Innovador

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  Cómo lo prometido, la segunda caravana que traía consigo el cargamento de rocas sin cortar, y mineral sin trabajar llegó a la vahir dos días después del festival, custodiada por quince soldados y diez esclavos de combate.

  --Prim Dano --Cayó de rodillas tan pronto como observó el rostro del solemne joven, quién con una mirada inspeccionó su pequeño cuerpo, encontrando en su armadura ligeras huellas de combate y sangre no humana--, su leal sirviente ha conseguido cumplir con su demanda, aunque... --Dudó, no sabiendo como explicar lo sucedido.

  --Habla con libertad y levántate. --Dijo al colocar la pluma en el tintero.

Korgan asintió, apoyándose en su pierna dominante.

  --Ruego perdone mis palabras, Prim Dano, pero el lugar de extracción está infestado de comecadáveres, bichos de roca, y otras criaturas que nos dificultan el ingreso más profundo, por ello solo hemos rozado el inicio, excusa deshonrosa. Y el sendero es demasiado irregular para las carretas, las ruedas no soportan el constante golpeteo con las rocas --Se acarició su larga y entrelazada barba--. Hemos perdido la mitad de nuestras herramientas, deshonor, y ni las armas ni los hombres grandes son suficientes para mantener el lugar de recursos protegido, ni mencionar para despejarlo, pues, para recuperar una solo carreta, veinte de los hombres altos con marcas en sus pieles tuvieron que morir, lamento. --Sus ojos fueron firmes, determinados y honestos, pero mentiría si dijera que la reflexiva mirada del hombre alto no lo había puesto nervioso.

  --¿Por ello decidiste venir?

  --Sí, Prim Dano. Lo sucedido se carga en mis poderosos hombros, y responsable soy por la encomienda dada. Solicito una prórroga para el siguiente cargamento, Prim Dano, tiempo que ocuparemos los antar para limpiar el lugar de recursos como nuestra raza sabe hacerlo.

  --No --Negó con la cabeza--, no puedo permitir que arriesguen sus vidas --Se colocó de pie, rodeando la mesa de madera--, pero tampoco puedo enviar más de mis soldados --Musitó--. Korgan, ve y descansa. Yo buscaré una solución a los diversos problemas.

  --Pero, Prim Dano, responsable soy por la encomienda dada... --Refutó.

  --Fue una orden.

  --Será mi honor obedecer, Prim Dano. --Retrocedió dos pasos antes de volverse a la salida.

Observó por un buen rato la gran puerta, cavilando las circunstancias y sus posibles soluciones.

  --Los esclavos son la repuesta, pero ¿Cómo? --Meditó un par de minutos-- Sí... eso puede resultar --Salió de la oficina a pasos apresurados.

∆∆∆
El blanco había desaparecido del pasto, de las copas de los árboles y flores cercanas, permitiendo admirar la belleza del verde que inundaba el lugar. El frío viento continuaba haciendo acto de presencia, sobretodo en las madrugadas, donde la temperatura bajaba tanto que provocaba temblores en los guardias que patrullaban la vahir, no obstante, por la tarde el clima cambiaba gracias a los calurosos rayos del sol, que beneficiaba mucho a la actividad del pueblo.

Acompañado de su respectivo séquito de hombres y mujeres, Orion tomó asiento en una silla recién hecha por los estelaris, que se asemejaba a un digno trono de madera, tallado con algunas de las proezas que se le atribuían. Frente a él se encontraba una larga mesa, larga y ancha, pero simplista en un punto de vista artístico.

  [Grito de guerra]

  --Orgullosos exsoldados, guerreros de espada y escudo, pero rebajados a nada más que mis esclavos --Dijo, cubriendo con su voz los alrededores--. Muchos han aceptado su nuevo título, pero otros lo desprecian, pelean y buscan la manera de deshacerlo, aunque saben que eso imposible.

El diario de un tirano Vol. IIWhere stories live. Discover now