice, su piel era suave y apenas si se sentía el rastro de barba de al menos un día debido a que usualmente la afeitaba. Mi mano no podía despegarse de su mejilla y mi mirada viajaba por todo su rostro. Me detenía por unos segundos y volvía a comenzar mi recorrido esperando tal vez poder memorizar cada detalle de su rostro. Lo más raro de mi descarada y extraña forma de verlo es que no había notado lo mucho que me gustaba hacerlo. En todo el tiempo que llevaba de conocerlo jamás me había percatado de lo mucho que me gustaba su rostro.

Me detuve mirando sus labios, pequeño error para mi, pues las ganas de besarlos o de llevar mis dedos a ellos se estaban acumulando en mi y de verdad que tenía ganas de hacerlo, pero una, si el mirarlo durmiendo y prácticamente acosarlo con la mirada ya era demaciado, robarle un beso mientras dormía, sobrepasaba las líneas de lo enfermo.
Mi mirada seguía en él intensa, aún avergonzada, pero decidida a no dejar de mirarlo.

Su brazo hizo su agarre más fuerte en mi cintura y me acerco más a él. Yo al instante abrí mis ojos por la sorpresa e intente alejarme un poco. Pero él fue más rápido y apretó mi cadera con su mano al mismo tiempo que hacía un gesto con sus cejas y soltaba un suave gruñido. Sus facciones ahora no lucían tan relajadas, lucían como cualquier persona que se rehúsa a despertar y abrir los ojos. Soltó un suave suspiro y yo aún no sabía que hacer y solo me quede inmóvil entre sus brazos.

—Por mucho que me encante que me mires de esa forma y aumentes mi ego, no seas bruja y dejame dormir. —dijo con voz ronca porque aún su cuerpo no entendía que se estaba despertando. Hizo una pequeña sonrisa de lado sin mostrar sus dientes y eso me hizo soltar un suspiro muy profundo.—Deja de moverte, solo causas que me despierte más, sigue durmiendo preciosa bruja.

—Pero ya es tarde y am yo...

Henry abrió uno de sus ojos o eso intento por que lo cerró casi al instante por la luz. Luego abrió el otro y luego como si los coros del cielo comenzarán a cantar abrió sus dos hermosos y arrebatadores ojos color cielo, es como si te abrieran las puertas del paraíso celestial.

Lo más seguro es que tengo cara de estúpida en este momento porque este hombre es, dios, nisiquiera se como describirlo. Henry como siempre nota lo mucho que me gusta su imagen y sonríe, hace una de esas sonrisas genuinas y grandes que no le dedica a casi nadie. Y eso, eso al igual que poder verlo de cerca a los ojos hace que mi corazón palpite como loco y mis nervios se pongan de punta.

—Buenos días, solecito.

Buenos días, Angel caído del cielo, pense decirle y espero como toda mi vida si solo lo haya pensado y no dicho en voz alta.

—Buenos días, ¿puedo decirte brujo si tu también encantas con esa forma de despertar?

La sonora carcajada de Henry resonó por todo el cuarto, lo que llevó una sonrisa a mis labios.

—No, no mi encantadora bruja eso no es posible. No creo que tengas una mejor vista que la mía.

—Soy lo más hermoso que has visto en tu vida o ¿no?, bien eso no importa aun así es timpo de despertar, antes de que a mi madre se le ocurra decirle a todo el mundo que nos casaremos.

El Mujeriego Es Mi Prometido (editando) Where stories live. Discover now