Dolor ajeno

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  Se adentró en la sala, admirando a los seis personajes vestidos con pieles y cuero, altos individuos, robustos y no muy agraciados, al menos la mayoría. Fira inmediatamente fue a quitarle la capa a su señor, logrando hacerlo sin alguna resistencia, para después ponerla en un perchero de madera negra.

  --¿Quiénes son ustedes y, que quieren? --Preguntó sin mucha cortesía al sentarse en su silla, estaba muy presionado con la presencia del enemigo en sus tierras, no queriendo estar ocupado en asuntos de los que Astra se podía hacer cargo.

  --Trela D'icaya... --Respondió Mujina con un tono repleto de respeto.

  --Mi pregunta no iba dirigida ti --Interrumpió, golpeando la mesa con su mano. La guardiana asintió, bajó la cabeza y retrocedió un par de pasos--. Les hice una pregunta. --Regresó su mirada a los seis individuos.

   --Queremos servirlo, Trela D'icaya, queremos... --Dijo una dama, forzada a ser valiente.

  --¿Quieren? --Interrumpió de nueva cuenta, su entrecejo se endureció al momento que su respiración comenzaba a agitarse-- ¿Mi opinión no les es importante?

  --No era nuestra intención ofenderlo...

  --Y ahora me interrumpen --Sus ojos perdieron la racionalidad, impregnando el lugar con una poderosa intención de matar. Los presentes tragaron saliva, resultándoles complicado hasta respirar, pero ninguno de ellos hizo ni el más mínimo ademán por querer retirarse, tal vez por una estúpida valentía, o porque el propio miedo les impedía moverse--. Niños, me aproximó a una guerra --Calmó sus impulsos--, a una batalla donde solo un bando continuará con vida y, para serles franco, los islos que tengo entre mis tropas son suficientes, así que retírense y continúen entrenando. Si todo sale bien, algún día podré necesitarlos.

Los seis asintieron con un poco de desgana, estando dispuestos a cumplir con la encomienda, sin embargo, el lento ademán de su Sicrela les forzó a quedarse.

  --Trela D'icaya --Dijo Mujina, rodeando la mesa para quedar frente a su señor y poder mirarle de frente--, entiendo que mis acciones no han sido las mejores y, posiblemente mi irreverencia me haga merecedora del destierro, pero le juro por la sangre que corre por mi cuerpo que no fue mi intención ir en contra de sus designios... Somos una especie guerrera, usted mismo eligió a los mejores de nuestra raza para hacerlos parte de su ejército, pero hoy estoy aquí con una petición --Giró el cuello para observar a la dama que había mostrado la gallardía de responderle al señor de Tanyer, ella asintió, dando otro paso al frente--. Yerena Rela, nuestra anterior futura líder es la persona a la que he elegido de todo mi pueblo para que la maldición de su sangre pueda ser levantada. Jonsa Liner, Bastron Grifon, Lenuar Hil, Trunan Qu y, Alir Desser --Al ser nombrados, cada uno de ellos dio un paso al frente con el máximo de los respetos--, son los individuos que he escogido para pertenecer a su guardia personal, con el permiso correspondiente de usted, Trela D'icaya. Los he entrenado por meses yo misma y, puedo decirle con total confianza que son los jóvenes más prominentes de nuestra raza --Se arrodilló--. Solo quiero devolverle una pizca de lo usted nos ha dado, Trela D'icaya. Prometimos morir por usted, pelear por usted y, los aquí presentes no son la excepción, por favor, Trela D'icaya, permítanos el privilegio.

Orion inspiró profundamente, las palabras de su guardiana habían cambiado un poco sus pensamientos, el enojo en su interior había aminorado, pero la incertidumbre por el futuro todavía le afectaba en la toma de sus decisiones. Era claro que los presentes buscaban lo mejor para él y, en un cierto grado lo apreciaba, pero la petición de Mujina no le agradaba por completo, los seis individuos podrían tener potencial, pero había un sentimiento de inquietud en su interior respecto a ellos, como si sintiera que en su afán de querer protegerlo quisieran restringirlo de alguna manera.

El diario de un tirano Vol. IIWhere stories live. Discover now