La partida y un par de apodos dulces

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—¿T-tienes que irte tan pronto? —preguntó Finn al verla salir de la guarida con un puñado de hierbas colgando en la boca. Se había despertado justo cuando Rey estaba a nada de partir. Ella únicamente había vuelto allí para despedirse de él en silencio y coger las plantas que necesitaba.

La hembra asintió y soltó un momento su carga para ir hacia su amigo y pegarle la nariz en la frente. Él cerró los ojos ante el contacto. Le hubiera encantado poder conocerla mejor, y poder seguir disculpándose por la vez que le mintió.

—Es mi deber —se repitió Rey por tercera vez en ese día, de paso respondiendo las dudas del atigrado todavía acostado —. Además, no me voy para siempre, Finn —ronroneó, ocultando exitosamente su tristeza y sustituyéndola por una pequeña burla.

—Está bien, te creo —agitó las orejas y ladeo la cola, ciertamente apenado por lo que diría —. Pero cuando vuelvas, saldremos a cazar juntos, ¿sí?

—Sí, Finn, lo que tú digas.

Giró en redondo, ya no queriendo alargar más la despedida. Salió de la guarida con sus hojas y se encontró con Rose, quien, apoyando su moteada cola en su lomo, la guio y acompañó hasta el borde del campamento.

Leia y Poe las esperaban, junto a una gata alta y un tanto vieja a su derecha. No reconoció quien era, pero seguramente debía ser cercana a ellos para estar tan pegada.

—El día ha llegado, guerrera mía —habló la Líder, solemne —. El día en que demuestres tu valía y lealtad, tu fortaleza y voluntad.

Caminó hacia ella y se detuvo frente suyo a solo unos pasos suficientes para lamer delicadamente sobre sus orejas erguidas. Rey casi se desmaya al sentir el calor de su toque.

—No la defraudaré, Líder Organa, ni a usted ni al Clan Luminoso —prometió, cuidándose de que su voz no delatara mucho se emoción y temor.

—Sabemos que no lo harás, joven Rey —se unió la gata delgada que desconocía. Poe rodó los ojos, fastidiado. Al parecer eso quería decirlo él.

—¡Rey!

Rose se restregó contra su flanco con tanta fuerza que por poco y la hacía rodar unos metros muy lejos de ella. La guerrera estaba envuelta en un mar de lágrimas, uno que le contagió, haciéndola también romper en un llanto silencioso.

—¡No sabes cuánto odio las despedidas! —le dijo entre hipidos, sin separarse de ella. Rey trató tranquilizarla, meciéndose con ella un poco.

—Yo también las odio —murmuró bajito, solo para que las dos oyeran.

Leia, Poe y la otra gata les dieron su espacio, apartándose unos cuantos pasos de donde ellas se abrazaban.

—Prométeme que volverás, ¿sí? O yo misma iré a buscarte con una manada de zorros detrás de mí, ¿oíste? —Rey asintió, ronroneando con ella por la broma que le hizo.

—Claro que planeo volver, tonta —Rose la codeó amistosamente —. Además, todavía tenemos mucho de qué hablar, ¿lo olvidas?

—¡Cierto! —exclamó, recordando que su amiga anteriormente estaba tratando inútilmente esconder algo que le había pasado la noche anterior a este día.

Rose sabía de sobra que debía ser algo súper secreto para que no se lo dijera tan a la ligera. Sospechaba mucho de que se trataba del tal Ben que ella siempre susurraba en sueños. Al menos ella tenía ahora una razón extra para regresar sana y salva al Clan.

—Está bien, pero quiero detalles, ¿sí?

—Sí, sí, todos los que quieras.

Una vez se despidieron correctamente una de la otra, volvieron con el trío de gatos que las miraban expectantes. Leia entrecerró los ojos al verlas más tranquilas.

Star Paws: A New WarriorWhere stories live. Discover now