42.

395 76 8
                                    

Carlos

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Carlos

Una nueva semana comienza y ya quiero que termine. TodoTech no da abasto hoy y estoy bastante estresado. Necesito una dosis de cafeína, no he desayunado y ya va a ser mediodía. Amelia va a matarme si se llega a enterar y... además, creo que me hace falta un poco de su presencia para alegrar esta mañana caótica.

Lex y Valeria ya empezaron clases y tienen un par de semanas, así que no las he visto. No niego que también las extraño.

—Señor Barrera, la señora Rojas va subiendo a su oficina —me informa uno de los chicos de seguridad por radio.

—Gracias —respondo de igual forma y espero a que toque la puerta—. Entra, Ale.

Se abre paso en mi oficina con gesto serio. Su cabello rizado está recogido en una coleta baja y viste con ropa deportiva, no lleva maquillaje y eso deja ver las ojeras bajo sus ojos.

—Hola, Carlos. Lamento venir de improvisto, se ve que es un día de locos —murmura, tomando asiento.

—Sí, las ventas se están reactivando. Ya sabes que enero es un mes difícil —respondo, recargándome del espaldar de mi asiento—. ¿Está todo bien? Luces... cansada.

—Estoy preocupada por Lex —dice sin rodeos y yo frunzo el ceño—. Sé que ustedes están teniendo mejor relación, así que quiero que me digas si la has notado rara.

—¿Rara cómo? No, para nada —respondo—. ¿Por qué?

—Es que me preocupa que está algo desbalanceada en cuanto a todo. A veces no come, a veces es demasiado lo que ingiere. También duerme por horas o a veces paso por su habitación y no duerme nada, aunque tenga que ir a clases —explica y noto como le tiemblan las manos.

—Ale, tranquila —hablo, tomando sus manos sobre la mesa—. Seguro es la universidad, ¿por qué no hablas con ella? Tal vez está teniendo problemas, es normal.

—No, no lo creo. Mi... mi corazón de madre me dice que no, Carlos. No es eso —insiste y su voz también vibra un poco—. Ha estado llorando y finge que no, pero yo la escucho en las noches. Solo que... no sé si abrazarla o darle su espacio.

—Está bien... ¿quieres que hable con ella? —pregunto y ella afirma, pero siento que hay algo más.

—También me gustaría que, al menos durante este semestre, se quede contigo. Tal vez ahora se sienta más estable junto a ti —sugiere y yo suelto sus manos.

—Yo... no sé si sea buena idea. Sí, es cierto, estamos mejorando nuestra relación, pero no lo sé —hablo, levantándome de mi asiento—. Siempre ha sido más afín a ti.

—No del todo. Hemos peleado mucho —admite, bajando la mirada—. Por tonterías. Trato de no ser tan estricta, pero a veces no lo puedo evitar y quiero trabajar en ello sin afectarla.

Observo mi reloj y noto que Amelia está por llegar. Le prometí que iríamos a almorzar juntos, así que no puedo tener más a Alejandra aquí.

—Mira, tengo que salir con Amelia en unos minutos. ¿Podemos hablar de esto luego? Ven a mi casa hoy o... no sé —digo y Alejandra cierra los ojos, sacudiendo la cabeza—. Necesito pensar en lo que estás sugiriendo, Ale.

—Supongo que tu cambio es demasiado bueno para ser del todo cierto —murmura, levantándose también—. Sigue siendo más importante una mujer para ti que tu propia hija. Dime algo... ¿no quieres que Lex se mude contigo para que tu casa siga siendo el nidito de amor de ustedes dos?

—¿Cómo...? No, por supuesto que no —respondo, frunciendo el ceño.

—Me pregunto qué diría Amelia si te escuchara decir que tienes que evaluar si vivir con tu propia hija o no —dice antes de abrir la puerta y paralizarse en su lugar. Yo también me tenso al ver a mi novia del otro lado, con los ojos cristalizados—. Hablando del rey de Roma. Hasta luego.

Alejandra sigue su camino y Amelia pasa, cerrando la puerta tras de sí. No me gusta la forma en la que me mira, como si me desconociera por completo, y respira hondo.

—Lamento haber escuchado, no fue mi intención —es lo que dice, alzando el mentón y enderezando la espalda—. Vine por mi pago, señor Barrera.

—Amelia...

—Vine por mi pago —me interrumpe y yo siento que se me hace un nudo en la garganta. Ella exhala con pesadez antes de hablar de nuevo—. Carlos, si quieres que nuestra relación siga funcionando, te exijo que nunca vuelvas a ponerme por encima de tus hijas. Yo no te lo estoy pidiendo, no lo quiero así. Ellas son tu prioridad, no yo.

—Tú también lo eres —aclaro.

—Bien, pero no puedo ir por encima de tus hijas. Así que dame mi dinero para irme a mi casa. Hoy no... no puedo verte ni a la cara —murmura lo último, desviando la mirada.

Estoy por defenderme, pero sé que de nada servirá. Busco en la computadora el archivo de las ventas en línea y tiendo un par de billetes en el escritorio. Amelia se acerca, firma el documento que corresponde, y toma el dinero.

—Acepta que tu hija se mude contigo, Carlos. Te necesita —es lo último que dice antes de salir de la oficina.

—¡Mierda! —mascullo, golpeando la silla y ocasionando un ligero estruendo que hace que Susana entre a la oficina con cara de espanto—. Largo, no quiero a nadie aquí. ¡Largo!

«Puta madre. ¿Cuándo voy a hacer las cosas bien?»

Le escribo a Alexa, diciéndole que pasaré por ella a la universidad para que almorcemos juntos. Ve el mensaje, pero no me responde y debo armarme de paciencia hasta que salga de clases para llamarla.

Las cosas iban tan bien... ¿por qué tiene que pasar algo malo?

Alexa se nota algo irritada y las ojeras bajo sus ojos se perciben a medias debido al maquillaje

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Alexa se nota algo irritada y las ojeras bajo sus ojos se perciben a medias debido al maquillaje. Come con desgana y apenas me mira, el hastío adueñándose de sus facciones.

Siento que estamos volviendo al inicio.

—Lex, ¿está todo bien en la universidad? —pregunto.

—Normal —responde, encogiéndose de hombros.

—¿Si te gusta la carrera? —pregunto y alza sus ojos, achinados debido al delineado. Ojos de sirena creo que le dicen ahora a ese estilo.

—Sí, normal. No me apasiona, pero está bien —admite antes de darle un sorbo a su gaseosa.

—Lex... yo, uhm, ¿te gustaría vivir conmigo? —pregunto y ella se endereza en su lugar. Al parecer no se esperaba eso—. Solo si gustas, no quiero obligarte.

—No quiero ser una carga para ti —niega.

—Jamás serías una carga para mí, Lex —le aclaro y vuelve a posar sus ojos en mí—. Ya hemos vivido juntos antes. Mira el lado positivo: esta vez no estará Caro. Seremos solo tú y yo y Val de vez en cuando.

—Así como Amelia —agrega.

—¿Eso te molesta? —pregunto.

—No, solo que se te olvidó.

—Sí, pero Amelia viene a casa menos seguido que Val —le recuerdo.

—Lo... pensaré —murmura, encogiéndose de hombros.

—Está bien. Solo avísame para apartar el día de la mudanza y no tener que ir a la tienda —le pido y ella afirma, volviendo a mirar su comida.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Where stories live. Discover now