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Carlos

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Carlos

Amelia y el editor han estado de lleno, corrigiendo la novela que espera publicar para inicios del último cuatrimestre del año. También sé que eso la ha mantenido ocupada de toda la situación con Lex, pero pronto se acerca una fecha que va a reabrir heridas y estoy preparándome mentalmente para ayudarla.

Sigo pensando en las palabras de su madre, pero sé que Amelia quiere mucho a Lex. Así que terminar nuestra relación no sería una solución, ella seguiría acompañando a mi hija en todo este proceso de hacerla sentir mejor porque antes de ser cualquier cosa, Amelia y Lex son amigas.

Si Am y yo no estamos juntos, ella seguiría en contacto con mi hija. Así que desecho la idea. Mi relación con Amelia no va a terminar al menos que ella así lo desee.

Hoy es jueves, lo que quiere decir que la tienda virtual de mi hija estará a cargo de Sheila y Amelia. ¿Por qué? Porque mi hija y William se ven todos los benditos jueves para hacer yo no sé qué cosa.

Les he dado espacio, pero no le permito tener la puerta cerrada cuando él está aquí. La sola idea de que... estén haciendo algo más, me hace afiebrar.

Ni siquiera sé si mi hija es virgen. Tampoco sé si quiera saberlo, pero lo que sí tengo en cuenta es que... en algún momento debo tener la charla y la sola idea me hace estremecer.

—Hola, amor. —Amelia me abraza por detrás y yo sonrío, llevando mis manos a sus brazos para acariciarlos—. ¿En qué piensas? No creo que estés leyendo los créditos de la película —agrega, sentándose en mi regazo y me vuelve a abrazar al nivel del cuello.

—Eh, no. Ni siquiera sentí cuando llegaste. ¿Escribiste algo hoy? —pregunto, quitando el cabello de su hombro derecho para dejarlo caer sobre el otro lado de su cuello.

Sip. Un par de capítulos. Creo que los cafés fríos y los pasteles que me regala Marcos me inspiran demasiado —bromea, haciéndome reír.

—Estoy seguro que sí.

—En fin, ¿en qué pensabas? —pregunta de nuevo.

—En que si William sigue viniendo a encerrarse en la habitación con Lex...

—... que no lo hace —me interrumpe Amelia, un tanto divertida.

—Tendré que tener la charla del sexo seguro con mi hija. Pronto. Y la sola idea me aterra —admito, apretándome el puente de la nariz.

Amelia se carcajea fuerte, tanto que sus manos acunan su estómago y logro ver una que otra lagrimilla en las esquinas de sus ojos. Yo frunzo el ceño, sin entender qué es lo gracioso del asunto.

—No creo que sea necesario —habla y yo frunzo más el ceño. ¿Qué carajos quiere decir con ello?—. ¿Por qué no le preguntas a Alejandra si ya tuvo esa conversación con Alexa? Estoy segura de que la tuvo. O tal vez puedas saber qué le dijo y veas cómo complementar esa charla.

Somos fugaces | Autoconclusiva.Where stories live. Discover now