38. Maratón navideño.

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El sábado les subiré el capítulo 37, que es el que falta. Quise subirles estos primeros por la fecha en la que estamos. ¡Feliz navidad atrasada! Llenen de amor estos capis, porfisss.

***

Carlos

Ugh. Las personas se emocionan por unas festividades sin sentido, no entiendo. ¿Por qué se celebra navidad? Por el nacimiento de Jesús, pero... ¡fue hace siglos! Y murió de forma muy cruel.

De todas formas, tengo que comprarle los regalos a Lex y a Valeria. También uno a Amelia. Así que le he pedido a Sheila que deje su puesto y me acompañe a hacer esa diligencia.

—Señor Barrera, ¿qué le gusta a Val? —pregunta, mirando la vitrina de una tienda de juguetes.

—Dime Carlos, somos como... cuñados, ¿no? —le pido y ella me mira, sonriendo.

—Es cierto —responde, riéndose un poco—. Bueno, Carlos, ¿qué le gusta a Valeria?

—Pensé en comprarle la muñeca que habla, llora, se caga encima y hay que cambiarle los pañales —le digo y ella se destornilla de la risa, haciendo que las personas en el centro comercial volteen a vernos.

—Lo siento —dice, cubriéndose la boca, pero todavía riéndose—. Ya sé de qué muñeca habla. Ahí la tienen.

Entramos a la juguetería y busco un carrito para colocar la caja de la muñeca allí. Me paseo por el resto de los anaqueles, secretamente cautivado por los Legos y los carritos de Hot Wheels, pero nadie tiene por qué enterarse de eso.

—Una vez escuché a Lex decir que le gustaban mucho las armas NERF, ¿y a usted? Digo... ¿A ti? —Se corrige de inmediato y volteo, viendo como admira una pistola de juguete—. Estos pegan fuerte, ¿bien?

—Compraré cuatro —digo y ella alza las cejas, pero coloca las pistolas de juguete en el carrito. Luego, recuerdo algo—. ¿Crees que Amelia le guste y pueda jugar con ello? Ya sabes... No le gustan las armas.

—Las de verdad, Carlos. No te preocupes, se divertirán mucho con esto —responde.

Nos acercamos y pago por los juguetes, pidiendo que por favor me los envuelvan en papel de regalo. Al salir de allí, continuamos caminando por el centro comercial, mientras pensamos qué comprarle a las más grandes: Lex y Amelia.

—A Amelia le puede regalar libros, ya sabe. Si es un set, mejor —aconseja Sheila y yo la miro, alzando una ceja—. Ya sabe, si es una trilogía o saga puede comprar la caja que trae todos, en vez de solo uno.

Entramos a la librería y Sheila parece volverse loca, señalando todos los libros que podrían gustarle a Amelia (o a ella, en realidad). Yo la sigo, apretando los labios para no decir una tontería, y sigo mirando los estantes.

Luego de que guardo un box set que, según Sheila, Amelia desea con su alma, meto un libro más en la bolsa sin que se dé cuenta. Le digo que siga viendo libros, pues parece emocionarle, y pago.

—Ya podemos irnos. Falta Lex —le digo y ella afirma con la cabeza—, pero ya sé qué voy a regalarle. Vamos a TodoTech.

Le mando un mensaje a Susana, pidiéndole que descuente del inventario algunos productos y los cargue a Sheila como comisión.

Me toca estar con las niñas en nochebuena, así que pasaremos la mañana con Amelia. Tenía pensado invitar a su familia a mi casa y pasarlo juntos, pero no sé si quieran.

—Sheila, una pregunta... ¿Crees que si invito a la familia de Amelia a pasar navidades en mi casa, acepten? —pregunto—. Estás incluida, por supuesto.

—Sí, claro. Le puedo preguntar a Andrea de una vez.

—Vale —respondo—. Así le digo a Alicia que prepare la cena navideña, ya tenía algunas cosas adelantadas.

—Yo puedo ayudarla, si gustas. Me encanta cocinar hallacas y ensalada de gallina —se ofrece, pero borra su sonrisa de inmediato—. Aunque no creo que me dé tiempo, por el trabajo.

—Estás libre el resto del día, Sheila. Si tanto te emociona, podemos ir a mi casa y empezar con ello —le digo y su sonrisa vuelve a aparecer.

—¡Sí, perfecto! —exclama, pegando brinquitos.

Luego de pasar por el negocio y recoger los regalos ya envueltos de Alexa, manejo hasta mi casa y guardo las cosas en mi habitación, dentro del armario.

Sheila y Alicia se presentan y saludan, antes de ponerse manos a la obra con emoción. En el ir y venir que tienen las mujeres, la rubia mira la casa con el ceño fruncido.

—¿Ahora qué? —pregunto, restregando mi rostro.

—¿Dónde va a poner los regalos si ni siquiera tiene un árbol de navidad? —Pregunta, llevando sus manos a las caderas—. Puedes ir a comprar un árbol, algunas luces, guirnaldas y también bebidas y panes de jamón. Nosotras nos encargaremos del postre y la mamá de Amelia respondió que sí, también traerá algunas cosas para picar y eso. Tampoco es muy buena cocinando.

Eso último me hace reír, no voy a negarlo.

—Te estaré enviando fotos. Está pendiente del celular —ordeno, tomando las llaves del auto.

—Sí, jefe —se burla y yo la miro con ojos entrecerrados.

De nuevo, manejo hasta el centro comercial. Este no da abasto y tengo que soportar un montón de colas para comprar el bendito árbol de navidad, las guirnaldas y las luces. También compro un par de velas y un muñeco inflable de Santa Klaus.

Guardo todo eso en el carro y manejo hasta una panadería, donde también hay cola para comprar el bendito pan de jamón.

Nota mental: nunca dejar las cosas de navidad para última hora.

El 24 de diciembre llega y yo recibo a Valeria a las once de la mañana

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El 24 de diciembre llega y yo recibo a Valeria a las once de la mañana. Lex llega pasado el mediodía y se ríe al vernos decorar el árbol.

—¿Compraste una estrella, cierto? —pregunta.

—¿Una estrella? ¿Para qué o qué? —pregunto y ella se palmea la frente.

—Para colocar en la punta del árbol, papá —me explica como si fuera obvio y se ríe—. Menos mal compré una. Que la coloque Valeria.

Terminamos de decorar los tres el árbol, riéndonos. Y luego, entre Lex y yo alzamos a Valeria para que coloque la estrella.

—¡Sí! ¡Ya quiero que llegue Santa! —chilla, dejándome un poco aturdido.

—Hablando de Santa... —hablo, encendiendo el muñeco inflable y a los pocos segundos ya está erguido, moviendo la mano.

Valeria no puede chillar más de la emoción.

Valeria no puede chillar más de la emoción

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Somos fugaces | Autoconclusiva.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant