No todos buscamos la gloria (2)

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  Kaly traveseaba con sus dedos, bajando y subiendo la mirada con nerviosismo, mientras vislumbraba la oscuridad de sus alrededores. La intensa sed de sangre proveniente de la mujer que la trajo a la habitación no dejaba de incomodarla, al mismo tiempo que se sentía impaciente por conocer el destino que le aguardaba.

  --Hola. --Dijo un hombre, apareciendo a su lado y tomando asiento en la silla frente a ella.

Kaly levantó la mirada, observando al joven hombre con tranquilidad, no sabía la identidad del individuo y, en realidad no le era de importancia, solo quería terminar con toda esta asfixiante situación, fuera cual fuera el precio.

  --He escuchado que mataste a muchos de mis hombres. --Dijo sin cambiar su mirada

  --¿Tú eres?... --Sus ojos se abrieron repentinamente por la promesa.

  --Sí, yo soy el señor de Tanyer.

Kaly tragó saliva, no podía creer que un hombre tan joven gobernara Tanyer, pero lo que más le sorprendía era el poder bélico que poseía entre sus manos, logrando lo que muchos nobles del reino han querido por décadas, derrotar el segundo batallón más fuerte de la casa Lettman.

  --Pido disculpas por mi comportamiento --Dijo inmediatamente y, aunque quiso ponerse de rodillas, la soga que amarraba sus piernas y manos le impedían maniobrar con libertad--, sé que mis recientes actos no lo demuestran, pero sería un gran honor servir bajo su bandera.

  *Alguien desea jurarte lealtad*

  *Aceptas: SI/NO*

Orion sonrió, ligeramente sorprendido por el cambio repentino de las circunstancias.

  --¿Qué opinas, Mujina? ¿La mujer que mató a mis hombres quiere servirme? --Deslizó su mirada hacia su subordinada-- ¿Crees que sea digna?

  --Nadie es digno de servirle, Trela D'icaya --Respondió con devoción--, pero la mujer ha mostrado carácter y, sería un desperdicio oxidar la hoja de su espada con su sangre --Se acercó en un instante al rostro de Kaly por su flanco derecho, soplándole con ferocidad el aire que exhalaba su nariz y boca--. ¿Estás dispuesta a morir por Trela D'icaya? --Kaly asintió muchas veces con ligero nerviosismo, ignorando por completo quién era ese trella malaya del que la mujer hablaba y, fue bueno que su duda la guardó en el interior de su mente, pues Orion no sabía si habría logrado salvarla de las manos de Mujina después de insultarlo de tal manera-- ¿Convertirte en su espada y escudo? ¿Y ser el cuerpo que Trela D'icaya necesite para desahogarse?

La determinación en su rostro fue destruida de inmediato al escuchar la última pregunta, dejando a la vista una expresión estoica, privada de cualquier emoción, pero su fortaleza mental se derrumbó, haciéndose añicos y, mostrando una cara que no quería que nadie observase. Los repentinos y oscuros recuerdos de su vida en las manos de la general Génova le destrozaron su firme compostura, sintiendo un fuerte odio y repulsión por aquella mujer que prometió salvarla de su infernal destino y, que claramente le mintió para llevarla a un destino mil veces peor, donde hasta los esclavos sexuales podrían sentirse asqueados por las peticiones de la general.

Mujina frunció el ceño, elevando la ferocidad en sus ojos, los cuales advertían con cometer una acción irreparable, pero el gesto de su señor la hizo calmarse, retirándose unos pasos atrás para retomar su centrada compostura.

  --Haga con mi cuerpo lo que desee --El tono de su voz se fue quebrando poco a poco, mostrando la ínfima fortaleza que aún conservaba--, pero solo después de muerta, se lo pido al honor de su persona. Máteme si es lo que desea, no me importa, pero por favor, no me obligue a esa vida --Comenzó a llorar repleta de un intenso dolor--, por favor no lo haga.

Orion respiró profundo, esa mirada la había visto hace mucho y, era esa misma mirada que había provocado todos los cambios en Tanyer, por lo que no podía permitir que la mujer enfrente suyo continuara sufriendo de tal manera.

