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Carlos

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Carlos

Abro la puerta con cara de pocos amigos, mientras William finge una sonrisa despreocupada que solo me hace ver lo nervioso que está por mi presencia.

—Vengo a...

—Ya sé, ya sé. Amelia y Alexa ya me dijeron —le digo, dejándole pasar. Él se detiene en medio de la sala y cruza sus manos, mirando a cualquier parte menos a mí—. Lex está en la habitación.

Logro que me mire con cierto asombro, pero carraspea y borra esa expresión de su rostro. Afirma con la cabeza y cuando pasa por mi lado, agrego:

—La puerta abierta, William.

Se sobresalta en su lugar y lo escucho decir «sí, señor» mientras sigue su camino. Espero un par de segundos y me destornillo de la risa. Este muchacho sí que es tonto, Dios mío.

A los pocos minutos, Alexa sale de la habitación. Se cambió de ropa y hasta se maquilló, cosa que me hace entrecerrar los ojos.

—¿Y Val? —pregunta, mientras se dirige a la cocina.

—En mi habitación, durmiendo.

Sale de la cocina con dos vasos de jugo de naranja y un tubo de galletas Oreos entre los dientes, dirigiéndose de nuevo a su habitación.

—¡La puerta abierta! —exclamo.

—¡Por Dios, pa! —chilla ella, claramente avergonzada y yo solo vuelvo a reír.

Un par de minutos después, me acerco a la habitación de Lex, pero me quedo escondido en la pared. Sonrío al ver que sí tienen la puerta abierta y, aunque él nunca lo va a saber, le doy un punto a Will por respetar eso.

—Bien, esto ya está —habla Lex—. ¿A qué hora debes entregarlo?

—En media hora. Con la motocicleta, voy rápido. ¿Quieres que venga otra vez? A ayudarte mientras Amelia está en su reunión, digo —agrega de forma torpe, haciéndome rodar los ojos.

—Si quieres, no tengo problemas. No quiero molestar.

—No molestas... Uhm, me gusta pasar tiempo contigo —murmura William y yo siento un tirón en el pecho.

—Will, a mí también. Solo que hay días en los que... yo... No sé cómo explicarlo, simplemente no estoy bien y no me gusta que me vean así. No quiero... lastimarlos —susurra lo último Lex y yo miro hacia el suelo, reteniendo un suspiro.

—¿Sabes qué creo yo que es lo que te hace falta? —pregunta William, con cierta jocosidad en su tono—. ¡Una dosis de Will!

Lex estalla en risas mientras yo vuelvo a blanquear los ojos, queriendo golpear mi frente contra la pared mil veces. Esto me pasa por chismoso.

—¿De qué hablas, Will? ¿Perdiste la cabeza?

—No, no. ¡Está claro que eso es lo que necesitas! Deberíamos designarnos un día, el día de... Willex. ¡Eh, hasta suena increíble! —explica él, esta vez más emocionado—. Sé lo que vas a decir: nos vemos todo el tiempo por trabajo, pero... ese día no hay trabajo. Ese día veremos una película, saldremos por un café o al museo. ¡A donde sea que quieras! ¿Qué te parece?

—¿Un día fijo? —pregunta Lex y supongo que Will le responde con un gesto, porque no me llega su respuesta y ella suspira—. ¿Y si ese día no me siento bien?

—Pues, me quedaré en la puerta y esperaré a que te sientas mejor. Incluso si debo estar allí sentado todo el día, no me interesa. Si no me quieres cerca, estaré allí a una puerta de distancia. O no hacemos nada, pero juntos.

William no puede hacerme esto: ganar todos los puntos del mundo por esa idea. Está en mi naturaleza causarle nervios y que me tenga miedo. No puede ser de otra manera, pienso.

—¿Qué día sería? —pregunta Lex.

—¿Qué te parece un jueves? Jueves de Willex.

—Suena bien, Will —acepta mi hija y puedo sentirla sonreír—. Gracias.

—Ahora, iré a llevar estas cosas. Vendré luego —le asegura y sé que esa es mi señal para fingir demencia.

Me asomo en la puerta y William se paraliza en la entrada, mientras yo me cruzo de brazos. Puedo ver a Lex rodar los ojos tras del muchacho.

—¿Todo en orden? —pregunto.

—Sí, señor Barrera. Yo ya me iba, vengo luego —responde William.

—Espera, William. Dos cosas: uno, no descuides tu trabajo en TodoTech. Creo que puedes hacer ambas cosas a la vez, ¿no? —le digo y él afirma con convicción—. Y la otra: puedes llamarme Carlos.

Él parpadea y abre la boca ligeramente, haciéndome suspirar con cierta exasperación. La cierra y se endereza en su lugar, regalándome una sonrisa mientras mi hija me ve con ojos entrecerrados.

—Por supuesto, Carlos —responde—. Hasta más tarde, entonces.

William me deja a solas con mi hija, que se acerca todavía con ojos acusadores y se restriega el rostro con las manos.

—¿Puedes ayudarme a ayudar a tu hermana con la tarea del colegio? —pregunto, antes de que mencione algo sobre lo anterior.

—Sí, claro —responde y se detiene frente a mí—. Y deja de estar escuchando conversaciones ajenas, chismoso —agrega, pasando por mi lado.

Yo dejo caer la cabeza hacia delante, riéndome un poco avergonzado por lo obvio que soy. Ambos nos encaminamos a mi cuarto para despertar a Valeria, llevándonos la grata sorpresa de que ya estaba con sus ojos abiertos y viendo caricaturas.

—¿Cómo le estará yendo a Amelia? —pregunta Lex y yo sonrío.

—Confío en que bien —le aseguro y mi hija también sonríe.

N/A: ¿No les parece que Will y Lex son súper tiernos? Y me encanta cómo Carlos se pone celoso jajaja

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N/A: ¿No les parece que Will y Lex son súper tiernos? Y me encanta cómo Carlos se pone celoso jajaja

Ya saben, mis amores. No se olviden votar y comentar. Es probable que si veo que le dan amor a este capi, suba dos capítulos el fin de semana *-* Pues ya tengo la historia encaminada al final.

¡Las quiero!

¡Las quiero!

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Somos fugaces | Autoconclusiva.حيث تعيش القصص. اكتشف الآن