71. Parte 1.

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Amelia

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Amelia

—¡Amelia, mira lo que llegó! ¡Otra caja de la editorial! —grita Lex desde la sala, por lo que salgo corriendo de la habitación hasta el lugar, resbalándome en el camino pero con la suerte de no caerme—. Mierda, Am, ¿estás bien? —pregunta, riéndose.

—Sí, no sé cómo pero lo estoy. ¿Ahora qué será? Porque tengo todavía copias del libro y no encuentro qué hacer con ellas —digo, acercándome a la caja que me espera sobre la mesa del comedor—. ¿Y quién lo subió hasta aquí?

—Creo que papá, porque yo me acabo de levantar. ¿Lo abrimos?

—Sí, sí. Carlos salió a atender unas cosas en el negocio y se fue bastante apresurado. Tal vez por eso no me dijo nada —digo—. Ve por el exacto, Lex.

—Lo dejé en la cocina la última vez —dice y se va a buscarlo. Regresa a los segundos—. Listo, ten.

Mientras abro la caja, Lex toma la nota para leerla en voz alta.

—"Querida Amelia. La familia PRH te envía esta caja con merchandising de tu libro. Esperamos que sea de tu agrado. Hay unas camisas que tus más cercanos y tú pueden usar en el lanzamiento del libro si lo desean." ¡Por supuesto que quiero! A ver, Am —chilla Lex, asomando su cabeza en la caja.

Las franelas tienen un bonito diseño de flores, son de color verde olivo y dicen: "Una vez leí que puedes vivir la vida sin creer en los milagros o creyendo que todo lo es. Yo elijo la segunda, ¿y tú?" y en la parte de atrás dice "Somos fugaces, por Amelia López". Me gusta que tiene estampado un listón amarillo, pues es la cinta que se usa para el 10 de septiembre.

—Hay un diario con frases bonitas y motivadoras en cada página. Incluso recordatorios: tomar agua, salir a caminar, anotar algo que te hace feliz hoy y elige vivir. Está increíble, Am.

—¿Lo quieres? Yo tengo mi propio diario y ya está lleno —digo, señalando mi libro sobre la mesa.

—¿De verdad? —pregunta y yo afirmo con la cabeza—. ¡Gracias, Am!

—Bueno, debo ir al salón para arreglar mis uñas y mi cabello. ¿Me acompañas? —pregunto.

—William viene...

—Lex, usa protección.

—¡No, Am! Trabajaremos en mi tienda —dice, cubriéndose la cara.

—Bueno, por precaución tal vez un par de preservativos caminaron de mi cuarto a tu baño —bromeo.

—Qué linda forma de recordarme que mi papá tiene una vida sexual activa, Am. Y con mi mejor amiga —dice, sonriendo cínicamente y ahora soy la que se cubre la cara de la vergüenza.

—En fin. ¿A qué hora viene Will? —pregunto.

—Debe llegar en cinco minutos.

—Iré a arreglarme entonces —digo, levantándome—. No puedo creer que mañana se publique mi libro y tenga que dar un discurso.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Where stories live. Discover now