El tiempo en un suspiro

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  Las llamas de las velas detenidas por los candelabros iluminaban con debilidad la tranquila sala/comedor, con el silencio reinante en el lugar.

  --Tu padre volverá más tarde. --Dijo Elisa al servir el té en ambos recipientes de madera colocados en la mesa.

  --Gracias, má --Aceptó la bebida, sorbiendo con lentitud para evitar quemarse la lengua--. Últimamente vuelve más tarde.

  --Es el encargado de inspeccionar las tierras de cultivo --Bebió con habilidad, suspirando con un poco de cansancio--. Después de la llegada de esos nuevos hombres, al que llaman Ministro le ordenó a tu padre y compañía que expandieran el territorio del campo y lo cercaran para evitar que animales salvajes dañaran la tierra... Aunque puede encargar la tarea a otra persona, no lo hace --Negó la cabeza con impotencia, cruzó las piernas y observó a su hermosa hija--. El terco de tu padre aprecia demasiado a ese joven...

Nina levantó la mirada, no había brillo en sus ojos, ni nada que destacara más allá de un profundo dolor, uno que no podía describirse con palabras.

  --Nunca regresó. Tal vez no quiere verme por estar sucia. --Agachó el rostro, observando lo profundo de su vaso.

  --No digas tonterías, mi niña. Tú no estás sucia --Se colocó a un lado de ella, levantando su mentón con gentileza--. Debe estar muy ocupado...

  --No debió dejarme sola. --Sus ojos se humedecieron, derramando un par de lágrimas cristalinas que resbalaron por sus bellos pómulos.

  --Tú no estás sola. --Le dijo, pero parecía que sus palabras eran por completo ignoradas.

  --Mamá ¿Por qué se fue? --Le miró.

Elisa tragó saliva, sintiendo como si diez mil agujas penetraran su corazón en una sola acción.

  --Mi niña, él no se ha ido. Solo cambió su hogar.

  --Este es su hogar... éramos su familia...

Elisa no soportó la dolorosa mirada de su hija. La destructora oración que había desprendido de sus labios aquel fatídico día todavía la atormentaban. "Yo no soy tu madre". Aún podía recordar el vacío en su mirada, la oscuridad retomando el control de su cuerpo. Se había sentido muy culpable por sus palabras, pero amaba demasiado a su familia y, sabía que debía mantener distancia de ese joven si deseaba que ella y los suyos continuarán con vida. La incertidumbre sobre el destino que le deparaba a ella y su familia le provocaba fuertes dolores de cabeza, teniendo el presentimiento que en cualquier momento alguien entraría y los mataría por haber albergado a un ciudadano ilegal, afortunadamente eso nunca ocurrió, no obstante, el pueblo compartía su intranquilidad. Los pocos trabajadores con acceso a la fortaleza se les había negado el paso, algo que alertó a la multitud, pero más que eso la noticia sobre el repentino asesinato del Barlok Horson y la captura de su esposa e hijos. El joven que los había ahuyentado también había herido a Ruthi el curtidor, pero no se dieron por vencidos y, al reunir la valentía suficiente volvieron al otro día. Regresando con mejores expresiones y promesas de una vida mejor, pero lo que Katzian le mencionó aquella noche le heló la sangre. El joven que había corrido de su casa por temor a una retribución de los humanos se había convertido en el nuevo Barlok y, también había prometido con hacerse con la cabeza del malnacido que había abusado de su linda hija. No podía creerlo y mucho menos aceptarlo, durante generaciones habían sido una raza esclava de los humanos, sirviendo a los intereses del Barlok y entregando a sus niños recién convertidos en hombres para propósitos desconocidos, muchos de ellos nunca volvieron, viviendo solo en la memoria de sus padres. Era consciente que en los años posteriores, cuando los cambios en el cuerpo de Bastian fueran evidentes sería tiempo de la despedida, no estaba alegre, pero lo aceptaba, así había sido siempre, por ello la promesa de un mejor mañana no podía procesarlo, no era algo fácil.

Los días continuaron pasando y la vahir se volvió más animada con la reciente integración de nuevas personas, de grandes estaturas y costumbres familiares, pero practicadas de maneras poco ortodoxas. Los más viejos se reunieron con los nuevos residentes, descubriendo que el propio Barlok los había invitado a vivir, además de descubrir que muchos de ellos tenían en gran estima al joven. Katzian podía asegurar que cuando se dirigían al muchacho, lo hacían con mucho respeto y devoción, algo que ella no entendía. Poco a poco se acostumbraron a los nuevos residentes y los extraños rugidos, junto con la tranquilidad y monotonía del lugar, no fue hasta ese día, cuando observó algo que nunca debió haber visto.

Ella emprendió una caminata en busca de plantas medicinales para la preparación de los tés de relajación que regularmente hacía para Nina, pero al ver acercarse una pequeña caravana de jinetes en buenas armaduras y dos carromatos, se decidió por volver a su casa a toda prisa, fue por casualidad que regresó la mirada a la fortaleza, observando un espectáculo sangriento actuado por una bestia con forma humanoide que desgarraba y mutilaba aquellos jinetes. Esa noche y toda la semana no logró conciliar el sueño.

Cuando el inyar estaba a pocos días de dar comienzo, un cuantioso grupo de personas se unió a la vahir, todos ellos parecían gente común, con enorme parecido a los humanos, siendo diferenciados únicamente por sus gruesas cejas, narices finas y ojos color violeta. Se amoldaron con rapidez al trabajo en los cultivos y cuidado de los animales, no tardando mucho tiempo al construir sus chozas y nuevos hogares.

El inyar llegó, acompañado de fuertes vientos y bajas temperaturas, al igual que una sorpresa que no esperaba recibir. Orion, era el nombre de ese joven, sintiéndolo muy apropiado para su misteriosa personalidad. Pero eso no le quitaba el temor que sentía hacia él y por la bestia que controlaba, que muchas noches llegó a creer que eran uno mismo, desechando la idea al no querer sufrir más. Deseaba un mejor mañana, pero no por las manos de ese joven, ese muchacho llamaba a la muerte y, días después su presentimiento fue confirmado con la llegada de una incursión enemiga. Sorpresivamente, Orion fue el ganador y, la aldea celebró la victoria con un largo banquete, aunque por miradas de algunos residentes sospechaba que le guardaban cierto recelo al muchacho. Ella solo deseaba que su familia estuviera a salvo, pero no a manos de Orion, él no, su corazón de madre seguía sin aceptarlo. Tal vez porque se sentía culpable por haberlo lastimado, o porque había visto la oscuridad en sus ojos, no lo sabía y no quería descubrirlo.

  --No, mi niña, nunca fuimos su familia. Solo lo cuidamos por un tiempo --Observó que su té ya había perdido la calidez--. Aunque, puedo hacer que tu padre hable con él para que nos visite.

  --No --Negó con la cabeza--, no es necesario. --Fingió sonreír luego de un largo suspiro.

  --Ve a dormir, hija mía. Ya es muy tarde.

  --Sí, mamá. --Dijo al levantarse, dirigiéndose con lentitud a su habitación.

  --Tal vez sea para mejor que nunca vuelvas a acercarte a ella, señor Orion. --Se dijo al ver desaparecer la silueta de Nina.




El diario de un tirano Vol. IIWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu