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Carlos

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Carlos

Las siguientes semanas fueron más tranquilas, aunque Amelia parece estar en una nube de felicidad todo el tiempo. Su libro logró vender quinientas mil copias el día del lanzamiento, eso sin contar los ejemplares de la preventa.

Lex, Sheila y ella han estado creando contenido para sus redes sociales y han estado bastante ocupadas. Yo, por otro lado, estoy buscando apartamentos para mudarnos y viendo qué productos puedo traer de afuera para cambiar mi negocio y mejorarlo.

Mis amigos, de nuevo, han querido reunirse para hablar así que voy hacia el café de Gerardo para verlos. Están sentados en la misma mesa que la otra vez y Fred me hace señas enérgicas con la mano.

Me acerco hasta ellos y me siento, saludándolos.

—Estábamos justo hablando de ti. He visto en las redes sociales que a Amelia le está yendo muy bien con su libro. Número uno en Amazon, ¿cómo se encuentra? —pregunta José, antes de llevarse una taza de café a la boca.

—Pues está flotando en una nube, no lo voy a negar. Me alegra verla tan contenta, le ha ido muy bien —respondo, sonriendo.

—¿No quieres algo, Carlos? ¿Un café? Disculpa que te interrumpa —dice Gerardo.

—Un guayoyo mediano está bien, Gera.

—¡Marcos! —exclama, capturando la atención del barista—. Tráeme un guayoyo mediano, por favor. Y una rueda de pasapalos, por favor.

—Como decía, está bastante motivada ahora con la escritura. En estos momentos está escribiendo otro libro —comento y le agradezco a Marcos cuando me trae el café—. Por otro lado, José, ¡felicidades por el nacimiento de tu hijo! ¿Cómo se encuentra él y tu esposa?

—El bebé es muy sano, gracias a Dios. Mi esposa está recuperándose bastante rápido y trato de ayudarla en todo para que no se sienta abrumada con el cuidado de Enrique. Se despierta a altas horas de la madrugada, así que hemos estado bastante cansados, pero felices —responde. Marcos coloca la rueda de pasapalos entre nosotros y José sonríe—. ¡Tequeños, sí!

—¿Cómo te va en el negocio? —pregunta Fred, tomando una mini cachapa con queso de mano y pernil de la rueda.

—He tenido que despedir más personal. Lex me dio la idea de convertir el centro comercial en algo más general, como el que tú tienes, Fred, pero... ni siquiera tengo dinero para pedir mercancía nueva. Lo poco que ha ingresado en mi cuenta ha sido para gastos. Ni siquiera les he pagado a ustedes el dinero que me prestaron —digo, suspirando—. Creo que venderé el centro comercial.

—¿Y qué harás luego? —pregunta Gerardo.

—No tengo idea. Tendría que pensarlo.

—Creo que Amelia podría ayudarte, ¿sabes? Es más, estoy seguro de que no has conversado esto con ella y querrá ayudarte si le dices. Está haciendo buen dinero ahora que tiene su libro publicado, tal vez...

Somos fugaces | Autoconclusiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora