Capitulo 5

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Atenea's POV

Desperté por los suaves rayos de sol entrando por la ventana, que a pesar de estar en medio invierno y en vísperas de Navidad, el sol seguía siendo igual de cálido que en otoño.

Amaba despertar por los rayos del sol. Esa era una de las pocas cosas que no extrañaba de Hogwarts, pues nuestras habitaciones estaban por debajo del lago, así que eran siempre frías y oscuras.

Miré a Theodore a mi lado. Estaba acostado sobre una de sus manos mientras su otro brazo estaba sobre mi abdomen en un intento de abrazo en su inconsciencia.

Me giré hacia él y le di un beso delicado en los labios mientras él aún dormía. Soltó un suave y apenas audible gemido, como lo hacía siempre que lo despertaba.

Lo miré por un rato, admiré cada parte de su rostro y miré al frente

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Lo miré por un rato, admiré cada parte de su rostro y miré al frente. Puse mi mano sobre la suya y las entrelacé. Continué mirando al techo, viendo cada pincelada de óleo y polvo de oro que conformaban una gran obra de arte que alguna vez se pintó por un gran artista.

Mi mente comenzó a volar y a divagar. De un tema se fue a otro, hasta que empecé a tener miedos existenciales. ¿Qué haré en el futuro? ¿Cómo será el futuro? ¿Cumpliré mis sueños o me quedare frustrada en mi casa con diez gatos? ¿Qué pasará cuando mis padres ya no estén? ¿Cuando Hérmes los acompañe? ¿Y cuando todos a mi alrededor se vayan, incluyéndome a mi? ¿Que pasaría si alguien se fuera antes de lo esperado? Alguien a quien quisiera con todo mi corazón, como mis padres, Hérmes, Theodore, Laurie, Elisavet, o incluso Draco o Pansy. No podría soportarlo, se me hacía un nudo en la garganta de solo pensarlo.

Me giré para ver a Theodore. Ya estaba despierto, y estaba mirándome un poco confundido.

—¿En qué piensas?— preguntó.

—En muchas cosas— respondí.

—¿Qué te preocupa?— preguntó acercándose más a mi y abrazándome.

—El futuro—

—¿Y por qué te preocupas por algo tan incierto como el futuro? Lo que te preocupa del futuro, es algo que seguramente no está en nuestras manos ni podremos controlar. Lo único que importa es que vivas cada momento del presente como si ese futuro estuviera cerca. Disfruta a tu familia, a tus amigos y a todos los que te rodean, incluso disfruta las situaciones malas, porque cuando ya no estén, al menos estarás feliz de que lo aprovechaste todo, y no tendrás ningún sentimiento de arrepentimiento. Y créeme que el arrepentimiento es de los peores—

—Tienes razón— abracé su brazo con fuerza —Jamás entenderé como es que le haces para darme tanta paz y calma siempre. Gracias—

—¿Sabes? Yo siempre he creído que tú eres la que me da esa calma— besó mi cabeza.

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Más tarde, después del desayuno, mi madre nos pidió que fuéramos a comprar lo que comeríamos en la cena de navidad, así que regresamos a Woodsville, pero esta vez no venían ni Pansy ni Malfoy, pues ellos habían decidido pasar la mitad del día con los Malfoy y regresarían mas tarde. Laurie se ofreció para quedarse a ayudarle a mis padres y a Neeley a hacer los postres, pues a él le fascinaban y era muy bueno en eso.

En Woodsville nos dividimos en dos.
Theodore y yo fuimos por las papas y demás frutas y vegetales que faltaban para el festín, mientras Hérmes y Elisavet iban por el salmón y el pavo.

Caminábamos por el camino de piedra mientras buscábamos una tienda de frutas y verduras. Para nuestra suerte, no tardamos en encontrar una.
Yo buscaba las papas mientras Theodore se encargaba de la calabaza, también buscamos jengibre, manzanas, entre otras cosas.

Cuando al fin conseguimos todo lo que necesitábamos, nos fuimos a sentar al punto de encuentro que habíamos establecido los cuatro antes de separarnos.

—¿Crees que tarden?— pregunté.

—Pues, dijimos que nos veríamos aquí a las tres y media, y apenas son las dos...— respondió Theodore.

—¿Vamos a caminar?—

—Vamos— aceptó. Lo tomé de la mano y comenzamos a caminar a lo largo de la avenida, de la mano, sin hablar, y sólo entendiéndonos con la mirada.

Seguimos caminando hasta que encontramos un puesto de esferas, pero no de esferas cualquieras, sino de esferas mágicas. Dentro de aquella bola de cristal, habían pequeños muñecos de nieve, galletas de jengibre o pingüinos que cantaban villancicos. No eran reales, era un simple hechizo que hacía que las figuras lograran moverse como si fueran reales.

Theodore y yo nos acercamos al puesto y nos fijamos en una esfera especial. Eran dos pequeños humanos tomados de la mano patinando en un lago entre montañas cubiertas de nieve. Se dirigían eternamente al atardecer.

—Veo que les agradaron las esferas de Oesed— dijo una señora robusta y carismática acercándose con una gran sonrisa.

—¿Oesed?— pregunté.

—Así es. Se llaman así porque reflejan los pensamientos y sentimientos de quien las ve, tal como el espejo de Oesed—

—¿Entonces no estamos viendo lo mismo?— preguntó Theodore.

—¿Sabes? Es bastante curioso porque en realidad no deberían ver lo mismo; sin embargo, lo están haciendo. Eso sólo significa que sus mentes están tan sincronizadas como sus almas—

Theodore me tomó de la mano delicadamente, y con su pulgar acarició el mío. Miré nuestras manos entrelazadas. Sus manos se veían tan grandes comparadas con las mías, que aunque eran largas, seguían viéndose pequeñas a su lado.
A pesar de que siempre estábamos tomados de la mano, esta vez fue diferente a otras veces y no sabía cómo explicarlo. Era un sentimiento tan bonito y al mismo tiempo un sentimiento de miedo, aunque no estaba segura de qué, pues a su lado siempre me sentía segura.

Compramos la esfera y continuamos caminando. Hablamos de muchas cosas. Él me contaba cosas de su infancia y de su familia, y yo de la mía. Hablamos también de lo extraño que era que estuviéramos juntos, pues ninguno de los dos se lo hubiera esperado. Lo deseamos, más no lo esperábamos, y el hecho de que todo había llegado de manera tan inesperada era perfecto.

Pasó el tiempo que establecimos y nos dirigimos al punto de encuentro. Pasaron diez minutos, luego veinte, treinta, hasta que al fin llegaron.
Ambos estaban extraños.
Miré detenidamente a Elisavet y noté algo extraño en ella. Recordaba hace unas horas haberla visto con un hermoso labial rosado y brilloso, sin embargo ya no tenía ni una pequeña mancha de maquillaje en los labios.

En ese momento me imaginé a ambos, en una esquina, uno sobre el otro. Fue una imagen tan extraña y desagradable que traté de borrarla de mi mente en cuanto llegó, y definitivamente la descarté, pues si eso hubiera sucedido Elisavet tendría el labial por todos lados menos en los labios, y no era así.
Tal vez sólo estaba confundida y realmente no se había puesto labial, o tal vez decidió quitárselo, no lo sabía.

Sin embargo, había algo que no me agradaba. No era Elisavet, tampoco era Hérmes, sino eran ambos juntos. Mi mejor amiga con mi hermano. Mi hermano con mi mejor amiga. Era bastante extraño, y aunque no fuera nada malo, muy en el fondo no aprobaba esa relación, pero no lo había descubierto hasta mucho tiempo después.

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