Capitulo 35

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Después de que Atenea tuviera esa conversación con Draco, tan liberadora para ambos, Draco entró a la biblioteca buscando a Astoria, mientras hacía el otro lado caminaba Atenea a lado de Regulus.

Atenea le contaba a Regulus todo lo que acababa de hablar con Draco. Él sólo escuchaba y asentía, mientras se sentía feliz porque sabía que era un peso menos para ella

—La verdad, me sorprende lo mucho que ha madurado. Creo que después de todo lo que ha vivido ya merece ser feliz— dijo Regulus. Atenea sólo lo miró y asintió con una sonrisa. Tenía toda la razón.

Mientras seguían hablando, caminaron de un extremo al otro, hasta salir del castillo. Llegaron a la orilla del lago y continuaron caminando hasta donde la arena comenzaba.

—Listo, es aquí— dijo Regulus mientras miraba el hermoso paisaje que los rodeaba.

—Es hermoso— dijo Atenea y Regulus sonrió.

—Si, en verdad lo es... Deberíamos entrar ya antes de que el sol se oculte por completo. Tenemos como cuarenta minutos hasta que esté todo oscuro. Pero salgamos antes, tampoco es buena idea quedarnos afuera en la oscuridad estando tan cerca del bosque prohibido— dijo Regulus dejando sus cosas en el suelo y comenzó a desabotonarse la camisa.

—Espera, ¿en serio vamos a nadar?— preguntó Atenea con los ojos muy abiertos y a punto de sacar una enorme risa de nervios.

—Bueno, sólo si quieres. ¿Te asusta?— preguntó Regulus y Atenea miró el agua por un segundo —Porque si quieres podemos regresar—

Atenea volvió a ver a Regulus y sonrió nerviosa.

—Está bien, nademos— Regulus sonrió y continuó desvistiéndose, y Atenea hizo lo mismo.

Regulus fue el primero en entrar al lago. El agua estaba tan fría como siempre, pues no era un lugar cálido.

—¡Ven! No está tan fría como pensé— dijo Regulus mintiendo un poco, pero sólo para animarla entrar.

Atenea lo miró desde su lugar, estaba segura de que Regulus estaba mintiendo solo para que ella se animara a nadar. Pero no le molestaba.
Siempre que pasaban el tiempo junto, como niños pequeños descubriendo el mundo, sus espíritus aventureros salían de su escondite.

—¿Estás seguro?— preguntó Atenea desde la orilla.

—¡Si! ¡Ven!— dijo Regulus mirándola esperando el momento perfecto para lanzarle agua. Así que cuando estuvo lo suficientemente cerca, Regulus comenzó a salpicarla.
Atenea soltó un pequeño grito al sentir las gotas frías resbalar por su abdomen y comenzó a reír.

—¡Qué te pasa!— se quejó Atenea riendo y de una patada le lanzó agua de regreso. Regulus comenzó a reír.

Atenea se quedó en su lugar mirando el lago desde ahí mientras se mentalizaba para agarrar valor. Regulus la miró desde su lugar. Al inicio sólo miraba su rostro, pero inconscientemente sus ojos comenzaron a bajar por todo su cuerpo.

Cuando se encontró a sí mismo haciendo eso, en seguida se giró. No iba a continuar alimentando un impulso tan instintivo, no era algo que él disfrutara hacer, aunque después de todo, él también era un humano, y no podía evitarlo.

Después de unos segundos, Atenea por fin se animó a entrar. Regulus escuchó el sonido del agua y se giró.

El agua fría tocando su piel hizo que la respiración de Atenea comenzara a agitarse.
Primero entraron sus piernas. Poco a poco empezó a sentir como las pequeñas olas del lago mojaban sus caderas y subían a su cintura.
Inhaló profundamente, y rápidamente se metió hasta que el agua llegara a donde su cuello comenzaba.

FIX MEWhere stories live. Discover now