Más problemas que soluciones

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—¡Leia! —la llamó Luke gritando una vez llegó al campamento jadeando sumamente agotado por la carrera.

Lucía enmarañado y muy desconcertado, sin contar también que sus ojos azules desorbitados y cristalinos alertaron aún más a los guerreros inocentes que lo veían y luego corrían hacia él para evitar se cayera de golpe al suelo al de repente verlo desmayarse.

Apenas él había aparecido entre los arbustos de la entrada, Leia se disponía salir al fin de su guarida, por lo que no tardó en acercarse junto a Rey hacia su hermano inconsciente.

—¡Maestro! —chilló asustada, revisándolo desde arriba si poseía alguna herida que delatara un enfrentamiento. Se paralizó al verlo tan sano como al principio, sin ningún rasguño o dolor que en verdad pudiera afligirlo.

Leia se recostó a su lado, permitiendo que su cuerpo descansara parcialmente sobre el suyo y no contra el del guerrero que había ido en su ayuda. Le lamió las orejas, preocupada. Su frente ardía levemente, quizá por el calor que le provocó el haber venido corriendo del Kyber Lunar hasta allí.

Un pensamiento curioso cruzó su mente mientras contemplaba a la aprendiza agacharse y soltar algunas hierbas que pudieran ayudar al curandero derribado.

¿Qué habría visto Luke en las estrellas que lo tuviera tan alarmado y ofuscado? Pese a la inconsciencia, su cola permanecía erizada, igual que sus garras que estaban desenvainadas en su totalidad.

Fuera lo que fuese, no suponía que se tratase de algo precisamente bueno.

En lo que la Líder intentaba despertarlo a base de suaves lametazos y uno que otro golpeteo ligero con la punta de su cola, Rey abría con el filo de sus garras un bollo hecho de hierba frente al rostro de su Maestro. La bilis de ratón servía para las garrapatas de los veteranos, pero tal vez su fuerte olor podría asquearlo lo suficiente para despertarlo.

Él arrugó la nariz y frunció el hocico, pero no mostró indicios de recuperar la consciencia. La joven comenzó a asustarse más. La respiración que tenía no le gustaba nada.

—¡¿Qué pasó aquí?!

Para sorpresa de ambas hembras nerviosas, Poe hizo acto de presencia en medio de ellas. Se veía mojado y con el pelo revuelto, como si hubiera saltado al mismo río y hubiera dejado que el viento lo secara.

El Lugarteniente las miraba en busca de una explicación. Que el curandero estuviera tendido justo en el centro de un movedizo y susurrante círculo felino no le parecía algo de todos los días.

—Ayúdanos a llevar al Maestro Skywalker a la guarida, Poe —le pidió Rey, señalando con la nariz hacia donde Finn se había acercado para ayudar a Leia a levantar a su hermano —. Por favor.

El joven asintió y se pegó al flaco del Maestro para cargarlo por ese lado y llevarlo junto a su Líder y amigo hacia el primer lecho que encontraron en la guarida rocosa. Una vez allí, tomó asiento con Leia y vio como Rey se esforzaba una vez más despertarlo.

Cuando se rindió y lo único que le quedó hacer fue acomodarlo bien el musgo, se hizo a un lado para que la gemela del agraviado caminara hacia él y nuevamente se recostara y lo refugiara en su pelaje cremoso.

Ambos jóvenes entendían su preocupación. Después de todo, eran hermanos y se comprendía que uno no era nada si al otro le pasaba algo de lo que no hubiera marcha atrás.

La aprendiza tenía la cabeza semi gacha, con las orejas erguidas y atentas por si algún ruido le avisaba que Luke daba señales de vida que la calmaran. Poe solo podía verla y decirle con la mirada que todo estaría bien. Ella, sin embargo, no lo observaba, estaba demasiado ensimismada para reparar en él y sus buenas intenciones.

Star Paws: A New WarriorWhere stories live. Discover now