Una nueva raza

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  Astra asintió al recibir la orden, volteando para llamar a los diez individuos en espera con un ademán de cabeza. Mujina y Yerena, que con solemnidad habían estado custodiando la entrada hicieron su movimiento al entrar, colocándose en una postura ofensiva y pétrea a ambos flancos del marco de la puerta.

El silencio regresó a la sala cuando los diez machos de la raza antar hicieron su aparición, individuos de tamaño pequeño, regordetes y, de barba larga y entrelazada. Se mantuvieron en fila uno al lado del otro, no moviéndose ni en lo más mínimo. Observaron al joven y él les devolvió la mirada, no había hostilidad, ni respeto, solo eran desconocidos en una invitación forzosa.

  --¿Usted es el responsable de hacernos venir de la Gran Montaña? --Preguntó el pelirrojo, de cejas pobladas y una cortada debajo de su ojo derecho. No había respeto en su voz, solo curiosidad.

  --Les advertí que fueran respetuosos. --Interrumpió Astra, ganándoles la palabra a las tres damas.  

  --¡Por las barbas de Sardor! Nos obligaron a venir a este maldito lugar a ver a este hombre alto... --Dijo el rubio, de pecas y barba dividida.

  --¡Sin maldiciones! No olviden que están en presencia de su Barlok.

  --Suficiente. --Calmó a su subordinado.

  --¿Barlok? ¿El es el Barlok? Lo recordaba más viejo. --Dijo el rubio pecoso.

  --Ha de ser su hijo. --Dijo el pelirrojo.

Los antar asintieron ante la afirmación, excepto uno de ellos, individuo que había mantenido una postura serena.

Astra volteó, inspiró profundo para tragarse el enojo que comenzaba a brotar de su cuerpo.

  --Calmen y callen --Dijo el de barba negra y ojos oscuros, cejas gruesas y cabello largo en forma de trenza--. Perdone las maldiciones y malos tonos, hombre Barlok. El viaje fue más largo de lo que deseábamos y, somos gente que no le gusta viajar. --Su tono de voz, aunque más respetuoso que el de sus compatriotas, seguía sonando tosco y áspero, algo que no era agradable escuchar. El joven se le quedó mirando, en espera de algo que deseara de verdad escuchar--... Me gustaría presentarme. Mi nombre es Korgan del clan Barbanegra, familiar directo del jefe del clan y líder de la tribu de la Gran Montaña. Prometo servirlo a usted en lo que sea necesario.

Orion asintió, satisfecho con la presentación del individuo de la raza antar, pero disgustado con el comportamiento de los demás sujetos.

  --No hay porque estar en guardia --Dijo, con un tono acorde a su comportamiento habitual--. Si quisiera hacerles daño no los habría invitado al palacio.

Los pequeños hombres asintieron, estando de acuerdo con la observación y lógica de sus palabras.

  --Sí su intención no es hacernos daño, podría preguntar, hombre Barlok ¿Por qué nos ha traído aquí?

  --Necesito extractores experimentados y, por lo que tengo entendido, su raza es la mejor en ese campo.

Korgan afirmó con la cabeza, algo que sus compatriotas imitaron, con sumo orgullo por la alta consideración recibida.

  --Somos los mejores --Alzó el mentón, sonriendo de oreja a oreja--, pero, la petición de hombre Barlok hace que nuestra gente, haya en la Gran Montaña sufra. Ya que los aquí presentes desempeñábamos un papel importante en la extracción de recursos.

  --Hagan su trabajo rápido y los dejaré volver.

Los antar comenzaron a lanzarse miradas de disgusto, estando de acuerdo en que si no fueran una raza vasalla del joven se hubieran lanzado a golpearlo por sus despreciables palabras, pues ¿Desde cuándo extraer recursos del suelo era tan fácil? Y menos hablar de un lugar que no poseía la infraestructura para lograrlo.

  --Hombre Barlok --Dudó por un momento, no sabía que palabras ocupar para evitar un derramamiento de sangre, entendiendo que la mayor parte de ella sería de ellos mismos por las afiladas miradas de las damas a sus espaldas--. Su petición... es algo complicada...

  --¿No pueden hacerlo?

  --Podemos, claro que podemos. --Su orgullo no le permitió mentir.

  --Que no se discuta más, entonces --Aplaudió, callando al barbudo hombre antes de siquiera mencionar sus siguientes palabras--. Haré los preparativos necesarios y cuando todo se encuentre listo les daré la tarea. Astra, guíalos a una habitación y adáptala para que puedan descansar.

  --Sí, señor Orion.

Korgan estuvo a punto de hablar, pero la mirada solemne que el hombre le lanzaba le hacía imposible encontrar el valor necesario para hacerlo. Los antar eran una raza orgullosa, valiente y simple, que no le importaba nada más que la perfección en el trabajo, el buen alcohol y sus consanguíneos, pero, aunque poseían un fuerte orgullo, no podían desobedecer las reglas ancestrales de su gente, con una única condición que se remontaba a los Tiempos Olvidados "No te enfrentes a un humano, es vil y vengativo". Y, aunque el hombre sentado no tenía la apariencia de un asesino de antars, su sola mirada lo congelaba.

Astra los condujo de vuelta a la salida, no fueron reacios a irse, en realidad lo preferían, no sabían comportarse y, aunque tenían a Korgan a su lado, parecía que él también había perdido la elocuencia, sabiendo que no tenían más remedio que trabajar para el hombre humano.

  --Son personas extrañas --Dijo, recargándose en la silla con una mirada perdida dirigida a la nada--, el potencial que guardan sus cuerpos es alucinante --Observó de reojo la interfaz, la que continuaba informando sobre Korgan--. Su fuerza, habilidad y destreza es algo que nunca había visto ¿Por qué son tan extraordinarios, pero al mismo tiempo tan débiles? --Observó a Mujina y Yerena, recordando que la raza islo había tenido en su información la misma palabra en una de las descripciones: Bloqueado--. ¿Serán iguales?

El diario de un tirano Vol. IIWhere stories live. Discover now