46. PARTE 1.

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Carlos

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Carlos

Todavía está a oscuras cuando un ruidito me despierta. Me sobresalto, pensando que Alexa se ha despertado para vomitar, y despierto a Amelia, sin querer, en el proceso.

—¿Qué sucede? —pregunta, restregándose un ojo con la mano.

Nos quedamos unos segundos en silencio y escucho una especie de quejido. Frunzo el ceño y me siento, pero Lex no está en la cama. La luz del baño se cuela por la rendija de la puerta y suspiro.

—Nada, solo es Lex en el baño —respondo—. Tal vez se sienta mal. Déjame preguntarle.

Me acerco a la puerta y pego mi oído de la madera para escuchar mejor. Percibo otro quejido, o al menos, así se escucha.

—Tonta. Tonta. Tonta —masculla, pero es tan bajito que no sé si escuché bien.

Toco la puerta y escucho un respingo.

—Lex, hija, ¿está todo bien? ¿Te sientes bien? —pregunto.

—Ya salgo, papá. Dame un minuto, por favor —responde.

—¿Necesitas agua? —pregunta Amelia, parándose frente a mí.

—No, estoy bien. Acuéstense —pide.

Esperamos un par de segundos y la puerta se abre. Alzo las cejas al ver que Lex tiene un desastre de cabellos regados en el suelo y en el lavamos, así como el cabello más corto. Le dio un toque emo, a mi parecer.

—Hey, ¿y ese nuevo look? —pregunto.

—Me daba asco el anterior —le resta importancia, encogiéndose de hombros. No alza mucho la mirada y sigue su camino hasta acostarse en la cama—. Es tarde, mejor duérmanse.

—¿Vas a dejar el...? —Amelia toma mi mano y la miro. Ella niega con la cabeza y yo suspiro—. Está bien.

Nos acostamos de nuevo en la cama, pero la verdad es que me cuesta conciliar el sueño. Asco dijo, sentía asco de sí misma.

¿Eso lo cambia un corte de pelo?

***

Yo preparo el desayuno mientras Amelia y Alexa limpian el baño de mi hija. Una vez está listo, ambas se sientan conmigo en la mesa y nos deseamos buen provecho.

—No te he preguntado, Lex, ¿cómo te va en la universidad? —pregunto antes de darle un sorbo a mi café—. Amelia me dijo que hiciste amigos.

—Sí, unos pocos —responde, encogiéndose de hombros—. La carrera no es tan complicada, la verdad.

—Eso quiere decir que... ¿te va bien? —pregunto—. ¿Te sigue gustando?

—Bueno, eso es difícil saberlo pues estudiar no es muy divertido que digamos —agrega Amelia, haciendo que la mire—. Estuve tres semestres estudiando periodismo y había materias que me encantaban. Sin embargo, lo dejé.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora