Causa y consecuencia

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  Idril llegó, colocó en una mesa cercana la charola con el recipiente que contenía la bebida caliente, acompañada de dos tazas, una de plata y una de madera. Hizo espacio en el escritorio del Ministro, acomodando los diversos documentos en un lugar provisional.

  --He oído rumores sobre mi nuevo ejército insultando a los pobladores de la aldea.

Idril volteó al recibir la mirada de su soberano, temblando con nerviosismo. Apretó la pasta del grueso libro, no sabiendo ocultar el temor que sentía.

  --Son ciertos, mi señor --Dijo Astra, observando de reojo a su ayudante--. Han ocurrido algunos problemas con el término "sangre sucia" que ellos ocupan para referirse a los residentes más viejos de la vahir...

  --Sé que eres un Kat'o, niña y, sé que fuiste tú quién informó a Astra de lo sucedido. --Dijo al aceptar la taza de plata.

Idril tragó saliva, respiró profundo y dejó caer una lágrima de sus bellos ojos cafés.

  --Lo siento mucho, señor Barlok. Mi intención nunca fue ofender a su ejército, fue un momento de desahogo con el señor Ministro, ahora entiendo mi mal.

  --No estoy enojado contigo --Volvió su mirada a su joven subordinado--. Astra ¿Qué hiciste con aquellos hombres?

  --Nada, señor. --Dijo con honestidad, entendiendo ahora su error.

Orion frunció el ceño, pero podía intuir la razón detrás de esa decisión.

  --Te llamas Idril ¿No, niña? --La ayudante asintió--. Ve a dónde Kaly y ordena bajo mi nombre que castigue a cinco de esos infractores llevándoles al centro de la vahir, los amarre a un poste de madera y los deje a la intemperie por dos días, sin comidas --La ayudante tembló en su interior, imaginándose lo terrorífico que sería vivir ese castigo--. También les ordenarás bajo mi nombre que nada de distinciones, en estas tierras todos son iguales y, quién se atreva a desobedecer lo mataré yo mismo ¿Comprendiste?

Idril afirmó con la cabeza, dejó el recipiente de vuelta en la charola, se despidió con respeto de ambos hombres, nerviosa por la encomienda dada.

  --Erré en mi decisión con lo sucedido, mi señor, olvidé el aprecio que usted tiene por los Kat'o.

  --Los sangre sucia son todos los residentes de Tanyer --Dijo, sorbiendo un poco de su bebida--, a los ojos de los reinos humanos, como se ocupa el término en los libros. Tanto Kat'os, como islos, estelaris, brins, antars, kretzos, vaios, druns, nadras, son razas contaminadas, salvajes sin valor y de los que pueden abusar a gusto. Ante sus ojos somos inferiores --Rechinó los dientes--. La maga hizo lo que hizo porque pensó que nadie podría tocarle, el ejército invasor nos atacó porque creyeron que éramos débiles. Astra, si permito que ahora mismo comience una división en mi ejército, no resistiremos los ataques posteriores --Apretó el puño--. Por ello cortaré de raíz el problema, así me tenga que deshacer de la mitad de mis nuevos soldados.

  --Lo desconocía, mi señor, pero usted pose mi arco, decida la dirección y ahí dispararé.

  --Regresando a lo que me ha traído aquí, pediré por un informe completo de tu autoría con los rasgos anteriormente mencionados --Se levantó, al tiempo que Astra lo imitaba--. Ah y, envía un pequeño escuadrón al hogar de los antars, con un decreto de mi persona para que diez de sus mejores extractores de recursos terrestres se trasladen a esta vahir.

  --Sí, señor Orion.

  --Continúa. --Ordenó, retirándose del lugar en compañía de su dama guardiana.

∆∆∆
El terreno pastoso, húmedo por el rocío de la noche, levantado en algunas partes por los descuidados pasos, o armas que sin una intención bélica ejecutaron la orden. Las pláticas, placenteras, que permitían olvidar por unos breves momentos las ampollas de las manos, los pies cansados y, el fatigado y rendido cuerpo. Dispersados entre grupos varias mesas se encontraban, no distanciadas, pero si con distinciones entre sí. Los ruidos altos de carcajadas provocadas por chistes fuera de lugar, obligaban a los comandantes a actuar con gritos y promesas de reprimendas que en la mayoría de los casos resultaban siendo efectivas.

