Carlos
Llego a la casa y suspiro al ver a Alejandra y a Lex dormidas en el sofá. Están abrazadas, recargadas un poco de lado y parece una posición incómoda, pero ellas lucen a gusto.
Ale parpadea con lentitud y luego me enfoca, mostrándome una especie de sonrisa apretada. Yo hago lo mismo y me recargo del umbral, cruzándome de brazos.
Recuerdo cuando nació Lex, su madre y yo no estábamos juntos y ella lo que menos quería era verme. Sin embargo, una de sus hermanas me avisó que le estaban dando las contracciones y la fui a buscar, pues éramos vecinos.
Me dio una mirada asesina, pero aceptó que la llevara a la maternidad junto con mi padre. Se tocaba el vientre a cada rato y hacía gestos de dolor, yo no sabía qué hacer. Tenía 16 putos años. Simplemente, tomé su mano y respiré hondo para que ella me imitara.
Cuando nos miramos, sentí que habíamos retomado de nuevo la conexión que tuvimos desde que empezamos a salir. Sus ojos brillaban por las lágrimas y entonces me di cuenta de que, aunque no estuviésemos juntos, Alejandra y yo formábamos una familia.
Lex nos uniría para siempre.
Y por la forma en la que Ale me mira, creo que está pensando en lo mismo. En que nuestro lazo, para nada romántico, durará para siempre debido a Lex.
Ella mira a nuestra hija, que con los ojos cerrados se ve diez años más joven, y acaricia su nariz con delicadeza. Lex se remueve pero no se despierta, y se esconde todavía más en el cuello de su madre.
-¿Quieres quedarte? -susurro, mirando a nuestra Lex.
-Me gustaría, pero... no creo que ella se sienta cómoda. Lo que vivimos hoy la ha de abrumar, no quiero ser una mamá gallina.
-Ale, siempre has sido una mamá gallina -le recuerdo, alzando una ceja.
-Cierto -responde, apenas sonriendo-. Sin embargo, creo que eso nos llevó hasta aquí, a esta situación. Así que respetaré los espacios que mi hija necesite. Vendré a visitarla más seguido.
-Le pedí a Amelia que se mudara con nosotros -suelto y ella alza las cejas, claramente sorprendida-. No me mires así.
-Es que es raro, ¿sabes? -murmura, ladeando la cabeza. Yo frunzo el ceño, un tanto confundido-. Verte así: profundamente enamorado.
-No debería ser primera vez que me ves así. Lo estuve de ti -le recuerdo y ella desvía la mirada, un tanto avergonzada-. No quise...
-Lo sé, tranquilo -me interrumpe, negando con la cabeza-. Sin embargo, es distinto. Conmigo eras un niño, con ella... eres todo un hombre. Es todavía más profundo, ¿cierto?
-Cierto -murmuro, siendo yo quien desvía la mirada esta vez porque me he sonrojado-. ¿Qué hay de ti, Ale? No te he conocido alguna pareja.
-He tenido algunos, pero no valen la pena. No he encontrado a mi Amelia -responde ella, haciéndome sonrojar todavía más-. No me malinterpretes lo que te voy a decir, Carlos, porque no sigo sintiendo esto por ti, pero... has sido el único hombre a quien he amado de verdad. Nadie más.
KAMU SEDANG MEMBACA
Somos fugaces | Autoconclusiva.
RomansaAmelia es una escritora que ha perdido mucho. Carlos es un empresario que cree tenerlo todo, pero que puede perder lo más importante si no reacciona. Cuando la escritora se cruce en su camino, tendrá que decidir si aceptar lo que ella tiene para en...