Capitulo 24

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Por la mañana, Regulus y Atenea habían acordado encontrarse en el comedor más temprano de lo normal, todo para poder platicar acerca de lo que había sucedido la noche anterior con Sascha sin que nadie más escuchara.
Era tan temprano que el sol apenas salía por el horizonte. Regulus había dormido no más de 3 horas y Atenea tal vez un par más, pero aún así estaban muy cansados.

Regulus hablaba, y Atenea sólo escuchaba con atención. Cuando Regulus al fin contó todo lo que había pasado, Atenea comenzó a hacer preguntas.

—¿Y crees que sea genuino? Porque, me parece un poco sospechoso que aceptara todo tan rápido— preguntó Atenea completamente entrada en la conversación.

—No lo sé, pero ya no tenemos muchas opciones. Ayer se escuchaba muy sincero, y la verdad entendería su enojo tan repentino. Aún así, no podemos confiar en él tan ciegamente—

—Sólo quiero que esto termine—

—Yo igual. Sólo quiero volver a ser libre, ¿sabes? Aunque suene muy cursi, quiero volver a ir a Hogsmeade sin miedo a lo que Atticus podría hacer. Sé que mi vida no será como la de antes, mis padres ya no están, ni Sirius, pero al menos seré libre, completamente libre. ¿Te imaginas? No tendré la necesidad de complacer a mis padres, o a Sirius, o a mis amigos, ni la necesidad de ocultarme de ellos, o de Atticus— dijo Regulus emocionado, y luego su sonrisa disminuyó un poco. Atenea supo que en ese momento pensó en Sirius y en sus amigos que ahora ya no estaban, así que sólo le dedicó una sonrisa cálida y puso su mano en el hombro de él.

—Cada vez estamos más cerca de eso, y cuando nos deshagamos de todo lo que nos encierra, te buscaré para ir a Hogsmeade a celebrar, y no sólo a Hogsmeade, viajaremos por el mundo, conoceremos cosas nuevas, te llevaré a Grecia para que pruebes los verdaderos Souvlakis... Te prometo que vamos a hacer que todo esto valga la pena— dijo Atenea.

—Atenea, prométeme que me visitarás en Grimmauld Place. Bueno, primero tendré que limpiar toda la casa, porque no sé en qué condiciones la dejó Sirius, pero ya que esté lista te invitaré, y tendrás que ir, no es pregunta— dijo Regulus y Atenea rió, pero luego se puso seria —¿Pasa algo?— preguntó Regulus.

—No, sólo... Regulus, sé que ahora que no está Sirius, la casa es tuya...— comenzó Atenea, pero Regulus la interrumpió.

—En realidad, no estoy seguro. Espero que no se la haya regalado a Harry Potter, porque si no, entonces oficialmente no tendré un lugar para vivir— rió Regulus y Atenea sonrió.

—Bueno, entonces eso facilita lo que te voy a proponer— dijo Atenea y Regulus levantó sus cejas sorprendido —Entonces, como te decía, si no tienes en donde quedarte, quiero que sepas que a mis padres no les molestaría que te quedes con nosotros

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—Bueno, entonces eso facilita lo que te voy a proponer— dijo Atenea y Regulus levantó sus cejas sorprendido —Entonces, como te decía, si no tienes en donde quedarte, quiero que sepas que a mis padres no les molestaría que te quedes con nosotros. Mucho menos después de todo en lo que nos has ayudado—

—¿Es broma?— preguntó Regulus con el corazón ablandado pero tratando de esconder su emoción detrás de una pequeña sonrisa.

—¿Es broma?— preguntó Regulus con el corazón ablandado pero tratando de esconder su emoción detrás de una pequeña sonrisa

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—No, bueno... Es sólo una propuesta, claro que no entendería si no aceptaras...— dijo Atenea, pero en seguida fue callada por un abrazo de Regulus, cosa que él nunca hacía.

—Acabas de sacarme una lágrima, Atenea— dijo Regulus limpiándose rápidamente, pues no le gustaba mostrarse débil. Atenea lo miró con una sonrisa compasiva y pasó una mano por su cabello. —No me gusta ser de esas personas que se ponen sentimentales por todo, pero Atenea, en serio quiero agradecerte—

—¿Por qué?— preguntó Atenea mirándolo con mucho amor. Pero no amor de aquellos efímeros, sino con el mismo amor con el que miraba a su hermano cada vez que estaba feliz.

—Porque desde que llegué me recibiste tan cálidamente, sin importarte de donde venía o quién era. Y cuando te enteraste, no me juzgaste. Bueno, un poco al inicio...— dijo riendo —Pero cuando te conté todo, pensé que todo iba a cambiar entre nosotros. Lo único qué pasó fue que me apoyaste más que nunca, como nadie más lo ha hecho. Has sido mi soporte todo este tiempo y seguramente ni siquiera lo sabías. Gracias—

Atenea lo miró con un nudo en la garganta y lo abrazó sin importarle que no le gustaran los abrazos, y Regulus hizo lo mismo.

—No sé cómo explicar el cariño y respeto que siento por ti y que te has ganado. Te quiero tanto como a un hermano, y espero que sepas que haría lo que fuera por ti, porque tú también has sido mi soporte demasiadas veces, y siempre has estado para mi. Así que me siento agradecida por tenerte a mi lado—

Ambos se abrazaban haciendo ese momento uno de los más transparentes para ambos. Un momento en el que ambos se vieron débiles, y sin miedo a demostrarlo, por la gran confianza que se tenían entre ellos.

Sin embargo, alguien más ya se había levantado a esa hora, era Theodore, quien los miraba desde la entrada con una gran decepción después de haber malinterpretado la situación.

Theodore esperaba que todo se arreglara con Atenea, pero al ver la imagen de ella con Laurie tan cercanos y desde otra perspectiva, sus esperanzas se fueron al suelo.

En ese momento, decidió irse de ahí con el corazón en las manos y dejarlos en paz.

-

Horas más tarde, en clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, estaban respondiendo un pequeño ensayo del examen al que se enfrentaban. Hérmes los preparaba excelentemente para que todos aprobaran sus EXTASIS y con las mejores calificaciones posibles.

Por suerte, para Atenea esa clase era pan comido, así que terminó rápido el examen, y Hérmes le dió permiso de salir al pasillo a tomar aire fresco.

Atenea estaba recargada contra el balcón mirando el patio y el resto del paisaje cuando alguien se recargó a su lado. En seguida volteó, era Theodore. Atenea le sonrió genuinamente y Theodore la miró con una sonrisa forzada.

—¿Cómo va todo?— preguntó Theodore.

—Depende de qué hables. Si te refieres a la clase, excelente. Si te refieres a Atticus, de lo peor—

—Hablo en general. ¿Cómo estás?— preguntó buscando su mirada, y ella lo miró a los ojos.
Los ojos de Theodore le causaban tanta paz y tranquilidad a Atenea, que verlo era como recibir un cálido abrazo en invierno.

—No lo sé. Confundida. Debería estar feliz por muchas cosas, pero hay otras que me impiden serlo. Mi cabeza está en conflicto en estos momentos, pero sé que saldré de esto pronto—

—Si, si lo harás. Eres muy fuerte e inteligente, encontrarás la manera—

—Gracias— le respondió Atenea sonriendo y mirándolo a los ojos, pero él en seguida quitó su mirada.

—Atenea, sólo quiero decirte que me alegra que seas feliz. No me importa con quien, sólo deseo que seas feliz, lo mereces más que nadie— soltó Theodore.

—¿Gracias?— respondió Atenea sin entender la razón de lo que decía.

—Es en serio—

—Gracias Theodore, pero, ¿por qué dices...?— preguntó Atenea, pero la puerta del salón se abrió dejando ver a Draco.

—¿Qué tal? Sencillo, ¿no?— dijo Draco interrumpiendo por completo la plática sin darse cuenta.

—Si, bastante— respondió Theodore.

—No lo sé. Yo estoy bastante confiado. Sé que me irá muy bien— dijo Draco y Atenea lo miró con felicidad. A Atenea le pareció una actitud completamente digna de Draco alardear de sus notas y habilidades, y le parecía excelente que estuviera regresando a la normalidad.

—Me alegra verte así de confiado— dijo Atenea con una sonrisa —Te irá bien—

—Bueno, no te voy a mentir. Si me pone un poco nervioso, pero trato de olvidarlo— dijo Draco recargándose a un lado de Atenea.

—Siempre has sido muy bueno en esta materia, no dudes de ti— dijo Theodore genuino, aunque aún un poco arrogante. Draco sonrió también genuino después de tanto tiempo sin hacerlo.

—Gracias, Nott—

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