Órdenes y decisiones

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  Los gritos resonaron por la zona, lamentándose por la mala suerte a la que habían sido empujados. El césped se fue coloreando de un rojo-anaranjado con el paso de los segundos, resplandeciendo con brillantez, al mismo tiempo que las atormentadas siluetas se detenían para desfallecer acostadas.

  --¡Mantengan formación! --Gritó la general en voz alta, protegiendo la parte superior de su cuerpo con la ayuda de su escudo.

Escuchó el relinchar de su caballo, sintiendo como su campo de visión se inclinaba con rapidez. Saltó tan pronto como se enteró de lo que ocurría, dando una voltereta sobre el pasto para evitar los proyectiles ígneos que continuaban cayendo, con un corto lapso de tiempo entre cada una de las tandas. Volteó a ambos lados, analizando la situación con una expresión templada por la calma.

El ejército se dividió en varios grupos de soldados en formación defensiva, avanzando con los escudos sobre sus cabezas y dejando estrechos espacios entre hombre y hombre.

  --¡Mantengan formación y aumenten velocidad! --Ordenó la general.

La presión constante por parte de las flechas, los hermanos de armas que caían uno tras otro en cada uno de sus flancos y, la moral baja los incitaba a desistir, logrando evitarlo gracias al gran respeto que le tenían a su general.

Por otra parte, el escuadrón de caballería cruzaba los profundos terrenos fangosos y engañosos del enemigo, haciéndolo con el mayor cuidado posible y así evitando la indeseable conclusión. La comandante Kaly lideraba al grupo, con órdenes precisas y dadas en los momentos claves, sin embargo, fue en un momento, solo un momento de desconcentración, exactamente en el preciso instante que notó la primera caída de los proyectiles ígneos sobre el ejército a pie con la ayuda del rabillo de su ojo que, las cosas cambiaron igualmente para su escuadrón.

El silbante sonido fue extinguido tan pronto como impactó en la dura cabeza del hermoso animal, provocando que su caída al fangoso terreno fuera inevitable y, en consecuencia el jinete fuera apresado y forzado a gritar por el peso del caballo sobre sus piernas. Una, dos, tres... una docena completa de flechas acertaron sobre sus objetivos, no todas ellas provocando un final mortal, pero si cumpliendo con un cometido de igual impacto, forzando a los bellos animales a actuar de manera errática y desorganizada, incumpliendo con las órdenes dadas por los humanos encima de ellos. El caos fue tan rápido que cuando los jinetes se dieron cuenta de la situación, ya era demasiado tarde.

  --¡Escudos en alto! --Gritó la comandante, en un intento por salvaguardar las vidas de sus subordinados.

Los jinetes fueron despojados de sus monturas por sus propios compañeros cuadrúpedos, cayendo al lodazal y cubriendo la totalidad de sus cuerpos con ese líquido que deshonraba por completo la identidad de sus personas, así como el escudo que orgullosamente defendían, pero, aquello solo les pasó a los muy suertudos, pues, a los miserables les tocó ser pisoteados por sus propios caballos, muriendo al instante, perdiendo la movilidad de sus piernas por un mal golpe sobre sus espinas dorsales; o asfixiados por el lodo, o por algún extraño cuerpo que caía sobre ellos.

Unas pocas siluetas comenzaron a emerger de la oscuridad de la lejanía, a principios de algunas construcciones que a ojos de extraños parecían ser casas de los pobladores. "La caballería enemiga", fue lo que pensaron aquellos que lograron vislumbrarlos, rápidamente intentaron calmar sus monturas al verlos acercarse, algunos pudieron hacerlo, mientras que otros no.

  --¡Salgan de aquí, es una trampa!

La treintena de individuos que conformaban la caballería de Orion arrojó con completa libertad las lanzas que cargaban en sus manos, logrando acertar un alto porcentaje del total lanzado, para a continuación tomar la segunda lanza que se encontraba colocada al lado de sus caballos, con la cual atravesaron sobre aquellos desafortunados que lograron salir del terreno fangoso. Partieron a la mitad la formación para retirarse en hileras curvas y volver a posición segundos más tarde a una distancia considerable del enemigo.

Kaly no podía creerlo, en menos de unos pocos minutos había perdido a más de la mitad de su caballería, se sentía estúpida y furiosa, desde su tiempo de recluta promovida no había tenido tan desastrosa ejecución de sus habilidades, en realidad ni esos tiempos se comparaban a las perdidas que sus órdenes habían provocado, lamentablemente nadie le podría consolar, diciéndole que no hubiera podido cambiar nada, ya que su destino, al igual que el de sus tropas había estado sellado desde el preciso instante que decidió pisar el terreno fangoso.

  --Comandante ¿Qué debemos hacer? --Preguntó el soldado, temblando por el constante y rápido bombeo de sangre por su cuerpo, o por el pensamiento del desafortunado final que sabía que le esperaba.

  --Aún poseemos la ventaja numérica --Contestó, siendo sus palabras más una afirmación para ella misma para lograr despejar las dudas que comenzó a sentir-- ¡Todos! ¡Divídanse en grupos de cinco. Dispérsense y salgan de este maldito lodazal! --Observó a los fieros enemigos, asesinándolos con la mirada-- ¡Oblíguenlos a separarse!

Trece de los treinta pertenecientes a la caballería del señor de Tanyer hicieron uso de sus arcos, disparando a los malnacidos que se atrevían a salir de los terrenos fangosos que a sus compañeros  tanto tiempo les había costado crear, pero las flechas escasearon mucho antes que la totalidad de enemigos pudiera ser eliminada.

  --¡Espadas! --Gritó el comandante de la caballería, liderando a sus hombres a exterminar a los soldados restantes.

∆∆∆
Orion se mantuvo solemne con la situación, percibiendo con lujo de detalles el valor que sus comandantes poseían, así como la efectividad de sus órdenes y el tiempo de respuesta de sus arqueros.

  --Trela D'icaya, la caballería a comenzado a movilizarse. --Dijo Mujina con un tono calmo, escondiendo ahí mismo su deseo de pelear.

  --Sí, puedo verlo. --Dijo, percibiendo simultáneamente como los proyectiles que hace solo unos pocos minutos habían parecido inacabables, ahora habían casi desaparecido.

Le dio otro vistazo al ejército enemigo, observando que con el paso del tiempo las flechas lanzadas eran menos efectivas y, aunque habían logrado deshacerse de una parte significante del bando enemigo, los números continuaban siendo una cantidad considerable, que lo forzaba a tomar una fuerte decisión.

  --Mi momento de actuar llegó. --Dijo, inspirando profundamente al observar por última vez el horizonte repleto de cuerpos.


El diario de un tirano Vol. IIWhere stories live. Discover now