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Carlos

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Carlos

—¡La venda es innecesaria! —Vuelve a quejarse Amelia, haciéndome rodar los ojos—. Ni siquiera puedo ver si estoy sosteniendo bien a Sunny o no.

—Por Dios, Am. La pobre perrita está en el quinto sueño o eso creo, porque no la dejas dormir con tus quejas —responde Lex y la aludida se enfurruña en su lugar, claramente ofendida.

—Ella duerme todo el día —se excusa, "mirando" hacia la ventana—. ¿Falta poco?

—Sí, ya estamos llegando —respondo.

Manejo un par de cuadras más y detengo el carro. Lex se baja con Valeria para abrir el enrejado del edificio y yo tomo a Sunny en brazos antes de bajarme del coche también y abrirle la puerta a Amelia.

—Val, ¿quieres llevar a Sunny? —pregunto y le tiendo la perrita a mi hija cuando me dice que sí—. Recuerda que no puede pisar suelo público porque le faltan vacunas.

—¿Me puedo quitar la bendita venda? —pregunta Am, buscándome a tientas con la mano.

—No —respondo, tomando su mano y guiándola hacia la entrada del edificio.

Nos trepamos en el ascensor y esperamos hasta llegar al piso cinco. Cuando salimos, la asesora nos espera con una sonrisa cómplice y abre la puerta. Entonces, le quito la venda a Amelia.

—¡Ya era hora, por amor a...!

Se calla cuando se da cuenta donde estamos y frunce el ceño.

—¿Por qué estamos en el edificio donde solía vivir? Y este no es el piso donde vivía con Sheila —dice, mirándome. Entonces, se da cuenta de la asesora inmobiliaria—. ¡Oh por Dios!

—Hola, señorita Amelia, soy Mary. Tu novio ha visto el apartamento antes, pero quiere asegurarse de que te guste a ti para firmar el contrato de alquiler. ¿Pasamos para que lo veas?

—Por supuesto, claro.

—El apartamento es sencillo, pero es perfecto para ustedes cinco. Tengo entendido que la pequeña Val vendrá de forma esporádica a quedarse, así que el lugar cuenta con dos habitaciones solamente. De igual forma, tiene el espacio suficiente para la raza de perro que tienen. Viene equipado por completo y cuenta con una pequeña terraza que podrían usar para sentarse a leer un buen libro, ver el atardecer o lo que gusten.

—Los colores son bellísimos —comenta Amelia, mirando el lugar con asombro.

Sabía que le iba a gustar, pues la paleta de colores del apartamento es un verde oliva pastel, con rosado, blanco, negro y madera. Hay un par de plantas que espero podamos cuidar y la luz cálida de los bombillos hace de este apartamento un hogar.

—¿Y? ¿Te gusta? —pregunto, rodeando su cintura.

—¡Me encanta! Claro que quiero mudarme, pero... ¿y el alquiler de cuánto sería? ¿La negociación? —pregunta.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Where stories live. Discover now