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Carlos

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Carlos

Por supuesto, el viaje va un poco silencioso. Mi hija no va a abrirse conmigo por cuenta propia, así que debo pensar bien mis palabras y tratar de averiguar qué sucede.

La observo de reojo. Está mirando por la ventana, con la cabeza recargada del asiento y un semblante serio. No parece que esté durmiendo bien o no sé si sus ojeras son por su condición alérgica. Su sistema inmune es débil a comparación del de una persona normal, Lex suele enfermarse mucho y aquellos malestares que son leves, suelen ser un poco fuertes en ella.

—Entonces... —hablo, bajándole un poco de volumen a Adele en la radio—. ¿Cómo estás?

—Bien —responde, sin voltear a mirarme. Y no agrega nada más.

—No, me refiero a... ¿cómo te sientes? —reformulo la pregunta, sintiendo que tal vez no me expresé bien.

—Bien —responde con obviedad y blanquea los ojos.

—¿Por qué estabas con Amelia?

—Porque estaba sola y aburrida. Es mi amiga, se supone que pasemos tiempo juntas —su tono mordaz no desaparece y yo respiro hondo, pues no quiero que se cierre todavía más si reacciono mal.

—¿Está todo bien? ¿La universidad? ¿Tus cosas? ¿La familia? —pregunto y ella se acaricia la sien en un gesto que se me hace cansino.

—¿Por qué, de repente, te interesa? Estoy bien, ¿tengo que decirlo en otro idioma o qué? —pregunta y esta vez me mira, alzando una ceja.

—No tienes por qué hablarme así. ¿Acaso no puedo preocuparme por ti? —pregunto, deteniéndome ante un semáforo en rojo y la miro.

—Solo te preocupa el dinero y tu negocio. No finjas, no lo necesito ahora.

¿Cómo carajos le digo que no es así y que me crea? Me preocupo por ella, por Valeria, por sus cosas. Sí, tal vez no soy el padre más presente del universo, pero lo hago. Me importan mis hijas.

Mi falta de respuesta parece caerle mal y resuella algo que no entiendo antes de subirle el volumen a la radio. Se cruza de brazos y recarga la cabeza de la ventana, dispuesta a ignorarme.

«Adolescentes» pienso, negando con la cabeza.

Trato de recordar cómo era yo de joven: no me gustaba mucho estudiar, era inquieto y tenía momentos de inventos y travesuras. Tampoco era, ni soy ahora, de mucho contacto físico y palabras bonitas. Me cuesta expresarme de forma agradable en la mayoría de los casos, pero no porque quiera herir a quien me escucha. Solo... no controlo mucho mi lengua.

Bueno, sí, Alexa y yo somos similares. Quiero creer que ella dice las cosas sin pensarlas y que no quiere lastimarme con sus palabras, solo no sabe cómo pedir atención o cariño porque sabe que me cuesta darlo.

¿Cómo hago para que deje de sentir que me incomoda o me molesta que quiera mi atención?

Estaciono frente a su casa y ella de inmediato se quita el cinturón. Abre la puerta y está por bajarse, pero la tomo de la mano y ella mira en esa dirección antes de subir los ojos hacía mí.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Where stories live. Discover now