  --Nunca usaré tu cuerpo de ninguna forma que te obligue a odiarte a ti misma, lo prometo. --Dijo y, en el mismo instante se puso de pie, saliendo de la poco iluminada habitación y, dejando ahí a la comandante Kaly, quién no había podido detener sus lágrimas.

  --Trela D'icaya...

  --No fue tu intención, lo sé. Es una frase que me has repetido muchas veces. --Le miró con frialdad al pasar junto a ella, advirtiéndole que ya estaba un poco harto con sus excusas, acto que provocó que Mujina asintiera avergonzada.

Al salir por completo de la habitación le tocó "SI" en la opción de la subordinación de la ex comandante Kaly, al tiempo que le entregaba aquella extraña bendición de las que sus tropas gozaban.

  *Kaly se ha convertido en tu subordinado*

  *Requisitos cumplidos*

  *Tu vahir ha subido de rango*

  *Se incrementa un 5% en la velocidad de cultivos, creación de prendas, creación de herramientas y armas ofensivas y defensivas, tala de árboles y construcción en cualquiera de tus territorios*

  *Se han desbloqueado cinco nuevas construcciones: Herrería mágica, Laboratorio alquímico, Cuartel militar, Introducción al conocimiento y, Campo de entrenamiento*

   *Has ganado 1 punto de avance*

Parecía que las notificaciones siempre llegaban en los momentos menos esperados, causando siempre lo mismo en su persona, una satisfacción que solo esos ruidos podían lograr. Sus comisuras se levantaron levemente, volviendo a sus andadas pero sin alterar su trayecto.

∆∆∆
El silencio era ensordecedor y, aunque muchos querían escapar de la tensa situación, nadie se atrevió a hacerlo, no con la mujer de mirada solemne observándolos.

  --¿Y bien? --Su mirada barrió toda la sala, mientras jugaba con una daga ceremonial-- ¿Ya piensan hablar?

Los hombres y mujeres presentes jugaron a lanzarse miradas, dudosos e incitando al otro a hablar.

  --Durca Sadia...

  --Tú, cállate. He sido demasiado misericordiosa al permitirte seguir con vida. --Le apuntó con el extremo puntiagudo del arma, con una mirada que podría congelar al propio sol.

El anciano asintió, retrocediendo con la cabeza gacha, sin intención de querer levantarla.

  --¿Han hecho un juramento de silencio a los Sagrados? --Preguntó sin una intención real de conocer la respuesta-- Porque no escucho sus explicaciones --Clavó la daga en el descansabrazos de madera--. ¡Díganme! ¿Quién es ese advenedizo que secuestro a mi hija y destruyó a mi ejército? ¡¿Respondan?!

La multitud continuó guardando silencio, sabían que sus palabras no podrían ayudarles ni brindar la respuesta que su señora esperaba, por lo que preferían enfadar a la responsable de la casa Lettman con su silencio, que perder la cabeza por hablar y ser malinterpretados.

  --Hoy perdonaré sus vidas --Dijo al levantarse. Instantáneamente todos los presentes se derrumbaron para colocarse de rodillas con el rostro apuntando al suelo--, así que desde este momento deberán recordar que tienen una deuda de sangre conmigo y, si desean que mi bondad persista, hagan un plan exitoso que traiga a mi hija de vuelta --Les lanzó una última mirada--. Es el acto final de misericordia con todos ustedes y, sé que entienden cuáles serían mis acciones próximas. --Sin conjurar o decir una palabra, la daga ceremonial voló de vuelta a su mano.

Sadia Lettman salió de inmediato de la sala, acompañada por una alta mujer de armadura completa, cabello negro, labios delgados y una cicatriz debajo de su labio inferior; un anciano de aspecto miserable, pero de finas ropas y, un hombre alto de complexión atlética, con una gran rajada en su cuello.

  --Tráeme a Itkar Horson --Chasqueó la lengua--, quiero comprobar que no guardó nada sobre ese supuesto único enemigo.

El diario de un tirano Vol. IIOnde histórias criam vida. Descubra agora