El poderoso Orion

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  La velocidad de Dur era monstruosa, tan pronto como creía que había reaparecido, volvía a desvanecerse, burlándose sin palabras de su desventaja. Esquivó, repitiendo la acción un par de veces más, para terminar con su jugada bloqueando las largas uñas similares a las garras que se dirigieron a su yugular.

  [Corte solar]

La hoja resplandeció de rojo-amarillento, dejando la ilusión de presencia al levantarla con rapidez. Dur sonrió, escabulléndose de vuelta a las sombras. Los gritos querían confundir al joven gobernante, quién seguía con sus ojos cada pequeña fluctuación en los alrededores cada vez que <El Niño> aparecía. Volteó más de una vez, escamado del posible ataque a su punto ciego, sus ojos buscaban, pero sus sentidos eran los que realmente hacían el trabajo, esforzándose por encontrar al adversario antes de ejecutar su movimiento.

  --Por aquí... no... Por aquí...

Le susurraba, jugaba con su mente, tentándolo a bajar la guardia para hacer un ataque que resultaría fallido. Quería que hiciera su movimiento, lo anhelaba, solo así el juego sería más divertido.

  [Espadas danzantes]

Convocó cinco espadas ilusorias que hizo flotar alrededor suyo como un torbellino salvaje. Sonrió con frialdad al ver el error, lanzando una cuchilla punzocortante a la sombra que sabía que aparecería. No resultó como esperaba, pero la acción no fue totalmente desperdiciada.

  --¡Has dañado mi cabello, maldito!
Esto no era parte del juego. --Sus ojos azules resplandecieron con intención asesina, congelando de miedo hasta al más valiente, pero no logrando el efecto en Orion, quién con una sonrisa repleta de locura le miraba.

  [Refuerzo maligno]

Su túnica negra flameó por el viento invitado del suelo, acompañado por lentas ráfagas ennegrecidas que descansaron en sus brazos, para solidificarse en negros guardabrazos llameantes de una sustancia siniestra que, sin la necesidad de una orden verbal se convirtieron en dos largas cuchillas.

Esquivó las cinco espadas flotantes, llegando con toda su fuerza a impactar con una de sus cuchillas el plano de la espada, siguiendo el ataque con un corte dirigido a su cuello. Estaba furioso, su preciado cabello había sido dañado, y el causante todavía no había muerto, ya no tenía ánimos de jugar, ya no. Gritó, ejecutando otra tanda de cortes al azar, que Orion hábilmente bloqueó, solo para terminar el acto con un sonido de metal roto, al tiempo que observaba la mayor parte de la hoja de su espada caer al suelo.

Sus ojos se abrieron por la sorpresa e ingenuidad cuando su pecho fue atravesado por una cuchilla negra y un fuerte golpe en su plexo lo arrojaba de espaldas al suelo. Se levantó tan pronto como cayó, tosiendo un gargajo rojo. Vio la fría sonrisa de Dur, estallando como nunca en el nuevo mundo lo había hecho. Extrajo de su inventario una hermosa espada de hoja roja, que con su pura presencia hizo enfurecer al anormal humano.

  --Ya ha probado mi sangre. Es momento que pruebe la tuya.

Había estado reacio a ocuparla, nunca deseó extraerla, y estaba seguro de que si su casi fragmentada cordura hubiera estado intacta, jamás la abría sacado, ni porque fuera su única oportunidad en una batalla perdida, pero ahora no estaba casi cuerdo, cosa que dio lugar a una inverosímil situación, él sosteniendo el arma del enemigo que más ha odiado, misma que fue ocupada para perforar su corazón.

La balanceó, el peso era perfecto, ideal para lacerar, perforar, decapitar o cualquier cosa que causara daño.

Dur no se quedó inmóvil, saltó nuevamente a la batalla, haciendo uso de sus poderosas cuchillas. Orion evitó tanto como pudo, encontrando una valiosa oportunidad en las muchas ocasiones que el anormal humano dejaba aberturas, enviando un puñetazo a su fina nariz que provocó que se tambalease, perdiendo un segundo para enfocar, momento que fue aprovechado para perforar justo debajo de su hombro.

El diario de un tirano Vol. IIWhere stories live. Discover now