93. Un malentendido

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Noah

La enfermera de la escuela revisa el tobillo de Tyrone, luego se retira para avisarle al profesor encargado del curso B ¡Auxilio! me he quedado a solas otra vez con él.

—¡Puf! No era para tanto —se queja el morocho por la reacción de la mujer.

—Igual le tiene que decir al tutor... —opino y él me mira, así que me sobresalto, dejando de observarlo.

Se levanta de la camilla donde estaba sentado, camina hasta la silla en la que estoy y apoya sus manos en el apoyabrazos de esta, entonces acerca su rostro al mío.

—Nenaza, no me vengas con estupideces —exclama enfadado y entrecierra los ojos.

—¡Perdón! —bajo la cabeza asustado y nervioso.

Me levanta la barbilla, entonces sonríe de lado.

—Nenaza, eres un cobarde.

—Yo...

La puerta se abre de repente y visualizo a Heinz, su mirada irradia desconcierto, indignación, frustración y enojo.

—¿Qué están haciendo? —presiona sus dientes.

—Cosas sucias —dice Tyrone para provocarlo.

—¡¿Qué?! —lo empujo —¡No! —me levanto del asiento rápido —no es cierto, es un malentendido —lo miro a sus ojos azules.

—¿Un... Malentendido? —expresa Heinz lentamente, estando pensativo.

—Sí...

—Yo no veo ningún malentendido —Tyrone pone su mano en mi hombro y Heinz frunce el ceño —. Después de que me empujaste, Noah vino a mí.

—¡No es cierto! —le grito y me aparto, entonces me doy cuenta que Heinz sigue en el mismo lugar sin hacer nada.

¿No me cree?

—¿Te empuje? —expresa confundido.

El demonio frunce el ceño.

—¡¿Te haces el idiota o qué te pasa?! —grita furioso y me señala —¡¡Es obvio que no fue Noah!! Vete antes de que te mate —amenaza furioso y me agarra de la cintura, sonriente —estamos ocupados —lo vuelve a provocar.

Heinz vuelve a enojarse.

—¡¡Pues pueden irse los dos juntos al infierno!! —se gira para irse frustrado, cierra la puerta de un portazo muy fuerte.

—¡¡Heinz!! —grito e intento seguirlo, pero Tyrone me detiene —¡¡Sueltame!!

—No lo permitiré, deja que tenga lo que se merece —advierte agarrándome del brazo con fuerza —¿Entendiste?

Mis ojos se humedecen.

—No... —lo empujo —¡Debo explicarle! —grito e intento huir.

Tengo que alcanzarlo, debo explicarle, no puede pensar eso de mí ¡Me niego! Heinz no puede odiarme...

Los gemelos ChannyWhere stories live. Discover now