El abismo ante tus ojos

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  La oscuridad rondaba los pasillos, acompañada por constantes tintineos de objetos metálicos. Murmullos de extraños entes en las paredes, a veces pareciendo susurros de amantes ya perdidas, ilusionando con un último beso, o en algunos casos algo más oscuro, de enemigos prometiendo vengar en el otro mundo la insatisfacción causada.

  --¿Por qué con él? --Sé preguntó a sí mismo confundido, mientras acariciaba su barba de modo contemplativo--. Por los Sagrados, señora, él no.

Las damas escucharon y callaron, inexpresivas con la excéntrica actitud del anciano, incluso cuando de su boca salieron palabras que ellas no debían escuchar. La atmósfera era extraña, desconocida y asfixiante. Siempre había sido un misterio lo que se ocultaba en las habitaciones del pasillo subterráneo y, ellas, como residentes y empleadas de la casa dueña de los interiores no fueros exentas a la curiosidad. La oportunidad se presentó para develar los secretos que con recelo guardaban las paredes, que después de tantos años de escuchar rumores, de habladurías sobre el misterioso pasillo que llevaba a un mundo de oscuridad debajo de la ciudad por fin sería revelado, aunque el temple en sus mentes para tales temas era poderoso, las ansías y la expectación lo fue incluso más. De reojo, a miradas escondidas lograron percibir el interior de las varias habitaciones, no teniendo más remedio que mostrar su inconformidad y confusión en ambos rostros endurecidos por la marca de la batalla al encontrar con que nada de interés se escondía allí. Oscuridad, ratas y suciedad era lo único dentro de esas habitaciones, no obstante, si sus ojos hubieran penetrado aún más las tinieblas, podrían haber apreciado la locura marcada en la superficie de las rocosas paredes, la sangre seca y los huesos roídos dispersados por toda la habitación.

  --Mente clara, niñas --Aconsejó el viejo--. Lo que separa los siguientes pasos de los anteriores superarán los deseos desenfrenados de sus jóvenes mentes.

Se miraron, ofendidas por la falta de confianza a sus habilidades que por años habían pulido, pero no hicieron por refutar las palabras del anciano, no solo porque el individuo comenzaba con sus artes arcanas, sino porque era su superior, a alguien que por órdenes le debían absoluta obediencia.

El pasillo tembló, el polvo de los años fue despertado de la superficie, cayendo y llenando el no muy ancho corredor. El contorno de sus cuerpos fue iluminado, fortalecido con una energía misteriosa que combatía con esmero la densa oscuridad que a cada paso se acrecentaba. Las llamas de las antorchas disminuyeron, temerosas por lo que se ocultaba al final de lo desconocido.

  *Hooo... daaaa... Maaue... yaaad... kehh...

Los susurros incrementaron, los gritos fueron incesantes, los pensamientos oscuros irresistibles. Se miraron, pálidas por el miedo que habían pensado desaparecido de sus vidas. Las lágrimas cayeron, pero resistieron, continuaron el sendero, iluminando el camino del tranquilo viejo, que parecía no influenciado por la intensa atmósfera maligna.

  --Mente clara, niñas --Dijo de vuelta--. Perderse aquí sería peor que la propia muerte.

Voltearon enseguida, la voz del viejo había sonado tan lejana como el propio pasado, un remanente de algo que algún día fue, sin embargo, allí estaba, el hombre de barba cana las miraba con solemnidad, como solo un anciano sabe hacerlo.

  --Su ayuda es valiosa, pero aquí su viaje termina, esperen y oídos sordos a lo que escuchen. La muerte aguarda a los impulsivos, a los valientes y tontos y, detrás de esta puerta, a cualquiera que la cruce. No entren, niñas, su valor es reconocido, nada deben de demostrar.

Tocó la manija, oxidada por el tiempo y oscura por un agente desconocido. Jaló sin fuerza, pero la puerta, que un segundo antes parecía inamovible cedió y, solo él fue consciente de lo oculto en su interior.

El diario de un tirano Vol. IIWhere stories live. Discover now