Amelia
Carlos insistió en que fuésemos a comer a un restaurante. Incluso me dijo que podía invitar a Marcos, William y Sheila.
—No tengo tanto dinero para invitar a toda esa gente a comer, amor. Prefiero invitarlos a un almuerzo en casa —le digo, pues cuento con que Lex también vaya.
—¿Quién dijo que vas a pagar tú? —pregunta él, alzando una ceja.
Ruedo los ojos y me doy media vuelta para verlo, cruzándome de brazos.
—Tienes una deuda de quince mil dólares, Carlos. No gastes dinero en tonterías —le recuerdo.
—No es una tontería celebrar que mi novia ha firmado un contrato editorial —dice y yo abro la boca para protestar, pero él me toma del rostro con sus manos y me roba un beso—. Ponte más bonita de lo que eres, anda. Deja de ser una mocosa mimada.
—¡Yo no...! —Me roba otro beso—. ¡Deja tú de ser un imbécil, ugh!
Me empuja hacia el armario y cierra la puerta, recordándome que me vista bonita. Empiezo a entrar en pánico, no lo niego, pero por el hecho de que no sé qué ponerme.
Negro, el negro es elegante y casual a la vez. Siempre luce bien, pero yo... Ni que fuéramos a un velorio, todo lo contrario. ¡Ay, no sé!
Termino vistiendo toda mi ropa negra, pero con un sobretodo beige y unas zapatillas del mismo color. Cuando salgo, Carlos no está en la habitación, así que me adentro en el baño para maquillarme y alisarme el cabello.
Delineado, rubor y labios. Es lo más importante para mí. Una vez lista, tomo un bandolero negro y salgo de la habitación. Me consigo con Lex, que está vestida muy bonita con un enterizo amarillo con rayas blancas y unas zapatillas deportivas a juego.
—¿Y tu papá? —pregunto, mientras ella se coloca unos zarcillos.
—Nos está esperando abajo. Estás muy linda —me halaga, sonriendo—. ¡Una amiga escritora! Dios mío, qué emoción.
Me abraza y yo me rio, negando con la cabeza. una vez listas, bajamos al estacionamiento y nos conseguimos con Carlos. Él también se cambió la ropa, vistiendo un traje beige y una camisa de botones azul.
Me trago un suspiro por respeto a su hija, pero se ve demasiado irresistible y ¡por Dios que huele increíble!
Me abre la puerta del carro y yo me adentro en el mismo, notando que Lex ya se encuentra en el asiento trasero. Carlos se une y maneja la casa de mi mamá.
—Amelia, ¿me vas a decir de una vez que está pasando? ¡Estoy ansiosa y se me cruzan todo tipo de ideas por la cabeza! —me regaña mi mamá y yo me rio, negando con la cabeza.
—Ya sabrás —es lo que digo, encogiéndome de hombros.
—Juro por Dios que si estás embarazada...
YOU ARE READING
Somos fugaces | Autoconclusiva.
RomanceAmelia es una escritora que ha perdido mucho. Carlos es un empresario que cree tenerlo todo, pero que puede perder lo más importante si no reacciona. Cuando la escritora se cruce en su camino, tendrá que decidir si aceptar lo que ella tiene para en...