Los Búhos

148 29 2
                                    

  Demir, Anda, Yora, Throka y, Denis habían terminado de vestirse con su nueva indumentaria, probando la movilidad de los materiales con movimientos rápidos y poco agresivos. Yora, la dama de más edad del grupo se probó la capucha con capa que ocultaba gran parte de su rostro, notando la calidad de la tela y, por inverosímil que pareciera, de ninguna forma obstruía su visión, logrando ver todo con claridad. Throka hizo un sonido gutural, concentrándose. Sus brazos resplandecieron de gris, como si estuvieran revestidos de piedra, terminando con una sonrisa al cerciorarse que su conjunto no había sufrido ni una ligera rasgadura. Denis hizo por saltar, haciendo un par de volteretas evasoras y, terminando por quedar satisfecha con su nueva armadura.

  --Las hice yo mismo. --Dijo para interrumpir los banales juegos de los Cinco.

Los Búhos rápidamente recuperaron sus posturas y la formalidad en sus expresiones, olvidando sus actos infantiles, aunque la alegría por portar tan buenas armaduras persistía en sus corazones.

  --Anda, eres la única persona con experiencia real de combate, eres calculador y fuiste el mejor en la prueba Blanca --Se detuvo frente a él, su estatura no era menos baja, pero el joven se sintió pequeño, como si estuviera en presencia de una montaña-- y, por ello te concedo el título de Capitán del escuadrón de Los Búhos.

Anda se dejó caer al suelo, arrodillado con la cabeza gacha, con un puño en su pecho y el otro en su espalda baja. Era un ignorante de la etiqueta, pero recordaba por una historia de su niñez que así se comportaban los héroes al recibir un honorífico, tratando de imitarlo, pero no consiguiendo la belleza de la verdadera postura. Abrió los ojos al sentir una extraña energía cubrir su cuerpo, muy similar a cuando su señor lo había bendecido, con la diferencia de que en esta ocasión sentía que sus instintos, reflejos y, todo lo relacionado con los atributos de agilidad había sufrido un aumento considerable.

  --De pie.

Anda obedeció, retomando su posición junto a su nuevo escuadrón. Los jóvenes no se sorprendieron demasiado por la decisión de su señor, todos poseían cierto orgullo respecto a sus potenciales innatos para el manejo de las varias armas, así como la facilidad de adaptación en las situaciones de riesgo, sin embargo, admitían que había alguien que sobresalía y, ese era Anda, prácticamente gracias a su liderazgo habían logrado pasar la prueba Blanca, por lo que respetaban la decisión y, aunque no hubiera ocurrido algo similar, aun así nadie se atrevería a objetar, pues no estaban locos, su señor, aunque parecía joven, había asaltado una fortaleza por si solo, logrando salir victorioso sin herida alguna, muchos comenzaron a llamarlo por esa hazaña "Ter'aemon", que en lengua común significaba algo parecido a: La segunda vida de Dios, o, aquel que posee la sangre de Dios. Hombre que infunde respeto y temor, así lo veían.

  --Sus armas --Volteó para mirar a su subordinada, asintiendo al encontrar sus ojos. Fira afirmó con la cabeza, abriendo los dos grandes cofres-- están listas. Pueden tomarlas.

Al recibir la autorización todos comenzaron a acercarse a pasos lentos, no querían repetir sus actos impulsivos, actuando con más decoro. En el interior de los cofres se encontraban cinco espadas de una mano, con sus respectivas vainas, cinco grupos de diez cuchillos arrojadizos envueltos en un cinturón para ocultar, cinco cuchillos largos perfectos para el combate cuerpo a cuerpo, dos arcos medianos de gran alcance, acompañados de su carcaj, tres ballestas pequeñas y, cinco cinturones de cuero endurecido con la particularidad de permitir una buena gestión con las diferentes incorporaciones que podrían necesitar, como por ejemplo: pócimas, elixires, hierbas, piedrecillas, monedas, o alguna otra cosa no muy grande.

  --Acostúmbrense, porque requeriré de sus servicios antes de lo que piensan. --Dijo al notar que el último joven se había equipado con todas las armas, sintiéndose satisfecho, pues ahora sí parecían aquel grupo de asesinos que había imaginado en su mente.

  --Sí, señor Barlok. --Dijeron al unísono.

∆∆∆
Despertó descansado, con una gran vitalidad para cumplir con sus tareas cotidianas, admiró por un momento el techo, perdiéndose en los preparativos y las decisiones que estaba por tomar, haciendo trabajar su mente para encontrar la mejor manera. Bostezó, estirando el cuerpo, poco a poco se acercó a la orilla, las sábanas blancas cayeron al suelo, mostrando un cuerpo herculino, brillante y terso. Al levantarse liberó de su almacenamiento un conjunto de: camisa, pantalón, túnica abierta y, una semicapa para el hombro, vistiéndolo de inmediato.

Salió de la habitación, percibiendo de reojo a la dama morena que lo seguía con una actitud responsable y seria, mientras que él se perdía en su interfaz. Después de que el escuadrón de Los Sabuesos se hubiera formado, había desbloqueado un inciso en el panel de Gobernante, donde aparecían desplegadas sus tropas, con el tipo de combate específico al que pertenecían, logrando administrar para mejor la tasa de experiencia que obtenían, la moral, la posibilidad de un aumento de clase, entre otras cosas.

  --Señor Orion. --Dijo con prontitud, sonriendo con cansancio.

Detuvo su caminata, enfocando su vista al emisor.

  --¿Qué sucede, Astra? --Preguntó con seriedad.

  --No quería importunarle tan de mañana, señor, es solo que hemos tenido algunos problemas. --Dijo un poco avergonzado.

  --¿De qué tipo? --Su humor no parecía haber sido influenciado, hablando con su habitual tono serio.

  --Han asesinado a tres cabezas de ganado antes de caer el alba.

  --¿Quién? --Frunció el ceño, mostrando un ligero descontento por la noticia.

  --No lo sabemos, señor. Las marcas en sus cuerpos son extrañas, hay indicios que señalan que fueron desgarrados, una de las vacas perdió la cabeza y seguimos sin encontrarla. Aunque tenemos un testigo, pero --Dudó por un momento, pero al ver la mirada inquisitiva de su señor, su lengua se soltó--... Un niño le dijo al centinela que vio algo, una sombra que se movía muy rápido, un dak dijo él. --Explicó lo más serio que pudo, tratando de no irrespetar a su señor por hablar cosas no verídicas.

  --¿Un dak? --Se cuestionó a si mismo, acariciando con la mano su mentón--. No recuerdo haber leído sobre ese animal.

  --No es un animal, señor Orion --Dijo, apenado por sentir que su tono no había sido el apropiado para iluminar al joven--. Es una criatura, una de las criaturas de las profundidades de la oscuridad. Un mal presagio.

  --Tu tono es diferente ¿Qué ocultas de mí? Dilo.

  --Un dak es una criatura de cuentos, señor, una cosa que ocupan las madres para que los niños duerman a buen tiempo. No se ha visto un dak desde hace siglos, es más, dudo que en realidad haya existido. En verdad dudo que lo que mató al ganado haya sido una criatura de los mitos.

  --Si lo dudas ¿Por qué tienes miedo? --Astra observó a Mujina al querer desviar su mirada, notando que la dama no había cambiado su expresión desde el comienzo de la conversación.

  --Por qué si es un dak, la muerte está cerca.







El diario de un tirano Vol. IIWhere stories live. Discover now