Lazos eternos

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—F-f-fa-fa… ¡fantasmas!

No importaba que tanto creyera en la Fuerza, que tanto confiara ciegamente en ella y en sus locuras a cometer, Hux nunca podría dejar de sorprenderse con facilidad de lo que esta era capaz de hacer con la lógica en la que ellos vivían el día a día en el bosque.

—¡Wow! —exclamó Rose a su lado, sentándose y enlazando sus colas de un movimiento suave y veloz que lo hizo inconscientemente respingar y soltar un no muy bajo ronroneo —Esto es… alucinante.

Su pareja tenía toda la razón. El escenario que presenciaban, aquel que lentamente los envolvía por cada que paso que avanzaban hacia el centro, parecía sacado de una auténtica fantasía, una que solo un cachorrito podía imaginar.

O bien una que un curandero podía soñar, vivir en el mundo tras la mística entrada del Kyber Lunar.

Como fuera, el pelirrojo Lugarteniente echó una mirada a su entorno. Se paralizó del miedo al descubrir a sus curanderos estaban igual de asombrados que él, con los ojos brillantes y desorbitados.

¿Acaso ellos tampoco concebían lo que veían? Instintivamente, se puso frente a su compañera, no solo protegiéndola de un posible mal, sino que también escondiéndola casi por completo en el pelaje espeso de su pecho rojizo y erizado de por sí.

—¿Huxie?

Rose, que no comprendía del todo el porqué de su actuar, intentó inútilmente librarse de su agarre. Amaba que se preocupara por ella y los futuros cachorros, pero quería ver lo que sucedía delante suyo y él se lo impedía al envolverla tan posesivamente como si fueran a robársela.

—No nos harán daño, petirrojo. No hay por qué alarmarse —trató relajarlo, pero él solo se agachó un poco y apoyó el mentón sobre su cabeza mientras que con su cola le acariciaba el lomo.

—No podemos confiarnos, motas, no con tanta facilidad —lamió su frente, entre sus orejas erguidas y agitadas —. ¿Qué nos asegura que no se haya colado una sombra y ahora esté esperando el momento justo, una distracción quizá, para hacer su entrada triunfal y atacarnos?

—Son nuestros antepasados, Hux. Ellos solo han venido a guiarnos, a ayudarnos en esta guerra que cada vez está más cerca de estallar y terminar. No tienes por qué tener miedo —se recostó suavemente contra él, contra su hombro que con lentitud se fue destensando a medida que el calor corporal de ella le llenaba y consolaba el sacudido interior —. Yo estoy contigo. Aquí y ahora. Por siempre.

Hux suspiró, calmando sus nervios al fin y abandonándose al disfrute del abrazo que ahora lo rodeaba. Rose tenía razón. Sus antepasados nunca les harían daño. Ellos no eran sombras, guerreros traiciones y despiadados. Ellos eran buenos y puros, compresivos y leales.

Ya más tranquilo, estudió su entorno una vez más.

Los guerreros estelares, venidos del mismísimo manto plateado del cielo, desprendían una luz única, una que cegaba, una que colmaba de seguridad a los más desconfiados. Como él, por ejemplo, que no dejaba de temblar, de extrañarse y preguntarse la razón de por qué una guerrera en especial de la multitud lo miraba con fija y paralizante atención.

Se tensó nuevamente, causando sintió que Rose se separaba para poder verlo a los ojos sin dificultad que la detuviera.

—¿Y ahora por qué estás alterado, Huxie? —preguntó dulcemente, lamiendo su mejilla antes de seguir hacia donde sus claros ojos verdes apuntaban.

Ahora fue su turno de paralizarse, de apartarse de él y ponerse frente suyo para observar mejor lo que a él lo tenía tan inquieto. Hux tragó en seco cuando vio que alguien del montón se acercaba a ambos a pasos titubeantes, pero algo veloces.

Star Paws: A New WarriorWhere stories live. Discover now