  --Putos sangre sucia --Dijo, metiendo un pedazo de pan duro a su boca con un poco de papilla-- ¿Cómo se atreven a despreciarnos?

  --¿Crees que el Barlok sea un sangre sucia? --Preguntó un novato, sonriendo con timidez por la mirada de sus mayores.

  --Mierda, espero que no. Ya perdí mi honor al rendirme, no pienso perder mi oportunidad de ir a la Tierra Eterna por servir a un sangre sucia.

  --Sangre sucia o no --Dijo el mayor de todos sin levantar la mirada de su plato, provocando que la multitud guardara silencio para escucharlo--, no poseemos los requisitos para entrar a la Tierra Eterna. Es mejor aceptarlo de una vez. --Suspiró, volviendo a comer sin prestar atención a las miradas extrañas de sus compañeros.

  --Tiene razón el viejo, somos esclavos con armas, no poseemos los requisitos ni siquiera para pedir una comida digna. --Arrojó el plato al frente, un recipiente que se encontraba vacío, con la más pequeña migaja limpiada.

  --¿Estoy escuchando una proposición? --Preguntó una dama con una mirada y sonrisa astuta.

  --Por supuesto que no --Negó con rapidez--. Si su promesa es verdadera y trae a mi familia, lo serviré con todo mi corazón.

  --¿Aunque sea un sangre sucia? --Arremetió el hombre manchado de papilla.

  --Aunque sea un puto aliado de la noche.

La mayor parte del grupo hizo por tocar sus muñecas de forma religiosa, un acto al parecer habitual.

  --Por los Sangrados, tampoco traigas esos nombres...

  --¿Quién es Fergus?

Guardaron silencio, en un esfuerzo por conocer al autor de aquella vigorosa y autoritaria voz.

  --¿Comandante Kaly?

  --No, excomandante Kaly, Jona --Dijo Fergus con una sonrisa rebelde, hombre de rasgos feos, duros y con una historia de cicatrices en el contorno de su cuerpo--, no olvides que ahora todos somos iguales. Excepto esos hijos de la sangre putrefacta.

Idril, quién se encontraba detrás de Kaly y los dos altos hombres a su lado frunció el ceño, pero no habló, no quería interferir más de lo necesario.

  --¿Tú eres Fergus?

  --Lo soy, pero no puedo satisfacer tus lujuriosas intenciones, el comandante puede vernos, claro, que si te gusta que te observen...

Fergus cayó al suelo, con el labio reventado y con los cabellos desordenados, hizo por levantarse, pero parecía que el golpe había hecho algo más que solo tirarlo.

  --Quien haga por levantarse compartirá el mismo destino. --Amenazó.

El hombre a su lado dio un paso al frente, colocando una postura ofensiva con una expresión dura. Los soldados retomaron sus asientos con calma, suspirando con furia contenida.

Fergus parpadeó, intentando enfocar, cayó de nuevo, colocándose en cuatro patas. Levantó la mirada, pero lo único que aprecio fue la planta de una bota.

  --Diré cuatro nombres más y, espero que no sean tan idiotas como este heces de caballo.

Al terminar de nombrarlos, los cuatro hicieron por levantarse con renuencia, mirando con curiosidad a la excomandante.

  --Podría preguntar ¿Para qué somos requeridos? --Preguntó, no era tonto, el comandante que los formaba ya había pasado miradas por su mesa y no había hecho ni el mínimo movimiento por detener a la dama, era claro que nada bueno les esperaba.

  --No puedes --Dijo de inmediato, callando con su mano a Idril, quién se disponía a aclarar la interrogante--. Ahora camina, iremos a un lugar especial.

Uno de los hombres cargó al desmayado Fergus, Idril avanzó detrás de Kaly, mientras el otro hombre forzaba a los cuatro soldados a caminar delante de él.

  --¿Qué les harán? --Preguntó el novato.

  --¡Ustedes! --Gritó el comandante con voz de trueno-- ¡Vuelvan a sus platos!





El diario de un tirano Vol. IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora