26.

539 99 15
                                    

Carlos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Carlos

Llegamos al parque y Amelia se transforma en una niña más. Valeria no le suelta la mano y Alexa entrelaza su brazo al de mi... novia. Sí, ya qué. Le diré novia. Es más fácil, más simple.

¿Y yo? Yo estoy atrás, siendo ignorado por mis propias hijas y por mi novia. «Qué bien se siente ponerle un título, así sea en mi cabeza».

Decidimos empezar por algo suave, así que primero dejamos que Valeria se divierta en los colchones inflables mientras los mayores comemos perros calientes. Dejé que mi hija menor eligiera si jugar o comer, ella eligió lo primero; nosotros lo segundo y aquí estamos.

Una vez terminamos nuestro almuerzo y Valeria se baja del colchón toda agitada, con el rostro rojo, despeinada y sudada, es que le compro un perro caliente a ella.

—Debes esperar a hacer digestión antes de subirte a otra atracción. Ya sabes, ¿no? —Le digo y ella afirma, no muy alegre con mi recordatorio—. Si te acabas el perro caliente, te compro un algodón de azúcar.

Y ahí está, sus ojos brillan con emoción de nuevo.

—Amelia y yo iremos a las sillas giratorias mientras esperas con Valeria —habla mi hija y tira de la mano de Am, haciéndome reír.

Se acercan al juego, que consiste en un montón de sillas colgando a un círculo que empieza a girar, aumentando la velocidad de a poco y las mismas se alzan por el viento.

Cuando se bajan, mi hija ya se ha terminado su comida y me pide esperar a subirse a otra atracción antes de comer dulce. Me sorprende cuando lo dice, pero me agrada que sea inteligente. Tira de mi mano para que la lleve hasta el carrusel.

—Lo siento, señor, pero debe subir algún adulto —habla el encargado de la atracción.

«No, después se burlarán de mí» pienso.

—Yo voy, pa. No te preocupes —habla Lex, palmeando mi hombro.

Ambas se suben en el mismo caballo y a los pocos minutos este empieza a andar en círculos.

Amelia recarga su cabeza de mi hombro y entrelaza sus dedos con los míos. Bajo la mirada y sonrío al notar que ve a mis hijas con fascinación. Me alegra saber que en verdad las quiere y las aprecia a ambas por igual.

Ella saluda con la mano a Valeria, quien chilla de emoción. Nos reímos sin poderlo evitar y seguimos observándolas divertirse en la atracción.

—Tomaré una foto —hablo, soltando su mano para sacar mi celular y tomarles una foto cuando aparecen en nuestro campo de visión.

—¿Podemos... tomarnos una nosotros dos? —pregunta Amelia con timidez.

—No soy bueno posando, pero está bien —cedo y ella rueda los ojos.

—No es muy difícil, mirar al lente y sonreír. Anda —pide.

Nos juntamos para tomarnos una selfie, donde salimos sonriendo. Ella pide otra y me sorprende cuando posa sus labios en mi mejilla, así que mi sonrisa se ve más genuina.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Where stories live. Discover now