Capitulo 8

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El día siguiente comenzó de la manera más hermosa para Atenea. Despertó rodeada de los brazos del chico que más amaba en el mundo y abrazada por el olor de su característico y delicioso perfume que se impregnaba a la perfección en su piel.

Atenea admiraba a aquel chico que la llenaba de felicidad. Miraba sus ojos que para ella eran tan perfectos incluso cuando estaban cerrados, miraba sus suaves labios rosados y escuchaba su tranquila respiración que le transmitía tanta paz. Ella deseaba poder hacerle saber lo mucho que amaba cada parte de él, sin excepciones, pero nada le hacía justicia a lo que ella sentía.

Con cuidado de no despertarlo, pasó delicadamente su mano por su rostro y con el pulgar acarició sus mejillas.

Admiró también su cuerpo. Estaba bien trabajado, era grande y fuerte, pero al mismo tiempo tan suave y delicado. Acarició su piel por otro rato, hasta que tuvo la mejor de las ideas.

Dejó un beso en su frente y lentamente, tratando de no despertarlo, se levantó de la cama. Se puso unos shorts y una sudadera de Theodore, se lavó la cara rápidamente, se aseguró de dejar a Theodore bien tapado para que no pasara frío y salió de la habitación.

Al llegar a la cocina se encontró a Neeley.

—Buenos días, señorita Atenea— saludó Neeley con cariño.

—Buenos días, Neeley, ¡Feliz Navidad! ¿Qué haces tan temprano?—

—Neeley debe mantener limpia la casa, señorita— dijo con su dulce voz de siempre.

—Neeley, es Navidad, no tienes que hacerlo— pidió mientras sacaba ingredientes de la alacena.

—Muchas gracias, señorita, pero Neeley desea hacerlo porque los Gaunt tienen siempre feliz a Neeley, y Neeley quiere hacer feliz a los Gaunt—

—Descansando y disfrutando de la Navidad nos harías muy feliz Neeley— contestó Atenea con una sonrisa y la pequeña sonrió de regreso.

—¿Qué hace señorita?— preguntó acercándose y asomándose sobre las encimeras.

—Voy a hacer una mezcla de panqueques de canela y cacao—

—Tenía mucho tiempo que no lo hacía, señorita— sonrió Neeley —¿Puedo ayudarle?—

—Claro que si, Neeley, ven...— Atenea le explicó a Newley todo el procedimiento, y ella en seguida captó todo. La elfina siguió cada paso al pie de la letra sin cometer ningún error, pues le encantaba cocinar.
Atenea y Neeley tenían una relación muy cercana. Atenea veía a Neeley como su hermana pequeña y siempre que podían hacían cosas juntas, como cocinar, jardinería, entre otras cosas. Atenea había aprendido mucho de Neeley y Neeley de Atenea. Era por eso que ambas estaban tan agradecidas la una con la otra y el sentimiento de aprecio era mutuo.

Con ayuda de Neeley, en poco tiempo pudieron verter la mezcla en los sartenes. Neeley volteaba los hotcakes mientras Atenea preparaba la crema glaseada de vainilla y queso crema.

En cuanto Neeley llegó a la mitad de la mezcla, dejó los hotcakes terminados en un plato y se dirigió a Atenea.

—¿Señorita? El jóven Malfoy vino en la mañana, muy temprano. Dejó unas botellas de vino que mandaron sus padres y él dejó un regalo para usted. Me pidió que se lo diera cuando no estuviera nadie, aunque yo creo que se refería al joven Theodore— dijo Neeley, pero fue interrumpida porque la señora Gaunt la llamó desde el piso de arriba —Dejé el regalo en la pequeña alcoba a lado de las escaleras por si quiere tomarlo. Iré a ver qué necesita la señora Gaunt—

—Muchas gracias por comentarme Neeley— sonrió Atenea y Neeley salió de la cocina.

Atenea continuó cocinando. Mientras mezclaba pensaba en aquel regalo que Neeley había mencionado. ¿Por qué nadie más podía verlo? ¿Acaso era algo peligroso? ¿O era simplemente otro grito desesperado de Draco?

FIX MEWhere stories live. Discover now