El castigo

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  El centro de la aldea, silenciosa como de costumbre, siendo los únicos ruidos los de los infantes dentro de sus casas, ruidos que eran callados de inmediato por algo feroz en sus interiores.

Al pie del camino de tierra, nueve individuos esperaban, solo uno de ellos por el momento indispuesto.

  --Ya vienen. --Dijo Idril al observar la carreta acercarse.

Los soldados se mantuvieron firmes, curiosos por la razón de su estadía en un lugar que hasta ahora no habían pisado.

  --Bajen los troncos y clávenlos aquí. --Señaló una parte fuera del camino.

  --¿Por qué no pueden hacerlo los esclavos?

  --Orden del Barlok Orion ¿Tiene deseos de desobedecer? --Preguntó, inquisitiva, con toques de enojo en sus ojos.

  --No. --Respondió con timidez.

  --Pues entonces haz lo que te fue ordenado.

El cochero calmó a sus caballos, esperó hasta que su carro fue descargado, despidiéndose con un ademán respetuoso dirigido a ambas damas.

  --Puto Fergus, no te vas a hacer el dormido. --Pateó a su compañero, no muy fuerte, pero si lo suficiente para forzarlo a despertar si estaba fingiendo.

No lo hizo, continuó tirado en el suelo como un trapo sucio.

  --Comiencen.

Los hombres fruncieron el ceño, prometiendo desquitarse con el afortunado hombre desmayado.

  --Al menos los afilaron. --Dijo uno, con una sonrisa agradecida.

Fue difícil y tardado, pero al final lograron con el cometido, todos ellos sonrieron, satisfechos con el trabajo bien hecho.

  --Colóquense junto a los troncos y no se muevan --Ordenó, una orden que no fue comprendida por los cuatro hombres--. Ahora. --Levantó la voz.

Obedecieron, mirándose entre sí y teniendo un mal sabor de boca.

  --Hazlo.

Sus ayudantes avanzaron, quitando las sogas contorneadas a su torso.

  --Espera, Kaly --Dijo al moverse de su posición--. Esta mierda no es graciosa, admitimos que hacernos trabajar en una tarea irrelevante fue una buena broma, pero esto es exagerado...

  --Vuelve a tu posición, soldado. --Sus ojos centellaron con frialdad, una muestra de lo lejos que llegaría si no era obedecida.

Los hombres tomaron la empuñadura de la espada, un mensaje bien recibido por los cuatro soldados, pues ya no se atrevieron a refutar las órdenes.

Fueron amarrados de las muñecas y cuello. El único que fue amarrado de los tobillos, además del cuello y muñecas, fue Fergus, el único desgraciado que fue forzado a tocar el tronco con la cara.

  --Ayudante Idril. --Dijo con respeto, permitiéndole la palabra.

La mujer asintió, inspiró con profundidad, en busca de la valentía para dirigirles la palabra a tan feos individuos.

  --Ustedes cinco transgredieron el orden de la aldea y, por ello, por el mandato de nuestro Barlok, ustedes cinco serán castigados a permanecer dos días amarrados, sin posibilidad de obtener comidas. --Explicó con total seriedad.

  --¡¿Qué?!

  --¿Qué hicimos para ser castigados de tal forma?

  --Puto Barlok.

Las preguntas y maldiciones sonaron casi al mismo tiempo, pero por el ceño fruncido de Kaly se podía apreciar en qué sonido se enfocó más.

  --Podrían ser tres días si no se callan.

  --El Barlok ordenó que dijera la razón --Dijo Idril con timidez, parecía que le intimidaba la fiera personalidad de la excomandante. Kaly volvió a cederle la palabra--. Ustedes cinco han ocupado términos ofensivos --Percibió la incógnita en los rostros de los cuatro--. Lo repetiré por esta única ocasión para despejar dudas. Sangre sucia --Dijo con mala cara--. Todos ustedes han ocupado ese término para burlarse de los habitantes de esta aldea y, nuestro Barlok no está dispuesto a tolerar esa actitud. Nada de distinciones, ordenó, todos son iguales en sus tierras y, quién no lo acepte lo matará con sus propias manos.

  --¿Entendieron? Compórtense como malditos hombres y dejen los juegos para los niños.

  --Puto Barlok, seguro un sangre sucia le ha de estar dando por el culo. --Dijo con un tono quedo, pero uno que fue escuchado por sus compañeros y, parecía que no solo ellos.

  --Tres días --Dijo enfurecida--. Una maldita palabra más y los mataré yo misma. --Desfundó solo un poco, lo necesario para que el brillo de su espada fuera apreciado.

Callaron, forzados por ellos mismos para que el castigo no se acrecentara, aun cuando quisieron maldecir un poco más.

  --Disfruten el paisaje, pendejos. --Dijo al darse la media vuelta.

  --Tienen suerte, si la señora Mujina, o la señora Fira se encontraran aquí, los hubieran matado antes de siquiera terminar de insultar al Barlok. --Dijo, recobrando el aliento por la difícil odisea.

∆∆∆
[Formador]: La disciplina convierte a diestros guerreros, pero el látigo los vuelve temibles.

  -Forma escuadrones 30% más rápido.

  -El escuadrón en formación tiene 20% de convertirse en un batallón de élite.

  -Los soldados entrenados poseen un 30% más de resistencia.

  *Se necesita subir de nivel la habilidad para descubrir las otras ventajas*

[Estratega]: El soldado lucha, el victorioso piensa.

  -La concentración se vuelve absoluta al pensar en un plan, logrando que los segundos parezcan horas en tu mente.

  -La velocidad de procesamiento de tu mente mejora en un 80%.

  *Se necesita subir de nivel la habilidad para descubrir las otras ventajas*

La reflexión fue interrumpida por la sensación de la falta de algo, encontrando la rápida respuesta en el inexistente costo de prestigio, algo que lo desconcertó, ya que era la primera vez que ocurría algo semejante. Tocó una de las habilidades por pura curiosidad.

  *¿Deseas aceptar la habilidad, u otorgarla a uno de tus subordinados?*

Aceptó el contenido de la notificación con una expresión satisfecha, la situación había sido peculiar, pero el ahorro de puntos de prestigio le quitaban de su mente cualquier duda sobre la verdadera razón del regalo. Detuvo el dedo al casi tocar la ilusoria superficie, endureciendo el semblante con la pregunta que ahora rondaba por su mente.

  --Lo mejor sería entregarla a un subordinado, pero ¿Desaparecerá? ¿Será de solo un uso? Y si es así ¿Podré adquirirla de vuelta?

Levantó el torso del sofá, ignorando la preocupada mirada de la hermosa dama de cabello platinado. Reflexionó por más de unos breves minutos, un silencio que influenció sus alrededores con tensión e incertidumbre. Se levantó y se volvió a sentar. Inspiró profundo y, justo al exhalar, la sonrisa, que hasta ahora había estado desaparecida, resurgió, como señal de un buen presagio.

  --Ja, ja, ja, ja, ja. Mierda, por supuesto --Dijo en su antigua lengua--, lo olvidé, como pude ser tan imbécil --Se golpeó la frente con la palma abierta--. Tengo una habilidad que enseña habilidades, ja, ja --Guardó silencio al notar la mirada de Fira, encontrando su expresión algo extraña--. ¿Qué ocurre? --Regresó a la lengua nativa de los reinos humanos.

  --Nada, señor Orion. --Respondió, tranquila por el regreso de una expresión conocida.

Sonrió al aceptar ambas habilidades, teniendo la incógnita de ahora quién sería la primera persona con la que probaría su teoría.








El diario de un tirano Vol. IIWhere stories live. Discover now