Un duro enfrentamiento

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  Al inicio de la arboleda, la oscuridad y el silencio, en continuidad con el sendero despoblado de pasto, ligeramente húmedo por la brisa nocturna, donde los pequeños mamíferos escapaban por la vibración cercana. En las largas ramas de los altos árboles se encontraba posada un ave, de alas negras y ojos rojos, de mirada inteligente, casi terrorífica, mientras inspeccionaba los alrededores como un experimentado vigía.

  --Itslar. --Musitó, haciendo la seña santa, que dirigió al pájaro.

El ave volvió al vuelo, retirándose hacia el Sur, pero no sin antes dirigir una última mirada al séquito de setenta jinetes. Había un ente cercano, observando desde las sombras de los arbustos, tímido y siniestro, y sumamente infeliz con la santa señal de la mujer a caballo, razón suficiente para salir atacar, pero la advertencia había sido clara, y no estaba dispuesto a morir por el juramento antiguo, pues ni siquiera estaba seguro de que la dama perteneciera a la santa sangre.

Las armaduras de los soldados montados estaban conviertas con líquidos extraños, de un espesor parecido a la sangre, pero de un color negruzco, muy asqueroso. Sus rostros denotaban determinación, dureza y hasta gallardía, pero escondido en el brillo opaco de sus ojos se encontraba el terror, un continúo sentimiento por lo vivido y lo que faltaba por experimentar. El jinete guía detuvo al semental, ordenando la apertura de la sellada formación.

  --¿Es él? --Preguntó Gala, curiosa y sorprendida por la belleza del alto hombre en la lejanía, aunque igualmente aterrada del poder mostrado por su ejército.

  --Es probable --Respondió la Durca, enviando su mirada al confiable y solemne anciano-- ¿Está listo?

  --No si desea que sea indetectable. --Respondió con respeto, interrumpiendo el silencioso conjuro.

Tronó la boca, mirando la imponente figura de su opuesto, que provocaba la indecisión en su corazón. Gala ordenó a sus guardias a seguirla, al tiempo que tomaba la mano de su esclavo personal para bajar del caballo.

  --De lejos estarás más segura. --Dijo Sadia, comenzando la caminata.

  --Pero --Titubeó, apretando los labios--, yo quiero verle de cerca.

  --No --Respondió con firmeza, para inmediatamente ignorarla de sus siguientes palabras--. Youns.

Gala fue detenida de improvisto por el duro guerrero, que retó a los guardias de la señorita Bastanno a no desperdiciar sus vidas.

  --A un lado. --Ordenó con un cambio notable de actitud.

  --No, señorita Bastanno, discúlpeme, pero la Durca ha dado su orden. --Respondió con respeto, firme y de forma irrefutable.

Orion observó el acercamiento de la hembra, seguida por su séquito de tres, pero más interesado por la característica energía que desprendía el cuerpo del anciano, que le miraba sin hostilidad o malicia. Sadia <La Falsa Emperatriz> vestía una hermosa túnica larga, color roja, encantada por diversos hechizos de alto nivel que se escondían en los invisibles bordados mágicos; botones de piedra blanca por encima del estómago hasta su pecho, donde descansaba un hermoso collar de oro con un colgante con la seña santa, también conocida como la señal de la unión; cinco brazaletes de plata en cada brazo, cargados con energía mágica; un par de anillos en sus dedos anular e índice; y una horquilla de oro y piedras preciosas que sostenía su recogido y dorado cabello. Sus ojos eran verde esmeralda, compuestos por un brillo único que resaltaba su fría y calculadora personalidad. Nariz puntiaguda, delgada y alta, con el mentón pronunciado, al igual que los pómulos, sus labios sin color, así como sus mejillas blancas. Era hermosa, mucho más de lo que las palabras podían describir, pero ni con toda la belleza del mundo, logró ocultar el enorme dolor en sus facciones, el dolor que solo una madre podría compartir.

El diario de un tirano Vol. IIOn viuen les histories. Descobreix ara